LA BAILARINA DE LA VELADA MARÍTIMA
LA BAILARINA DE LA VELADA MARÍTIMA
Había escuchado hablar de ella en algunas ocasiones, y lo más curioso, cada vez con una versión algo diferente. Pero lo que sí es cierto, es que en el cementerio de Los Remedios de Santa Lucía hay una tumba con aspecto de años de abandono donde se ensalza con coquetería la escultura de una bailarina.
Y me llama mucho la atención un detalle, no existe ni una sola placa sobre esa tumba resquebrajada por los años. Ni un nombre, ni una fecha, nada de nada.
Me detengo allí unos instantes, y si soy sincera me hubiera quedado allí unos minutos más, en silencio, llenándome de la paz que estos lugares me proporcionan. Porque al final allí respiras vidas, sentimientos y recuerdos envueltos en las joyas arquitectónicas que hacen de éste, un lugar especial. Pero no iba sola, un amigo me acompañaba arrastrado por mi curiosidad, por lo que le dediqué menos tiempo del que en ese momento necesitaba. O quizás no.
Dicen que la familia quería mantener el anonimato de aquella bailarina, y que el lugar siempre estuvo cuidado y con flores ,hasta que sus padres alcanzaron una edad en la que sus fuerzas ya no fueron suficientes para vestirlo con sus más bonitos cuidados.
¿Y sabéis qué? Que pienso volver. Y voy a poner color en ese lugar, porque ahora sé algo más de su historia. Quiero fijarme mejor en la postura de esa bailarina esbelta a la que una vez se le cruzó el destino, llevándola hasta el fondo del mar dejando sus ilusiones sin cumplir.
¡No quería ser sirena, destino inoportuno, solo quería bailar y bailar!
Porque aquella joven, un 25 de julio de 1972, subida en lo alto de una barcaza con miles de luces de colores, como si fuera su cajita de música, se asomó con ilusión para saludar a la multitud que observaba una cabalgata mágica sobre el mar.
Sí, fue la última VELADA MARÍTIMA DE CARTAGENA.
¿Sabéis que la velada marítima de Cartagena era el acontecimiento más esperado de las fiestas de verano de la ciudad?
Me cuentan que junto con la procesión de la Virgen del Carmen, las corridas de toros, las batallas de flores, ese día era el más espectacular.
¡Hasta en el NODO dicen que a veces se anunciaba como parte de la crónica social de la época!
Y es que ya en el siglo XIX se celebraba. Y aunque no fue una tradición continua, sí se retomaba periódicamente y todos los cartageneros disfrutaban y presumían del poderío, la alegría, y la elegancia de sus fiestas.
Yo no sabía de la existencia de aquellas puertas tipo “Feria de Sevilla” que se alzaban en el muelle. No las había visto ni en fotografía.
¿No os da pena ver cómo perdemos las mejores tradiciones?
¿Y esas barcazas, tan presumidas ellas, decoradas para navegar frente al jurado y las tribunas colocadas en el puerto?
Aquella velada era todo ilusión, todo emoción. Los cartageneros se deleitaban con aquella cabalgata nocturna sobre el mar, que se iniciaba en el puerto y llegaba hasta el barrio de Santa Lucía.
Me cuentan que venían de cada rincón de la ciudad, que ponían facilidades para el acceso a esta fiesta a todas las pedanías, e incluso que de Murcia venían más de 1.000 pasajeros en un tren al que le llamaban “el tren botijo”.
Pero volvamos a nuestra bailarina.
Aquella noche, el Ayuntamiento quiso sumar al desfile una bonita barcaza fuera de concurso, la “ Río Tajo”. Tanto llamó la atención de los cartageneros que se sobrepasó sin control el peso máximo que era capaz de aguantar.Un hecho que se agravó con la circunstancia de que todas las personas se situaban en el mismo lado, aquel en el que se veía mejor el espectáculo.
¡Cuántas veces habré escuchado a mi madre contar lo impactante y desolador que fue el ver a lo lejos cómo aquella carroza se iba volcando hacia un lado y la catástrofe que ocurrió!
Muchas, lo he escuchado muchas veces. Y siempre pensé que hablaba de un barco pesquero de la procesión marítima de la Virgen del Carmen.
Ya veis como la ignorancia de juventud puede convertirse, en la edad adulta, en curiosidad y aprendizaje.
Y fue allí donde nuestra bailarina se sumergió entre pánico y gritos en el fondo del mar de nuestro puerto. Ella y muchos otros cartageneros que aquella noche habían subido a aquella maravilla que brillaba sobre el mar, con la única ilusión que disfrutar de la velada.
Se quedaron muchos sueños por cumplir, el vacío en el corazón de la ciudad y la imagen imborrable en la retina de todos.
Y hoy dejadme llenar el cielo de besos, allí donde entre nubes de algodón dicen que una bailarina cada día baila de puntillas con su mejor sonrisa.
FELIZ DOMINGO, LINDA BAILARINA
EVA GARCÍA AGUILERA