ANTONIO EL LOTERO

 

 

 

ANTONIO EL LOTERO

 

 

¡Cómo es posible que esté más de un año contando cosas de nuestra querida ciudad trimilenaria, rincones, costumbres, personajes y todavía no hubiera tenido el placer de pasar un rato con Antonio el lotero!

 

 

Y bueno, para ser sincera, no me atrevía a pedírselo, y eso que Antonio fue al colegio con mi padre, y recuerdo desde pequeña la ilusión que me hacía cuando nos lo cruzábamos por las calles de la ciudad y mi padre bromeaba con él.

 

 

Y lo intenté hace unos meses, pero esos días el frío acechaba la ciudad, y me cuenta Antonio que está afectado con los pulmones, y la salud, y más en estos tiempos es lo prioritario.

 

 

Así que hace unos días me crucé con él y le recordé mi interés por charlar un rato. Y creo que eso fue lo que le gustó. Saber que no iba a ser sometido a una entrevista tradicional, sino a compartir vivencias y pasar un rato agradable, dio lugar a que hoy hayamos compartido un rato en el Kiosco de Pepe.

 

 

Sí, ya sabéis, el kiosco de la Plaza Juan XXIII donde hacen los mejores granizados de toda la ciudad, artesanales y con un cariño y una limpieza inigualable. Y Pepe ha ayudado un poco en esto, porque Antonio pasa muchos ratos allí, y ya se ha encargado de decirle que soy “buena gente” y que saco lo mejor de cada uno, siempre desde el cariño y el respeto.

 

Así que, ni corta ni perezosa, allí estaba yo de buena mañana, colocándome en un segundo junto a Antonio, los dos sentados dispuestos a saber el uno del otro.

 

 

Sí, Antonio fue al colegio con mi padre, en concreto al colegio de la Calle de la Cuesta de Santa Lucía. Dice que en aquel momento, el párroco de Santa Lucía, José Rodríguez Escoti llevaba aquel lugar y a esos muchachos “pa adelante”. Me cuenta que este hombre de gran corazón, que de hecho tiene una calle con su nombre en el barrio, también fundó el Hogar Parroquial Nuestra Señora de Fátima, “el hospitalillo”, donde ayudaba a los que trabajaban en Peñarroya y venían con los pulmones contaminados y otras enfermedades de aquellos años.

 

 

Antonio cuenta con orgullo que nació en el barrio de Santa Lucía, ¡vaya,vaya, isleño como yo!.

 

 

Por eso no fue casualidad que a los 14 años empezara a trabajar en “la mufla de Bernardo”, muy próxima a LA MUFLA de mi abuelo Ginés y después de mi padre. ¡ Antonio, nos unen más lazos de los que pensábamos!

 

 

Me cuenta tranquilo, porque le noto relajado en nuestra conversación, que trabajaba horas y horas, limpiando platos, preparando vajillas en sus cajas, y que lo peor era cuando le dejaban a cargo de los hornos de cocción, y es que en aquella época eran de leña y el calor sofocante y el esfuerzo de “echar y partir “ la leña…..

 

 

Y de eso sé un poco, ser hija de Paco de la Mufla y haber limpiado platos como Antonio y decorado con estampillas esos juegos de café, me resulta muy familiar.

 

 

Si algo es Antonio, Antoñico, Antonio el lotero o como cada uno le llame en Cartagena, es un trabajador nato.

 

 

Me cuenta que fue lechero y también zapatero, pero que esto último tuvo que dejarlo porque le dijeron que no llegaba bien a la máquina. Y yo le he dicho, “jolín Antonio, si te gustaba y lo hacías bien, ya podían haber buscado una solución, como un taburete más alto…” Hoy en día esas cosas no hubieran sucedido, pero tiempos eran tiempos.

 

 

 

 

Tengo que confesaros que he soltado varias carcajadas, porque “ suelta” las cosas sin filtro, tal como son, como las ha vivido. Anécdotas y experiencias algunas “picantonas” para su época, y es que Antonio ha sido un hombre de mundo, pero con las cosas muy, pero que muy claras.

 

Porque la vida no siempre ha sido fácil para él. De familia humilde, trabajar desde tan niño, querer ganar dinero ….Y entonces es cuando se atreve a contarme una experiencia que no duró más de cuatro meses, pero la recuerda como una de las peores, sino la que más.

 

 

Y fue el trabajo en un cabaret de París, donde le ofrecían “duros a cuatro pesetas”, y la edad, la juventud, el dinero, el viajar….Tenía 21 años y me dice: “allí encontré lo peor que te puedas imaginar”. París en aquella época estaba a años luz de nuestra querida Cartagena, y Antonio supo que aquello era denigrante, tenía que salir de allí por mucho dinero que le pagaran. Y antes de hacer algo de lo que se arrepintiera toda la vida, y con su dignidad muy alta, volvió a su ciudad natal y comenzó ese camino por el que hoy todos los cartageneros le apreciamos y le queremos: la venta de lotería.

 

 

Antonio se sincera y me cuenta que al  principio se avergonzaba de ser “lotero”, pero cuando en la administración de la Glorieta San Francisco, justo al lado de Muebles Galián le dieron la oportunidad, se convirtió en el número uno.

 

 

Me cuenta cómo Doña Antonia, la dueña, no se fiaba mucho de él al principio, y le dijo aquello de mo me la juegues a la cárcel de San Antón vas”.

 

 

 

En aquella época le facilitaban los billetes, los primeros dice que valían “ cinco duros”, después “ diez duros”, y cuando vieron que Antonio era una “máquina” ya no le ponían esas normas del principio, se convirtió en el lotero de Cartagena.

 

 

Y es que lo hizo muy bien. Supo buscar su espacio, su lugar, su clientela fija. Pero siempre con un gran esfuerzo y muchas horas de trabajo, porque nunca le han regalado nada.

 

 

Es un hombre muy listo, y supo en aquel momento hacerlo bien. Me cuenta que acudía muy temprano a la subastas del pescado de la lonja y a otros lugares donde desde ese día serían sus clientes fieles.

 

 

Donde siembras recoges, y hoy he podido observar un ir y venir de personas que le saludan con todo su cariño. Y es que a él tampoco le falta un piropo para su farmacéutica o un saludo para todo aquel que se dirige a él.

 

 

A todos tiene algo que decirle, y mientras conversábamos ha gestionado hasta con el tapicero que pasaba por allí, que vaya al Hostal Manolo donde lleva años viviendo, para recoger su mecedora y que se la tapice. Ja, ja, no pierde detalle.

 

 

“¿Antonio, se puede vivir de la venta de lotería?” le pregunto. Y su respuesta es sí, pero claro, con las ventas que él tenía Unas comisiones interesantes para todos los décimos que vendía. He oído por ahí, que con todo lo que ha vendido, pocos premios gordos ha dado. Pero bueno, ¿y la simpatía y el orgullo de llevarnos su lotería?

 

 

 

¿Sabéis que Antonio movió cielo y tierra para entrar en la O.N.C.E.?, porque claro, necesitaba tener un futuro, había que pensar en después. Y aunque movió hilos  con el Obispo de Cartagena con el que tenía una buena relación, por su devoción por todos conocida por La Piedad donde salió más de treinta años, al final quien le tendió la mano cuando más lo necesitaba fue Federico Trillo. Casi nada Antonio, muy bien relacionado, di que sí.

 

 

¿Os cuento un secreto? A Federico Trillo le encantan los granizados del kiosco de Pepe tanto como a mí, y cada vez que tiene oportunidad pasa por allí. Y aquí, justo donde hoy yo me he sentado con Antonio, se “remanga” los pantalones y se sienta con nuestro lotero favorito a “ contarse batallitas”.

 

 

Y Antonio ya lleva diez años jubilado, y yo le pregunto, “¿a estas alturas cuál es tu sueño?” Y no lo duda ni un segundo, viajar a Jerusalén.

 

 

Y sí, le he preguntado por las mujeres, si ha habido alguna especial…. Y bueno, se hace el despistado, dice que han pasado muchas, pero que hoy sigan a su lado, ninguna. Dice que él dentro de toda la gente amiga que se acerca y le conoce, es un hombre solitario.

 

 

Pero un hombre “la mar de presumido”. En un paseo cortito que hemos dado, me ha enseñado la peluquería donde le dejan bien guapo.

 

 

 

Y sí, es presumido, porque anda que no lo veo yo con su abrigo en invierno, y hoy “hecho un pincel”, que espero que haya tenido algo que ver nuestra cita, j aja.

 

 

Y me muestra la tienda donde se viste de “arriba abajo”, y sus lugares favoritos para comer.

 

 

 

Y es que Antonio está algo disgustado, los años no pasan en balde, y dice que su doctora le ha puesto a dieta.

 

 

Y claro, me dice, “ lo que me gustan a mí las morsillicas, la pancetica, el lomo a la plancha y la longanisa”.  Y yo le digo, “ Antonio, la vida son dos días, date ese homenaje y soy una tumba con tu doctora. Y entonces duda y piensa, “el Cotton grill tampoco está mal”.

 

 

¡ Eres muy grande Antonio!, gracias por abrirte conmigo de manera desinteresada.

 

 

¿Y sabéis una cosa?, hoy, sin comprar ni un solo décimo, a mí me ha tocado la lotería.

 

 

FELIZ DOMINGO

 

 

EVA GARCÍA AGUILERA