ISIDORO MAÍQUEZ,  luces y sombras.

ISIDORO MAÍQUEZ,  luces y sombras.

 

Desde el 23 de febrero de este año, he tenido ganas y ganas de contar mi “verdadero encuentro “con Isidoro Maíquez. No llevaba demasiados artículos escritos para vosotros y seguía con esta renovada ilusión de conocer, saber, no perderme ninguna exposición de pintura, fotografía….

Unos días antes se había inaugurado la exposición homenajeando a nuestro cartagenero en el emblemático Palacio Consistorial. ¡Qué ganas de estar allí sentí cuando vi la noticia en  prensa! Me fijé en el catálogo que lucían entre sus brazos aquellos privilegiados que ese día estaban allí, y sólo ver su portada sabía que tenía que ser maravilloso. ¡Yo quería uno!

Así fue como moviendo hilos, esa mañana salí corriendo a Palacio, en busca de mi soñado catálogo, y ya volvería otro día con más tiempo para disfrutar de la exposición.

 

Me encantan esos días en los que mi rumbo da un vuelco, esos que rompen la monotonía o lo que simplemente esperamos que pase.

Tímida, pero ya muy contenta con mi catálogo entre mis manos asomé la cabeza, y en ese instante fue cuando me sentí pequeñita. El comisario de la exposición, Javier Lorente, explicaba ilusionado cada una de las 52 obras que allí han lucido hasta hace muy poquitos días, bajo los rayos de sol colándose por esas ventanas blancas que tanto me gustan de nuestro Palacio Consistorial. Estaba acompañado de dos señores que le escuchaban con atención, interactuaban, y rápidamente me invitaron a unirme a ellos.

 

Uffff,  entonces me hice aún más pequeña, porque de repente me encontré arropada por dos grandes personas, dos grandes actores de teatro que sus caras me resultaban conocidas, pese a la mascarilla que nos cubría la sonrisa, y un gran pintor, fotógrafo, columnista de prensa , que junto al entusiasmo por el personaje llenaba la sala de sabiduría y arte.

Yo, aficionada a la fotografía, casi recién estrenada como articulista en prensa, con muchas ganas de saber, pero con la inseguridad de no poder aportar mucho a esas tres personas, estaba feliz por fuera, pero temblando por dentro.

Javier Lorente, José Salguero y Manuel J Llamas sin saberlo, me llenaron de ilusión mi día. Así que me subí con el tren ya en marcha y continué con ellos ese recorrido tan especial repleto de  sensibilidad y devoción que tantos artistas habían preparado para nosotros en todas las obras.

Y allí fue cuando aprendí mucho, cuando el personaje de Maíquez se convirtió en un instante en parte de mi lista de imprescindibles.

Y me llevé una agradable sorpresa, porque yo a Isidoro Maíquez ya lo admiraba hacía años. Ya he dicho que soy curiosa, había leído sobre él, me habían contado cosas en visitas guiadas, anécdotas. Una sorpresa agradable, porque después de unos minutos con estos tres grandes artistas, me vi capacitada para interactuar con ellos. Y es que a veces la inseguridad llama a mi puerta, pero estoy consiguiendo que cada vez lo haga menos.

Conocía la obra de Ángel Maciá, Gaby Guillén, José Carlos Ñíguez, Goyo, Sáenz de Elorrieta, Kraser..., y  descubrí a otros muchos, así que hablamos de arte y mucho de Maíquez.

Me hicieron reír, coincidimos con Kraser en la exposición y tuve la oportunidad de contarles que semanas antes escribí mi artículo sobre este gran artista que nos ha dejado una preciosa obra en La Cuesta de la Baronesa. Aprendí lo que era un despabilador gracias a la obra de Manolo Pardo, porque reconozco que no lo sabía, pero si estaba junto a esos dos grandes actores de teatro, eso no era un problema.

Nos hicimos unas fotografías de recuerdo, dejando en ellos, espero, unas gotas de frescura e ilusión, y ellos en mí una felicidad tan grande que volví a casa caminando junto al puerto con la sensación de ir dando saltitos de esos de niña pequeña.

Y es que Isidoro Maíquez se merece con creces este reconocimiento, quizás un poco tarde, en el  ya pasado bicentenario de su muerte, pero a veces lo esperado se hace eternamente especial.

¡Qué curioso que su nacimiento y su fallecimiento fueran un 17 de marzo! Porque este cartagenero nació un 17 de marzo de 1768, en un entorno teatral, hijo de un cordonero de seda que lo introdujo desde niño en este arte de la interpretación, con papeles cortos pero que le empujó a ser el  gran dramaturgo que conocemos.

A veces siento que el tiempo se estanca en algunos aspectos de nuestra vida, que no somos capaces de evolucionar, y que hay rasgos innatos en algunas personas que persisten agarrados como lapas a los siglos y siglos de nuestra historia. Me refiero a la envidia, a la política, a la lucha, al afán del desprestigio. Y Maíquez no se iba a librar de ello. Y es que parece que cuando alguien lucha por la innovación, se sale de la línea imaginaria que han dibujado para nosotros, no es del agrado de algunos, quizás de los conformistas, de los inseguros, de los que están vacíos por dentro y temen el reconocimiento de las virtudes y talentos de otros. Parece que no está hecho el mundo para los valientes. Y sino recordar a Isaac Peral, otro cartagenero con talento y un desenlace similar. Y bueno, podríamos decir que Peral prefirió retirarse y evitar conflictos, agachó su mirada ante la injusticia y buscó otras formas de desarrollar su talento sin hacer ruido.

Pero ese no era el carácter de Isidoro Maíquez, este cartagenero se enfrentaba con un carácter orgulloso y altivo para defender su arte, para dignificar el teatro, para premiar la innovación. Quizás por ello esas injusticias que los cobardes aplican, esos destierros, esos despropósitos minaron su cordura, y le llevaron a esa vida de “luces y sombras” de la que tanto se habla.

Maíquez había escuchado la importancia que el teatro tenía en Francia, y ni corto ni perezoso viajó para perseguir su sueño, “EL SUEÑO DE MAIQUEZ”. Se convirtió en el discípulo del dramaturgo y director francés TALMA, inhaló todos los avances que allí el teatro gozaba para volver a Madrid ilusionado y ponerlo en práctica. Pero la envidia, la política y tantas cosas que hemos comentado no se lo pusieron demasiado fácil.

¿Sabéis que gracias a este cartagenero, tenemos entradas con butacas numeradas? Es más, tenemos butacas en los teatros. Porque hasta entonces, la gente estaba de pie, amontonada en el patio.

MAÍQUEZ incorporó esas butacas para disfrutar del arte, numeró las entradas para evitar desorden en ese preciado regalo que era el teatro, eliminó al gracioso bufón que correteaba junto al telón, prohibió la venta de bebida y comida de esos vendedores ambulantes que interferían en el disfrute de la obra. Incluyó las sesiones nocturnas e introdujo carteles informativos de la obra y los nombres de los artistas. Escribió un Reglamento  en 1.819 para regular la situación económica de los actores, luchó por pensiones para su jubilación, renovó vestuarios…. ¿Es o no un orgullo que un cartagenero fuera el encargado de todos estos avances para dar luz a este arte del teatro? Así que a partir de ahora, cuando estéis relajados disfrutando de vuestra obra favorita en un teatro, acordaros que estáis sentados en una cómoda butaca gracias a él.

Antes comentaba que había aprendido lo que era un despabilador, y es que ese personaje tampoco hubiera existido si no llega a ser por Maíquez.

Hasta el momento en  el que  inició la lucha por dar al teatro  el lugar que se merecía, las obras eran representadas a plena luz. Pero había que ensalzar el arte, había que estar pendiente tan sólo de la obra, no podía haber distracciones. Por ello, el teatro debía de estar a oscuras y sólo el escenario estaría iluminado. Y ahí entraba el despabilador, que se encargaba de mantenerlo iluminado con aquellos velones de la época, controlando que la llama estuviese justo en la medida necesaria para que el escenario luciera perfecto. Tarea complicada, porque a veces algunas prendían con más fuerza que otras y el despabilador no podía distraerse. ¿No te han dicho nunca “despabila”?, pues eso.

Dentro de esta historia de Luces y Sombras, nos quedamos con las luces, con sus éxitos en 1.802 con la obra de Otelo de William Shakespeare y otras como La vida es sueño de Calderón de la Barca, Numancia de Miguel de Cervantes. De su forma de actuar sin necesidad de la exageración y los gestos amanerados de la época. Simplemente con su voz, esa voz capaz de transmitir sentimientos al espectador, porque eso es lo que ocurre cuando actúas con el alma, cuando expresas, cuando tu voz se rasga de emoción o se exalta de alegría. De contar con grandes amigos como Goya o Pérez Galdós….

Y del lado de las sombras, su temprana muerte con 52 años, arruinado, inmerso en la locura por el miedo a las conspiraciones que le arrastraron al más triste y solitario final en Granada. Es lo que ocurre cuando luchas por tu sueño, cuando te opones a las decisiones que  destruyen las condiciones por las que tú has luchado.

Y hoy Cartagena, su ciudad natal, quiere demostrarle que no le olvida.

Por eso, el día 17 de marzo nos reunimos unos pocos, (como veis ya me incluyo porque me hice un huequito entre ellos empujada por mi ilusión), en la Plaza San Francisco, porque allí, arropado por dos grandes árboles de inmensas raíces, luce esbelto y con la postura digna de una gran dramaturgo, Isidoro Maíquez. Y allí se le hizo el entrañable homenaje anual con la entrega de la corona de laurel.

Y porque ese mismo día, con la ilusión ya por las nubes, tuve el placer de estar en el TEATRO CIRCO, rodeada de cultura, en mi fila 3 asiento 14, esta vez para disfrutar de la presentación del libro “ EL ACTOR MALDITO”, con la presencia de su autor Manuel Ponce, de la lectura tremendamente exquisita e interpretada sólo como nuestro actor cartagenero Jorge de Juan supo hacerlo para todos nosotros, y del más bonito homenaje que se le pudo hacer a ISIDORO MAÍQUEZ, la butaca 9 de la fila 1 desde ese día lleva su nombre.

Y aquí queridos lectores, me inundé de arte y emoción, porque entre el Teniente Alcalde, la gerente del Teatro Circo,  Concejal de Cultura y grandes actores y ahora amigos, que están representando con éxito la obra de teatro UNA ESTATUA SIN PALOMA, estaba yo, observadora de todo lo que allí ocurría. Y gracias a aquella casualidad que empezó con la visita a la exposición, hoy me siento orgullosa de llenar mi vida de cosas bonitas y compartirlas con todos vosotros.

Gracias a todas las buenas y generosas personas que estoy encontrando en este nuevo camino.

 

FELIZ Y BONITO DOMINGO, FELIZ Y BONITA VIDA.

 

 

EVA GARCIA AGUILERA