¡ EN CARTAGENA SE COME GENIAL!

¡ EN CARTAGENA SE COME GENIAL!

Lo mejor que tenemos en Cartagena es que te salen amigos por todas partes. Como decían entonces, en el anuncio de los Donettes, ¿os acordáis?

¡Normal! Vienen de visita, recorren tres mil años de historia en unos días, se bañan en calas de aguas cristalinas, disfrutan por tierra mar y aire de nuestra ciudad y, a ver cómo lo digo…. ¡se come de muerte!

Así que cuando mi teléfono suena y los amigos de entonces me preguntan aquello de, ¿vais a estar por allí el próximo fin de semana?....

Ya sé que tengo que organizarles una ruta gastronómica de las de aquí. De las que se comparten entre risas y tascas, recorriendo locales emblemáticos y mezclando sabores, texturas y buenas vistas.

Dulce y salado, aperitivos ligeros o copiosos, pero sobre todo, esos sabores de la tierra, aquellos que los que tuvieron que dejar la ciudad hace unos años, no pueden olvidar.

Ni los sabores, ni muchas veces sus nombres. Porque en Cartagena igual te comes un quita penas que te zampas un explorador en menos que canta un gallo. No somos caníbales, no. Un explorador es una especie de empanadilla rellena de carne y espolvoreada de azúcar glass. ¡A mí me encanta esa fusión de dulce y salado!

Pero cuando llegan esas visitas inesperadas, lo primero que te dicen es, ¿empezamos por unas cañas y una marinera?

Esa rosquilla crujiente con ensaladilla rusa y una anchoa encima, que he escuchado a un compañero contar que se le atribuye a la fusión de un marinero hambriento y un camarero cartagenero que le improvisó esta tapa que se ha quedado para siempre. Hay varias versiones, pero lo que es indiscutible es que la marinera es cartagenera.

¡No puede ser de otra forma! Fuimos durante muchos años espectadores de marineros que vestían la ciudad con su alegría y sus trajes azul marino en invierno y blancos en verano. Comían tapas de magra con tomate en el ya cerrado y añorado Bar Taibilla. Los que venían de Cataluña, que eran muchos, pedían pan tumaca en La Mejillonera, digo yo que por añoranza de su tierra. Y tantos bocadillos de jamón con tomate comieron, que desde entonces y en honor a aquellos apuestos marineros, en Cartagena esos bocadillos se llaman catalanes.

Pero sigo con mis amigos, que me despisto y no me fío de ellos un pelo. Porque entre el jolgorio, los abrazos, los recuerdos, las batallitas de entonces,completamos la mesa con unas tapicas de pulpo a la cartagenera. Un pulpo pequeño, de roqueo, que se sirve a la plancha con un aliño de aceite, vinagre, limón y sal y que está riquísimo. Pulpo que es protagonista en las fiestas de San Antón, en ese barrio castizo, junto a sus rollicos bendecidos que saben a gloria. ¡Vaya, me quedó muy religioso, jaja!

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¡Pon unos michirones y trae una tarrina de alioli para acompañar las patatas!, dice el que más echa de menos estos lugares.

¡Si comemos ajo, lo hacemos todos!, añado yo.  Ya imagináis por qué.

Michirones. Tengo guardada una tapa para un amigo muy especial que no se atrevió a probarlos en su visita hace unos meses. Pero como sé que volverá pronto, ya no sé si movido por mi simpatía o por la gastronomía.....

Los que no sabéis lo que son los michirones, os voy a contar un poco con qué lo relaciono yo. ¿Cenaríais alguno un plato de lentejas? No, no son lentejas, son habas secas, grandes, que se guisan con chorizo, cayena, o como se dice aquí, ¡échale dos o tres guindillas! Y que no falte el tocino, huesos de jamón y esas patatas cocidas que luego se apartan para comerlas con salsa de ajo, el alioli de toda la vida.

Dicho así parece que después habría que tomar un digestivo, aunque si lo pienso, casi seguro que sí. Pero es un plato compartido que está buenísimo y sabe aún mejor si lo tomas en la noche de San Juan.  Esa noche de verano no faltan los michirones en las casas de los Juanes y las Juanas.

¡Anda que no tienes mala sombra! , por lo del ajo, que luego ya sabéis.

Y es que aquí en Cartagena dicen que abunda mucho la mala sombra, o como dicen los más longevos, “ mala follaica”.

Pero eso son solo rumores, no os creaís nada de lo que cuentan. Aunque, si no fuera así, ¿ por qué tenemos un montadito típico que se llama de esa manera?

El mala sombra, un panecillo chiquitín que parece inofensivo. Es atrevido, porque mezclar hueva de maruca con jamón serrano¡ Está riquísimo!

¿Pensáis que la reunión de amigos termina aquí? No, en Cartagena comenzamos con el aperitivo ,continúa con la comida y se alarga hasta que las estrellas iluminan nuestro puerto. Un caldero junto al mar. Un arroz típico de la zona, porque buen pescado no nos falta y el de roqueo, o “morralla”, que es la base para cocinar este manjar, es de lo más gustoso que has probado jamás. Arroz que acompañamos después con pescado y, ¿sabéis con qué más? Con ajo, con salsa de alioli, la misma que los michirones.

¡Esto no es lo que parece!, no espantamos vampiros. Tener mucho cuidado si besáis a un chico o una chica por aquí. Llevar siempre un Smint”. Ya sabéis, los del anuncio de sin Smint no hay beso”.

Una ensalada de tomate con bonito y aceitunas partías y un arroz caldero es el plan perfecto para una comida de amigos unidos por Cartagena. Y si es con vistas al mar o en uno de los lugares castizos de nuestro barrio pesquero de Santa Lucía, para qué contaros.

¿Qué quieren de postre?, nos pregunta el camarero, que parece ser que no ha observado que podríamos bajar rodando la cuesta de Cala Cortina hacia el Faro de Curra.

¡ Tortada cartagenera y un asiático para mí!, dice así, como si nada, mi amigo más aferrado a esta tierra trimilenaria.

Cartagena no se mueve de aquí , le digo por miedo a que lo dejen ingresado por empacho, no por otra cosa.

Porque os cuento. La tortada cartagenera es una base de bizcocho con almíbary cabello de ángel cubierta de toneladas de merengue. Ahora hay quien le incluye crema, pero creo que la de siempre, la que hacía mi abuela no la llevaba.

Y entonces yo, que me he echado las manos a la cabeza, me entra nostalgia y digo aquello de :¡el trocito que lleva flor y perlita plateada para mí, porfa!

Eso sí, el asiático solo para ellos. No puedo tomar café, qué le vamos a hacer. Pero ese combinado con leche condensada, café, licor 43 o coñac, granos de café, canela y ralladura de limón no os lo deberíais perder. Pero por favor, en su copa original, sino, no es un asiático.

Por cierto, mi amigo del que os hablé al principio, el que no se atrevió con los michirones, dejó pendiente también el asiático.  ¡Puede que lo hiciera para volver!

¡Tendríais que venir mil veces a Cartagena!

Porque nos han quedado tantas cosas por probar hoy. Los salazones, las pataticas a lo pobre, los pescados frescos,  el guiso de cerdo, los caracoles chupaeros con tomate……

¡Vamos rápidos antes de que cierren la panadería!, que os voy a surtir de esencia Cartagenera. Y cuando estéis en casa os acordéis de nosotros al comer un crespillo, disfrutando de los rollos de pascua cartageneros, los cordiales, las agujas de carne, bechamelas, suspiros y los recuerdos con olor a salitre.

FELIZ  GASTRODOMINGO

EVA GARCÍA AGUILERA