LA FAROLA DEL LAGO Lorenzo Vergara Pagán (Loren) ¡SIN IDENTIDAD!

Lorenzo Vergara

LA FAROLA DEL LAGO

Lorenzo Vergara Pagán (Loren)

¡SIN IDENTIDAD!

 

Soy un nostálgico, bueno…a estas alturas, con más de 500 artículos publicados ¿Qué os voy a contar de mi persona que no sepáis?, aunque…siempre hay algún “rinconico” en las estanterías del armario de mi cerebro que está por desempolvar y sacarla a la luz. Y…a ese “rinconico” acudo, cuando apoyo los brazos en la mesa de mi escritorio, y con una mano me cojo la barbilla y entorno los ojos. Y…como si fuera el agua de un manantial me brotan recuerdos y más recuerdos, que forman una cascada de sucesos que voy seleccionando inconscientemente, para ir recreándome en cada uno de ellos e intentar el difícil “arte” de enlazar los recuerdos con las palabras.

 

Dice el diccionario que…la escritura es un arte, porque es el producto de un arduo esfuerzo. Escribir es luchar con las palabras y las frases, para lograr por medio de signos y gráficos plasmar la expresión del pensamiento. Escribir… y ser coherente con lo que escribes es difícil, al menos a mi me lo parece, cuando escribo mantengo una lucha entre mi cerebro que me va mandando imágenes y mi habilidad para hacerlas coherentes, porque…no escribes para ti, estás escribiendo para muchos lectores, de muy distintas culturas y debes ser capaz de que lo que escribes tenga sentido. No puedes escribir en tono irónico, si esa ironía no es clara para todas las mentes, ni puedes hacerlo en tono acusador ni jactancioso, si no eres capaz de que tus letras lleven la carga emotiva que le quieres imprimir. De ahí que esté meditando como plasmo lo que escribo, y… ¿por qué? considero tan difícil escribir.

 

Como escribo al principio de este articulo ¡soy un nostálgico!, y…como tal, me gusta evocar mi  pasado, no creo que haya ningún lector que… (pudiendo hacerlo), no haya intentado (en algún momento de su vida) visitar lo que fueron sus orígenes…su casa natal, su escuela, sus sitios preferidos de juegos… en una palabra ¡su identidad!, me parece algo maravilloso (mucho más si estás fuera de tu ciudad y vuelves a ella), pasearte por esos sitios ancestrales, que… te trasladan a lo que ha formado una parte importantísima de tu vida. ¡Es fenomenal! pararte delante de tu casa natal, recordar (hasta donde llegue tu mente) las escenas infantiles llenas de inocencia, ¡todo es tierno! ¡Tu familia es la mejor del mundo!, ¡tus amigos son los mejores! todo se vuelve “blanco” en tu mente, porque…esos recuerdos van ennoblecidos por la ternura.

 

Pensando en todo eso, y provisto de una enorme dosis de cariño por todo lo que rodea a nuestra querida Cartagena de España, me dispuse (como tantos cientos de veces), a recorrer algunos lugares de mi querida ciudad. Lo único que diferenciaba este paseo de los anteriores era que… en esta ocasión, mi pensamiento lo ocupaban los recuerdos (grabados a fuego) de mi niñez, y… quería recuperarlos, ¡ansiaba recuperarlos!, para poder recrearme en los pocos años que pude disfrutar de mi querida madre. Estoy en un momento de mi vida en el que, constantemente mi mente recurre al pasado (supongo que esto será común a todas las personas que hemos cumplido muchos años y…que afortunadamente los recordamos) y en ese pasado naturalmente está mi niñez, y…posiblemente los idealizo, porque quiero hacerlo, porque son míos y los puedo recuperar embellecidos por mi cariño hacia todo lo que rodeó aquellos felices años, plenos de inocencia y de ilusiones.

Como indica el titulo de este articulo, buscaba “cosas”… pequeños detalles que me identificaran con mis ancestros, fui recorriendo todos los lugares de los que tantas veces me habían hablado mis tíos y mi abuela, y que yo… mantenía en mi cerebro, era una especie de niebla que quería despejar, para que aparecieran nítidos. Pero…el tiempo ha ido haciendo “estragos”, y…conforme avanzaba en mi reconquista ancestral, mi decepción iba creciendo. Me había propuesto recorrer mental y literalmente todos los lugares habituales de mi niñez y pubertad, que comprendían desde mi nacimiento hasta que a los veinticinco años salí de la Plaza del Hospital nº 5 cogido del brazo de mi abuela, mi querida mamá Concha para casarme, y…empezar otra historia.

 

Empecé mi recorrido en la Calle de Palas, de nuestra Cartagena de España, ahí en el nº 2 nací yo, pero…no quedaba nada de aquel edificio que… tantas veces me habían descrito mis tíos, continué por Plaza de San Francisco, por la acera del edificio que había sido de Telefónica, y que ahora era  de Caja Murcia hasta desembocar en la Calle de Caballeros (recordé locales entrañables de esa calle), El Bar-Bodega de la fuente, al lado de Foto Ros, y al lado la confitería con aquellos bollos de crema que…todavía me relamo de lo buenos que estaban, la carbonería, la tienda de Martínez Monreal, la relojería Gijón …de la Calle Caballeros salí a la Plaza de Risueño, en la esquina estaba “La Muñequita” una mercería preciosa, su dueño José Nieto, imponía gran respeto cuando se vestía con el uniforme de Capitán de la Cruz Roja. Continué por Calle Don Roque, en esa Calle había estado el Bar Futbolín de los hermanos Román, la  acera opuesta, la ocupaba toda la fachada lateral del Cine Central. Salí de Calle Don Roque a la Plaza de la Merced…EL LAGO ¡MI LAGO!, cuántas veceshe contado su historia, ahora…no queda nada, ni la farola está en su sitio, ni el busto de Villamartín ocupa el lugar de privilegio que tenía, el lago, ya no es el lago.

 

Salí del lago, para entrar a la Subida a San Diego, ahí empieza a hacerse la luz en mi cerebro, (tendría tres años) en esa Calle estaba el cuartel de la Policía Nacional (los grises), y justo al lado vivían tres mujeres solteras con su madre, y pusieron (para ayudarse a ganar unas pesetas) un colegio de cagones (fue mi primer colegio) recuerdo en nebulosa, las paredes llenas de fotos de Estrellita Castro, artista del momento y de la que se declaraban “FAN”, enfrente de ese colegio estaba “la ventanica” un puesto donde vendía de todo. Y…llegué a la Calle de la Gloria, que es la Calle donde viví con mi madre hasta los cinco años, en el número 28, en el segundo piso, desde esa terraza pude ver (con apenas cinco años) a mi madre echarme un beso con la mano para despedirse de mí, camino del hospital de Sierra Espuña. Ahora, no quedaba nada, todo es ruina. De esa Calle quiso salir mi abuela (quizá huyendo de malos recuerdos por la enfermedad de mi madre) y nos fuimos al nº 28 de la Calle del Alto, donde pasé una parte importante de mi infancia y conocí amigos que aún conservo, Hoy esa Calle la ocupa el barrio Universitario, por tanto no queda nada de ella. 

 

Por último nos fuimos a una “terracica” que había en la Plaza del Hospital, mi abuela, hizo el canje de viviendas, con el fin de que… si mi madre venía de permiso ahí (al estar en alto) pudiera respirar mejor. En esa terraza, transcurrieron mis años de pubertad y de joven, desde ahí mi abuela me vigilaba, para que no rompiera las “alpargatas” jugando al futbol, y…de ahí salí de su brazo para casarme. Hoy esa casa tampoco existe, forma parte de nuestra querida UPCT. Por eso, titulo este articulo ¡SIN IDENTIDAD!, porque salí a buscarla y no encontré nada, en unos sitios…¡RUINAS! y…en otros (afortunadamente) ¡PROSPERIDAD!Pero…ancestralmente ¡NADA!

 

PD. El punto rojo que señalo en la foto adjunta, era...¡mi terracica! en la explanada de la Plaza de Toros