PERIN, GALIFA Y PORTÚS, un paraíso al alcance de todos.
PERIN, GALIFA Y PORTÚS, un paraíso al alcance de todos.
Es domingo, uno de esos domingos que te despiertas tranquilo, temprano y descansado. El viento por fin ha dado tregua y los primeros rayos de sol comienzan a entrar por tu ventana, avisando que fuera tenemos un maravilloso mundo de paisajes y lugares por descubrir.
Si algo creo que esta situación que todos estamos viviendo nos ha enseñado, es a descubrir rincones y sitios que siempre estuvieron cerca y que nuestros caminos no se cruzaron. ¿O quizás sí? Probablemente sí, se cruzaron sin percibir su presencia, y ahora somos nosotros los que los buscamos.
¿Os parece admisible que la primera vez que descubrí que en Perín había un acueducto fue a la velocidad del rayo y haciendo una fotografía desde la ventana del coche, cuando os conté mi experiencia en mi artículo “un cartero muy rural”?
¿Había visitado el acueducto de Segovia y nunca éste tan cercano? Quizás sea la dinámica habitual del ser humano, intentar buscar siempre lejos de nuestro entorno, teniendo a veces los lugares, las respuestas, la belleza e incluso el amor a la vuelta de la esquina.
Así que nuestra mañana de domingo ya tenía destino, Perín, su acueducto y quién sabe qué más. Porque cuando sales a la aventura, pues eso, que siempre puede surgir algo que no estaba en tus planes, y por eso se llama A-V-E-N-T-U-R-A.
Y allí estábamos, bajo ese impresionante acueducto construido entre 1.940 y 1.945, para dotar de agua potable a los pueblos colindantes, al campo de Cartagena. Su construcción fue importante, ya que hasta el año que finalizó, el agua potable era inexistente, además de dotar de trabajo a muchos habitantes de la zona que fueron protagonistas de su construcción. Esa zona más apartada del centro de nuestra ciudad, pero no por ello menos importante, recuerda la llegada del milagro del agua. Con casi 240 metros, luce bonito sobre nuestras miradas, enmarcando el paisaje con esos arcos que orgullosos llevan años allí esperando nuestra visita, con los almendros que la flor ha dejado paso al color verde y el amarillo de las margaritas con alguna amapola roja que asoma tímida.
El puente de la cuesta de los Roses, nuestro acueducto de Perín desde ya para todos, es hoy propiedad de la Mancomunidad de los Canales del Taibilla.
Seguimos el camino, paseamos por el pueblo, curiosa entro al cementerio, pequeño y ordenado. ¿ Y lo más bonito?, pues que tiene una música de ambiente de esas que siempre transmiten energía, pues está junto a unas pistas deportivas donde más de una docena de niños aspirantes a una nueva medalla de scout, cantan canciones y juegan como se hacía antes. Así que el descanso eterno de los lugareños está bañado por un halo de alegría que seguro es bienvenido.
De repente observo un molino, algo desvalido, pero parece un molino. Un vecino me lo quiere vender por 250.000 euros, al menos eso he entendido. ¡Ni que fuera Rockefeller! Y así como en voz baja, como si de un secreto se tratase, dice que lo que más valor tiene de todo, no es la finca, es que bajo ella ¡HAY AGUA!
Interesante, pero dejemos las inversiones para otro día, porque hoy hemos venido sólo a deleitarnos con el paisaje, porque a lo lejos estoy viendo un pozo. EL POZO COMUNAL DE PERÍN, aquel donde los vecinos en épocas de la inexistencia de agua potable alzaban sus manos para pedir la vez y llenar sus cántaros. Si he de ser sincera, los pozos me dan escalofríos, y ya, ya sé que fueron muy útiles, que aportaban de ese bien necesario muchos años atrás, pero en este caso quise fotografiarlo y no acercarme demasiado.
Y es entonces cuando surgen las sorpresas, esas de las que hablo que tengo la suerte que aparezcan en mi camino. Y es que desde el coche, en la puerta de una casa me enamoro de una bicicleta blanca decorada con tanto mimo, que es tremendamente necesario frenar y fotografiarla. Bajo rápida, y me encuentro con otra sorpresa aún mayor, ¡un huerto decorado con un toque especial, y una zona con toda clase de animales que viven felices en ese bonito entorno! .Llamo a la puerta, allí no es, pero enseguida me indican quiénes son los propietarios. Algo tímida, me indica Flori la propietaria, que podemos entrar si queremos a disfrutar de esa belleza en medio de la naturaleza.
Y así hacemos; hurones, cabras, gallos espectaculares, argaponis, tortuga y un huerto precioso. Después de conocer a Flori, entiendo que sólo alguien con esa sensibilidad, sencillez y mirada tierna es capaz de haber creado ese paraíso en medio de la nada. Y Antonio, su marido, que la apoya y nos cuenta un montón de cosas sin dejar de alabar la dedicación de esta mujer.
¿Y la bicicleta?, pues un guiño, un homenaje que esta gran mujer ha querido hacer a todos los ciclistas que cada día pasan por esa calle de este bonito pueblo.
Hablamos durante un buen rato, es emocionante cruzarte con personas generosas, sencillas, que te abren las puertas de su casa a cambio de nada. Así que con un buen sabor de boca, nos despedimos de Antonio y Flori, prometiendo volver a vernos cuando regresemos a hacer el sendero del agua y degustar los manjares que en El Castillo de Perín sirven en un entorno muy especial. Y con esa sensación que los buenos momentos nos aportan, seguimos nuestra ruta a un pueblo vecino, Galifa.
Desde que lo descubrimos en Navidad, hemos vuelto varias veces. Es impresionante el Belén que con materiales reciclados los vecinos han convertido en visita obligada, no les falta detalle, incluso sus dulces navideños de bienvenida. Está junto a un puente, que tiene un encanto especial, y por ello volvimos la Noche de Reyes, para sentir esa paz bajo las estrellas. La Noche de Reyes más mágica que hemos tenido jamás, una noche de reyes que este año se presentaba triste, pero que de repente Galifa lo hizo inolvidable para nosotros. Por esos estrechos caminos, a lo lejos vimos algo que parecía una furgoneta, un coche iluminado…... Una carroza con los tres Reyes Magos frenó a nuestro lado y nos llenó de luz, caramelos, e ilusión a los cuatro!. ¿Hay algo más bonito que estos momentos inesperados que nos rebosa el corazón de felicidad de la auténtica?
Hay una casita de color azul, superbonita, con una decoración hecha con mimo y mucha alma. Y de nuevo la casualidad, otra Flori vive allí, pero esta vez una compañera del colegio, sí, una de “las micaelas”. Una pelirroja, pecosa y alegre disfruta de la vida en ese bonito hogar, un hogar que lleva su esencia.
Flori nos cuenta lo bonito de vivir en ese entorno, donde los vecinos son familia, las puertas están abiertas, los niños juegan en la calle. El butanero, el panadero, el frutero y el de los congelados les llenan la nevera para toda la semana, con ese servicio personal que sólo en lugares así ocurre.
Se llaman a gritos, hacen sus propios servicios de vigilancia evitando que “los dueños de lo ajeno” resquebrajen ese paraíso de tranquilidad del que disfrutan. Los niños se bañan en invierno en la Balsa del Inglés cuando rebosa de agua, y me atrevo a pensar que incluso los que no son tan niños. Disfrutan de sus fiestas durante el mes de Julio, de su romería, sin olvidar la caza de los muflones…pero sobre todo y para ellos lo más importante: por delante de sus ojos pasan las cuatro estaciones del año. ¿Os habéis parado a pensar lo impresionante de esta frase para los que vivimos en la ciudad?
¡VEN PASAR LAS CUATRO ESTACIONES DEL AÑO!
Tienen el banco del amor, con unas vistas preciosas envuelto en magia, un balcón siempre abierto a las estrellas de la noche, a la lluvia, a las gotas del rocío, al viento, a los amaneceres que tiñen el cielo de rosa, al florecer de los almendros, y ese privilegio de estar junto a una playa privilegiada de la ciudad, el Portús.
Casi huelen el mar desde casa, llegan con sus bicicletas a darse un merecido chapuzón, vestidos o desnudos, a ese rincón especial.
Porque sí, el Portús es otro regalo de esta zona de nuestra ciudad, un entorno agradable que será el encargado de sumar un momento más en nuestra vida ajetreada, para llenarla de paz. Y no sé a vosotros, pero a mí el mar me da vida, así que si a vosotros también os llena de fuerza y energía, es muy probable que en un tiempo no muy lejano, nos encontremos allí.
FELIZ DOMINGO. EVA GARCÍA AGUILERA