JUAN DE LA CIERVA, CIEN AÑOS CONQUISTANDO EL CIELO
JUAN DE LA CIERVA, CIEN AÑOS CONQUISTANDO EL CIELO
Corría el año 1895, septiembre llegaba a su fin y a muy poquitos metros del Real Casino de la ciudad de Murcia nacía un niño de ojos vivos moviendo sus brazos como si quisiera volar. Sí, un 21 de septiembre Juanito aterrizaba en el mundo para cambiarlo, aunque él todavía no lo sabía. ¿O quizás sí?
Juan de la Cierva y Codorniu, cuyo padre, Juan de la Cierva y Peñafiel fue Alcalde de la ciudad de Murcia, Gobernador de Madrid y Ministro en varias ocasiones.
También era nieto de Ricardo Codorniu, un hombre al que se le conocía como el apóstol del árbol, por su gran labor de reforestación en Sierra Espuña.
Vaya, que Juanito inició el vuelo hacia la vida sobre la ciudad murciana, donde vivió en el seno de una familia de clase alta, sus primeros nueve años. Después marchó a Madrid, sin dejar nunca ese hilo invisible que nos une al lugar donde nacimos y fuimos felices.
Aterrizó en Madrid en una bonita casa junto al Retiro, un edificio de tres plantas donde vivían los De la Cierva y en la planta baja Antonio Maura, político español que fue presidente del Consejo de Ministros durante el reinado de Alfonso XIII. Era muy habitual que se celebraran en el jardín encuentros y ágapes con grandes personalidades de la época.
Mientras tanto, Juanito, hacía aviones de papel que los lanzaba a volar por la ventana mientras estudiaba los giros con cara de soñador. Aviones de papel que sobrevolaban a veces las copas de los árboles y otras que… caían en el plato del señor Maura en el momento más inoportuno.
Y así ocurrió aquel día soleado, un avión de papel cayó en picado en el plato de Antonio Maura provocando el enfado contenido. Bueno, contenido, contenido… ¡ Con lo listo que es el padre y lo tonto que ha salido el hijo!
Y como me cuenta su bisnieta Laura de la Cierva, mira el tonto, el INVENTOR DEL AUTOGIRO.
Juan de la Cierva y Codorniu con el invento del autogiro, ha sido la mayor aportación que ha hecho España a la aviación de todos los tiempos. El inicio del ala rotatoria fue una genialidad, un sistema de aviación totalmente nuevo. Marcó el inicio, dibujó el camino para que hoy existan los helicópteros. Pues utilizaron varias de las patentes del rotor del autogiro de Juan de la Cierva para ponerlos en funcionamiento.
Y es que Murcia es la cuna de los grandes inventores en España. En eso no hay discusión. El influjo de la luna, el olor a la flor de azahar o que somos sol y mar.
Si no decirme vosotros. Isaac Peral, cartagenero que inventó el submarino y Juan de la Cierva, murciano, inventor del autogiro. Por mar y por aire nos llevaron estos grandes. Por aire y por mar llevaron su ciudad y su región con orgullo por todo el mundo. Y como casi siempre ocurre, cuesta que sean profetas en su tierra.
¿Sabéis que el año de nacimiento de Juan de la Cierva es el mismo en el que falleció Isaac Peral? Parece que se pasaron el relevo para que la región de Murcia estuviera siempre orgullosa.
Menos mal que a veces aparecen familiares inquietos que no dejan que se esfumen los logros, que desvanezcan los reconocimientos, y luchan por todo el mundo para mantener en alza el valor del invento y del inventor. Es el caso de Laura de la Cierva, un torbellino que no pone límites, que no cree en las fronteras y que no frena las ganas de que el nombre de su bisabuelo y el autogiro ocupen el lugar que se merecen. Puede viajar a Australia, subir a un autogiro italiano y preparar una exposición con sus pinturas únicas. Y al mismo tiempo, comparte conmigo la parte humana y anecdótica que sabéis que siempre me gusta contar, porque al final, esa es la auténtica verdad de las historias bonitas.
Pero, ¿por dónde iba? Ah, sí, me quedé en aquel niño, Juanito, que convertía el Retiro en una pista de vuelo con sus aviones de papel...
Las matemáticas y las ciencias eran su propio rotor en la vida. Inició la carrera de Ingeniero de Caminos en Madrid. ¡Era un alumno brillante! Sus compañeros le admiraban, decían que era ese ideal que todos trataban de tener. Y entre esos amigos, había dos, los de siempre, los leales, los que se lanzaban con él a hacer realidad los sueños. José Barcala y Pablo Díaz aportaban también genialidad con sus conocimientos, y en 1912, con solo 16 años, construyeron uno de los primeros aviones biplanos españoles que llegó a volar, El CANGREJO. ¿Sabéis que las pruebas se hicieron en el aeródromo de Cuatro Vientos en Madrid, con éxito? Esto ya iba cogiendo forma, ¡vaya que sí!
Noches largas de estudio, de pruebas, de buscar opciones de vuelo seguras, fueron dando paso al invento. La mayor preocupación para Juan de la Cierva era la seguridad. En 1920 comenzaría con un prototipo, el C-1, que no llegó a volar. Pero les siguieron el C-2, C-3…
¡Y llegó el C-4!, que incluía la unión de las palas del rotor en su raíz. Voló durante tres minutos a una altura de 25 metros a 100 kilómetros por hora.
Y comenzaron a creer en él. El Gobierno le apoyó para crear el C-5 y el C-6 … y en 1926 un grupo financiero británico le apoyó para crear THE CIERVA AUTOGIRO COMPANY, con el fin de construir y mejorar el autogiro.
Juan de la Cierva compartió su ilusión y la innovación de su invento por todo el mundo. Pero ¿sabéis qué es lo mejor de todo? ¡PILOTABA SUS PROPIOS AUTOGIROS!
Eso se llama confianza en uno mismo y lo demás son tonterías.
Tanto creía en su genialidad, que cruzó el Canal de la Mancha en 1928. Él lo que quería era que el aparato se mantuviera en el aire a una velocidad reducida y que aterrizara casi en vertical. Y por eso diseñó un aparato seguro para la aviación comercial de la época.
El rotor es para el autogiro de Juan de la Cierva como fue el aparato de profundidades para el submarino de Isaac Peral.
Juan de la Cierva, en una gran exhibición de vuelo de autogiro realizada en Estados Unidos, consiguió aterrizar justo en el punto señalado en medio del campo. Demostró que se podía realizar el aterrizaje puntual.
Como hiciera el inventor cartagenero con el submarino, demostrar que podía llegar al punto indicado sin ser visto.
El autogiro realizó el primer aterrizaje en un barco. Pilotado, cómo no, por su inventor. El Dédalo, con 60 metros de eslora recibía al modelo C-30 en el puerto de Valencia. Fue una demostración perfecta para fomentar la venta en España.
Porque en el resto del mundo todos los países andaban boquiabiertos en busca de su autogiro. Japón, Italia, Estados Unidos, eran ejércitos que querían probarlo…
En Irán se utilizó para patrullar fronteras. En otros países para el control de carreteras. Era una manera de volar fácil y seguro sin necesitar un espacio grande para aterrizar, donde se demostró que los accidentes ocurridos con este invento fueron en su mayor parte por errores humanos.
¿Y sabéis una cosa? Juan de la Cierva cedió el derecho de las patentes en España. A todo aquel que quisiera construir un autogiro en nuestro país, le regalaba la patente.
Y es que ya lo dice Laura de la Cierva, su bisnieta, era un hombre generoso, entrañable.
Me cuenta que cuando estaba en Londres, volvía a Madrid cargado de regalos para todos los niños de la familia, casi más ilusionado él que ellos.
Que tiene cartas en las que se percibe a ese hombre bueno, de carácter afable. Siempre escribiendo de manera cordial y muy especial.
Me dice también Laura que era elegante vistiendo y muy ordenado. Nunca faltaba en su armario una buena colección de sombreros, corbatas y chalecos.
Y yo hoy puedo contar que he estado junto a un autogiro muy especial. Aunque quiero aclarar que las fotografías fueron de una visita antes de que estuviera finalizado.
Porque en el Instituto SANJE de Alcantarilla, junto con otros dos institutos más de la región, Cieza y Murcia, han llevado a cabo un proyecto y un sueño de su bisnieta, que de principio a fin ha estado colaborando con ellos.
Una réplica del autogiro C-30 a escala real. Un proyecto llevado a cabo gracias a ayudas que fomentan las iniciativas de la Formación Profesional y a la iniciativa de esta mujer que lucha cada día por dar luz al invento de su bisabuelo. Y estas cosas me encantan, porque llevando a las aulas a los grandes de nuestra región, acercamos al conocimiento de los adolescentes las ganas de saber y conocer.
Un proyecto que cuenta Abraham, profesor del instituto SANJE, que ha durado dos años. Un trabajo importante donde se ha cuidado hasta el último detalle, y que al finalizarlo han comprobado que el peso de la réplica es igual al peso del original, 700 kilos. ¡Sí que lo han hecho al detalle, sí!
Y yo hoy quiero reivindicar que cuidemos de los nuestros, de nuestros grandes inventores, músicos, pintores… Que nuestra región es la cuna del arte, que somos muy afortunados. Que le demos valor a las grandes personas que han dejado huella por todo el mundo.
¿Por qué no vivir la vida sencilla y alegrarnos de los logros de las personas?
Juan de la Cierva falleció en un accidente de avión a los 41 años, ironías de la vida. A veces no tenemos todo el tiempo por delante. Y hace muy poco que se cumplió el centenario de ese logro para la humanidad.
Y no quiero terminar este relato tan bonito de manera dramática, ni mucho menos. Así que me he guardado una anécdota para el final.
El pastel de cierva, tan típico de San Javier no lleva carne de cierva dentro. Se lo pusieron en honor al padre de Juan de la Cierva. Porque dicen, cuentan, que en una comida en una visita al Mar Menor, le encantó y quisieron ponerle el apellido del que fue ministro de Alfonso XIII, Juan de la Cierva y Peñafiel.
Por cierto, mira que está rico.
Ah, y espero que esa réplica a tamaño real tenga el lugar que se merece. Quizá en el aeropuerto de Corvera estaría genial, y si le ponen el nombre del inventor del autogiro, ya sería la guinda del pastel. Es sólo una sugerencia que me acaba de venir a la mente.
Lo digo todo y no digo nada…
Y le doy las gracias a nuestro cartagenero, humorista gráfico, José Manuel Puebla, porque hoy él será el que os saque una sonrisa con esta viñeta que me ha cedido para que esta historia termine así de bonita.
FELIZ DOMINGO PARA VOLAR Y SOÑAR
EVA GARCÍA AGUILERA
Feliz domingo