LAS PELIS DE UNA OCHENTERA Y OTRAS HISTORIAS
LAS PELIS DE UNA OCHENTERA Y OTRAS HISTORIAS
¡Por fin lo he hecho!, mi primera clase de pilates con aparatos. Eso sí que es hacer ejercicio y descubrir músculos que no sabía que tenía. Claro, es una clase pequeñita, de cinco o seis personas. No como el gimnasio al que iba enfrente de casa, que era una clase inmensa con más de cincuenta personas y yo me ponía atrás del todo. ¿Sabíais que hacía?, pues cuando la profesora no miraba paraba de hace abdominales y me recostaba feliz en mi colchoneta. ¡Y con eso me creía yo que la engañaba a ella!
Pero eso se ha terminado. He llegado a mi clase con mi outfit perfecto para la ocasión y al entrar y ver ese aparato del que colgaban mil muelles, arneses, adaptadores para curvar tu cuerpo más de lo que nunca hubieras soñado…
Era la primera, no había nadie más en la sala. Y he pensado, uf, a ver si me he colado en la sala de juegos de Christian Grey. No sabía si ponerme a esperar de rodillas y hacerme una trenza o…
Anda, sí, hacer ahora como que no os sumasteis al furor de Grey. Ese joven millonario, atractivo, que aterrizaba el helicóptero en la terraza de su edificio y tenía una sala para jugar con chicas sumisas.
Más de una vez le he dicho a mi chico aquello de, ¿vienes a buscarme o llamo para que vengan con el helicóptero de Christian Grey a por mí?
Una trilogía que después hicieron película. Y entre nosotros, me los leí y vi las pelis. Pero os voy a ser totalmente sincera. Yo con lo que disfruto como una enana es con las películas de los ochenta.
Y a veces hay algo que me hace despertar la ilusión de volver a ver alguna. Como hoy, que he pasado por un kiosco de vuelta a casa tras mi clase de pilates. Por cierto, que no os lo he dicho, a las ocho de la mañana la clasecita. Pues eso, que he cruzado el umbral de ese kiosco que huele a kiosco. Pequeño, con un señor con gorra de cuadros y un cigarro en la boca, apagado, claro, y mis ojos se han abierto ante …un coleccionable para tener en casa un E.T el extraterrestre a tamaño real, que pone que emite sonidos, se encienden luces y algo así como que responde a estímulos. Ya sabéis, el de mi casa, teléfono…, de cuello largo, ojos grandes, muy tierno… ¿Lo tenéis?
El primer fascículo y una pieza por 1 euro, chollazo. Pero claro, era una pieza que no identificaba qué era. Y tenerlo completo me ha dicho el kiosquero que salía por unos 1500 euros. No sé, igual me sale más barato ir al espacio y buscarlo donde quiera que se lo llevaran al pobre, después de recuperarlo en un estado lamentable y devolverlo a su planeta.
Entonces lo he pensado mejor y le he dicho al señor de la gorra de cuadros, ¡cuando traigan el dedo con la puntita de luz roja, me avisa, porfa! Y me ha sonreído, asintiendo, sin decir nada.
Oye, y me han entrado ganas a mí de ver la peli. A ver si hago palomitas y nos sentamos los cuatro en casa a modo Los Simpson y hacemos una maratón.
Empiezo por E. T. y a saber por dónde sigo.
Porque, qué buenos recuerdos, ¿verdad? Cuando íbamos a un cine en el centro de la ciudad. Jo, es que no quiero parecer viejuna… Pero ahora en el centro comercial no es lo mismo. Las butacas, los cines antiguos que mantenían esa ornamentación en su interior conservada de muchos años. Era muy acogedor y principesco.
Aunque reconozco que los cines actuales son un pasada. Es muy difícil que nadie te tape con su cabezón. Ya sabes, el típico grandullón que cae siempre delante de ti. La acústica es perfecta y las butacas muy cómodas.
Pero, ¿sabéis lo que fue para mí ver Los cazafantasmas, La historia interminable, La mujer de rojo o Regreso al futuro en aquellos cines? Corría el año 82 cuando estrenaron E.T. y por el 84, 85 el resto. Así que me pilló entre los nueve y once años.
Ah, ¡qué se me olvidaban los Gremlins! Yo tengo un Gremlin bueno, porque lo mimo y tengo cuidado de que no se moje y no coma a deshoras. A veces cuando veo sus ojos asomar en la estantería, con las orejas de Minnie Mouse, entre la rana Gustavo y Hello Kitty no creáis que me fio mucho.
De aquella época, que era todavía pequeña, me afloran los recuerdos de ir al cine con mi tía y mis primos y otras veces con mis padres y mi hermano.
A mí me hacía mucha ilusión. Llegabas a la puerta del cine Central o el cine Maízquez, te asomabas de puntillas para poder ver a la taquillera entregando las entradas a cambio de uno o dos billetes y entrabas feliz, pasando antes por la cantina que tenían aquellos cines para comprar unos gusanitos y un Kojac de fresa. Eso a mí no me podía faltar. Tampoco el Peta Zeta, pero en una ocasión me dijeron que era un poco ruidoso y ya me dio miedo volver a comprar uno para tomarlo en el cine. Y era entonces, cuando deslizabas hacia un lado la cortina de terciopelo granate para entrar a la sala, y te esperaba la figura del acomodador. Pero un acomodador de los de antes, que si eras de los que llegabas cuando el león ya estaba rugiendo, allí estaba él para que te acomodaras en tu butaca elegida y disfrutaras de lo lindo.
¡Qué momentos tan tiernos!
Y pasaron dos o tres años de aquello y ya todo cambió un poco. Unos años que nos abrían las puertas a la preadolescencia.
¿Os acordáis de la peli Dirty Dancing? Si traducimos el título es algo así como baile sucio. Bueno, yo lo dejaría en sensual. Esa peli vino unos años más tarde. Madre mía, aquel baile revolucionó a todas las chicas y chicos de mi instituto. Estábamos en primer o segundo curso, y en los bailes en la discoteca LA DAMA para recaudar dinero para el viaje de estudios, aquello era una locura.
Había un guaperas de los del pelo peinado hacia el lado, con un flequillo mejor planchado que mi pelo recién salida de la peluquería, que cuando estabas distraída te agarraba del brazo y te tiraba hacia él. Daba igual si estabas en la discoteca o en el patio del instituto. Se convirtió en un ritual. Y tengo que decir algo, bailaba genial y si te dejabas llevar parecía que tus pies no tocaban el suelo. Y el chico, del que no recuerdo su nombre, siguió con la afición hasta terminar bachillerato. Porque le alcanzó por los 90 el famoso baile de LA LAMBADA. Ese sí que era de pegar los cuerpos y no soltarse hasta el final.
Los 90, en aquella época ya dejé de ser la niña a la que le gustaba E.T. para ser la adolescente que iba al cine con sus amigas a ver Pretty Woman. Uff, Richard Gere ha sido el amor de mi vida, cinematográficamente hablando, claro. Desde una vez que pusieron la película de Oficial y Caballero en la televisión, ya nunca lo he olvidado. Incluso ahora de mayorcito lo veo tan guapo.
Y en Pretty Woman es que estaba al punto más, aldente, recién horneado con aroma a vainilla… Umm, perdón, me he ido por un instante a otro lugar, ja,ja.
No me digáis que no es una película que aunque la pongan cien veces en televisión, no dejáis de verla. Es adictiva, y tiene un final tan bonito.
Y sí, estoy de acuerdo, no muestra la realidad del mundo de la prostitución y todo eso. Pero es ficción y a mí me encanta.
¿Qué sería la vida sin ficción, fantasía y sueños? Por eso, yo que he soñado por un instante en tener mi E.T. a tamaño real en casa, pero me parecía excesivo su precio final y encima montarlo , he rebuscado en mi caja de recuerdos y he encontrado uno pequeñito que creo que fue un llavero, pero ahora está despojado de su anilla, así que le he hecho un sitio en mi ordenador.
Con todo lo que os he contado no creáis que soy de las que dicen, como escribió Jorge Manrique, cómo a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor. No, no. La vida es cada instante, cada momento y en cada lugar, así que no dejéis de disfrutar de las pequeñas cosas en el presente, aunque a veces rebusquemos en nuestro pasado y disfrutemos de una tarde de pelis ochenteras y palomitas. Y cuidado que no se os caigan al suelo, recordar que los Gremlins no pueden comer, después de media noche.
FELIZ DOMINGO CINEMATOGRÁFICO
EVA GARCÍA AGUILERA