CARTAGENA NOCTURNA

CARTAGENA NOCTURNA

 

 

Salgo a caminar, ya ha anochecido, demasiado temprano para mi gusto. Adoro  los días largos de sol, y  algo menos los que nos roban esas horas de luz eternas reflejadas en el mar cristalino. Pero hoy, tarde eterna oscura de domingo has conseguido que te descubra silenciosa y bella, reflejada con las luces que te iluminan a mi paso.

 

 

 

 

Emprendo mi rumbo por la interminable alameda de árboles, árboles que en la oscuridad tienen la apariencia que tú imaginas, y desde donde a  lo lejos veo el despliegue de agua, luz y arte de tu fuente. ¡Cuántos sábados de mi vida habré corrido hacia ti! Los brazos no me alcanzaban a mojarme las puntas de los dedos pequeños, mientras medio cuerpo se inclinaba hacia el interior de la fuente. Sábados con los abuelos, paseando y caminando por este entrañable lugar de la ciudad, de balanceos en la mecedora mientras devoraba la tortilla francesa de esas que sólo las abuelas saben hacer. ¿Sabes abuela que cada vez que vengo por aquí intento avanzar hasta tu puerta y llevo años sin conseguirlo? Prefiero quedarme cerca, junto a la fuente. Esta fuente que para mí tenía mi propio significado y que con los años conseguí enterarme del significado real de ella.

 

 

 

Porque tres días después de que el agua rebosara en los depósitos de Tentegorra, y que llegó con tono festivo desde el Río Taibilla, se inauguraba en la ALAMEDA DE SAN ANTÓN esta fuente. 19 de mayo de 1.945, día en el que el agua fue la protagonista en Cartagena, y cuentan que hubo una gran celebración junto a esa obra de arte con luz y agua que todavía hoy se mantiene intacta ante nuestra mirada.

 

Alameda de San Antón, un kilómetro de árboles y sol, de ir y venir de pequeños y mayores .Un kilómetro de árboles que han ido cambiando a lo largo de los años, y que nos conduce sin darnos cuenta hasta nuestra Plaza de España.

Está oscuro, pero los chorros de agua de la fuente circular que juguetean con las formas y ritmos, iluminan esas raíces que cuentan tanto. ¡Cuántos años, cuánta vida! Árboles con arraigo, observadores sin prisa me miran extrañados esta noche. ¿Tú por aquí?, pensarán. ¿Tú que caminas siempre bajo el sol y la luz que da comienzo a un nuevo día?

 

 

 

Y miro a mi alrededor, redescubriendo la belleza de los  colores negros, los azules muy oscuros, el sonido tranquilo de los vehículos y las luces de los semáforos que ponen la melodía al paisaje nocturno. A veces sólo se trata de moverte unos pasos hacia la derecha, o cambiar los tonos de nuestro lugar favorito para encontrarte con él, vestido de noche para la ocasión.

Nuestro lugar favorito, sí, creo que todos tenemos el nuestro, pero me atrevo a decir que aquí, en Cartagena, nos une un lugar común. Porque somos gente de mar, de puerto, de olor a salitre, de barcos que atracan, de cruceros que se marchan, de faros que se iluminan, de muralla interminable.

Así que, ¿os parece que sigamos este paseo juntos hacia nuestro lugar favorito?

Y caminando, caminando, bordeamos nuestro Arsenal Militar, de fachada  color amarilla, allí donde el Martes Santo nos abalanzamos a su puerta para ver salir a San Pedro, al ritmo de tambores y alegría.

 

Wow, los colores dorados de nuestro Palacio Consistorial son el preámbulo al espectáculo de luces y sombras que nos espera, es tan sólo la entrada, la cálida bienvenida en una noche fresquita de otoño. Es una de las joyas de la ciudad, de estilo modernista, con toques afrancesados, construido a principios de 1.900 y algo que siempre me llama la atención, su planta triangular.

 

 

Es la pieza perfecta que encaja en la postal cartagenera esta noche. Me tomo mi tiempo, es lo mejor cuando quieres disfrutar y llenarte los bolsillos de toda la esencia que hay suspendida en el ambiente.

 

 

 

Un giro de 360 grados, que podría convertirse en un baile, nos regala las luces azules del edificio de  la Autoridad Portuaria , las palmeras, árboles y los recién plantados rosales en nuestra emblemática Plaza de los Héroes de Cavite.

 

 

 

 

Plaza en la que se levantó en 1.923 este monumento en honor a los fallecidos en la guerra hispano-estadounidense del año 1.898. ¿Sabéis que tiene 15 metros de altura y fue construido por Julio González-Pola? Y tengo una pregunta aún más sencilla, ¿quién ha subido en esas cadenas gordotas que rodean el monumento y se ha balanceado de pequeño y de no tan pequeño?

 

 

 

¿Habéis visto ese marinero que se ha cruzado en mi camino? Me da la sensación que ese petate va  repleto de historias que contar cuando vuelva a casa. Historias de noches de guardia, de bocadillos deliciosos de magra con tomate en el Bar Taibilla, de cervezas en el Tabaire y de corazones y capítulos de amor para escribir un libro. Porque, ¿qué marinero se ha resistido a enamorarse de una cartagenera morena?

 

¡Qué bonita está la noche!, no hay estrellas, pero el negro del cielo es inmenso y se respira paz,  un silencio interrumpido por el sonido de algún barco, de las pisadas de un solitario que como yo salió en tu búsqueda, mi espectacular Cartagena al anochecer.

 

Y allí apareces, inmenso e inagotable mar. Mástiles brillantes parece que crecen de ti, espigados hacia el cielo, bolitas brillantes rojas en el vértice plateado de las grúas, ondas de colores….

 

 

 

Y como siempre tú, cola de ballena plateada que no te asusta el color negro de las aguas que te cubren, porque es tu lugar y un poco el mío, y coqueteas orgullosa de tus formas que con cuidado y mimo tu creador te regaló para que nos perdiéramos en ti.

 

 

Me has sorprendido, Cartagena nocturna, me has enamorado aún más llenando mi tarde de domingo de ti, de tu encanto, de tu elegancia, de tu misterio.

 

 

Y prometo que volveré, para recorrerte por todos tus pliegues, por los sitios donde lates más fuerte, por los rincones perdidos. Prometo volver, para vivir momentos como los de hoy, donde me has despedido con una explosión de fuegos artificiales.

 

 

 

 

FELIZ DOMINGO NOCTURNO.

 

 

EVA GARCÍA AGUILERA