LA LUNA DE MI INFANCIA

LA LUNA DE MI INFANCIA

 

De pequeña pensaba que me perseguía la luna. Con la cabeza apoyada en el cristal de la ventanilla del coche la observaba tranquila, la miraba de reojo durante todo el trayecto de vuelta a casa. Si nosotros parábamos, ella también lo hacía. Si aquel vehículo con tapicería de piel rojiza aumentaba la velocidad, entonces mi luna llena corría tras de mí.

Soñaba con alargar mi brazo y tocarla con la punta de mis dedos.

Círculo perfecto de color blanco nieve, te imaginaba fría como el hielo. Aquel hielo quebradizo que me encantaba acariciar  en los meses de temperaturas que descendían sin control, posado tranquilo sobre las hojas de los geranios en el patio de mi abuela.

Hielo quebradizo, que con el roce de mi piel se transformaba en pequeñas gotas de agua. Era entonces cuando la melancolía que me acompañó desde niña me hacía creer que acababa de romper una lágrima.

Romper una lágrima era como tocar por un instante la eternidad, borrar la tristeza de las almas desoladas.

Luna llena, posada sobre el misterio de la noche en mi dormitorio de colores rosados. Acurrucada sobre mi almohada de plumas, corría las cortinas de mi ventana para ver si me habías seguido hasta aquí.

Y allí estabas, para jugar juntas a imaginar figuras que se formaban sobre tu piel fina. También lo hacía con las nubes de algodón, pero la noche siempre tuvo algo especial.

Controladora del mar y del sueño, de la luz nocturna sobre las alamedas infinitas de farolas apagadas.

Vestida de rojo, luna de sangre. Creciendo, como la súper luna, heroína de mis sueños.

Una súper luna que creció con una súper niña que nunca dejó de mirar hacia atrás para buscarte.

¿Y sabes una cosa, luna de mi infancia?  Me he dado cuenta de que ya no me sigues como entonces. Camine tranquila o por el carril rápido de la vida, me giro hacia atrás y te veo en la lejanía, cerquita del horizonte, aquel que divide mi paisaje de adulta en dos.

De pequeña, pensaba que me perseguía la luna. La misma luna que hoy me lanza trocitos de estrellas para que nunca vuelva a caminar sola.

FELIZ DOMINGO

EVA GARCÍA AGUILERA