RECUERDOS SIN FECHA DE CADUCIDAD

La Ventana de Eva

RECUERDOS SIN FECHA DE CADUCIDAD

 

¿Dónde estará el dichoso ticket?

Almudena está con la cabeza metida en su bolso. Su larga melena de pelo ondulado se cuela con gracia entre pañuelos de papel, un pintalabios que se encuentra ya en las últimas , un monedero que le regaló su chico hace un tiempo y que siempre lleva con ella, las llaves del coche…

¡ No tengo remedio, otra vez lo he perdido!

Vacía el bolso entero en el asiendo derecho de su coche, un escarabajo amarillo. Discreto no es, en cuanto lo aparca en cualquier sitio, la intimidad de dónde ha estado se evapora en un instante.

Menos mal que sólo caducan los tickets de compra y no los recuerdos, canturrea con una música que acaba de componer para quitarle hierro al asunto.

No es fácil tener un amor a distancia, un amor a escondidas. Haces planes, pero luego las piezas del puzle no encajan. Y Almudena, que es detallista hasta las pestañas, que le gustan las sorpresas, no es la primera vez que ha comprado un regalo a su chico y han dado lugar a que la fecha de devolución haya llegado antes que su encuentro.

Menos mal que sólo caducan los tickets y no los recuerdos.

 

Una tarde de septiembre Almudena iba caminando por la orilla del río de su ciudad. Un río coronado por cinco puentes a los que siempre había querido subir para cruzar al otro lado. ¡Tenía un vértigo que le paralizaba el alma!

Pero ese día, sabía que sería el día. Inhaló y exhaló cinco veces antes de poner un pie en aquella plataforma metálica y comenzó a dar los primeros pasos. Algo le llamó la atención. Un montón de candados se aferraban a los laterales del puente. Y en su afán de querer saber los nombres de los tortolitos que los habían cerrado y tirado la llave al río, se acercó.

Sólo una mirada suave hacia abajo consiguió que la chica de larga melena y pelo ondulado se quedara inmóvil del pánico.

Al otro lado del puente un chico moreno con una sonrisa escondida que le daba aspecto de buena persona, la observaba. Avanzó con paso rápido hasta Almudena, creía que se había mareado. Pero no, la vio helada como el hielo, sin articular palabra. Le ofreció una mano, después la otra y la trajo hacia él. Almudena seguía sin poder hablar, pero le hizo sentir segura y caminó hasta el otro lado.

¡Qué vergüenza!, dijo con la mirada baja. Él no dijo nada, la cogió por los hombros y se sentaron en aquel banco de madera vieja con olor a hierba mojada.

Se besaron. Sólo hizo falta un instante para saber que se habían convertido en amantes mientras la tarde se iba convirtiendo en noche. Ella apoyó la cabeza sobre el hombro de aquel chico y suspiró. Desde aquel día se han querido siempre, aunque a veces los tickets caducan y los regalos no llegan a las manos del otro.

 

 

Ciudades diferentes y vidas demasiado estructuradas nunca resquebrajaron ese amor imprevisto. No hacía falta verse, ni tocarse, para que ese amor fuera tan fuerte que la luna bailara alrededor de sus corazones latentes.

 

Pero cuando se veían… La complicidad y la pasión aderezaban su historia. El silencio, los besos a escondidas, los sueños de eternidad.

¿No me olvidarás nunca, verdad, chico guapo?, le preguntaba siempre su chica de ojos vivos.

Él la miraba y no decía nada. Era de pocas palabras ante preguntas comprometidas. Metódico y práctico sabía que serían siempre lo que ellos y la vida les permitiera ser.

Almudena, han venido a verte, avisaba una chica con voz alegre y bata blanca.

Está en el jardín, en el banco de madera junto al estanque, le indicó al chico guapo.

El chico guapo se había convertido en un hombre que mantenía la esencia de la juventud, aunque habían pasado algo más de dos décadas. Llevaba una bolsa en la mano y la sonrisa escondida.

Almudena lucía su larga melena blanca recogida en una trenza que le descansaba sobre su pecho. Sus ojos eran expresivos y su sonrisa nunca faltaba en su rostro de tez morena por los paseos al solecito a orillas del estanque. Cómo si siempre estuviera en un sueño, caminando de la mano y escondiéndose para besar a su chico en un portal.

¿Dónde estará el dichoso ticket? Menos mal que sólo caducan los tickets y no los recuerdos, canturreó Almudena.

¿Quién eres tú, chico guapo?, le preguntó a su visita, con ojos de eterna enamorada.

Ese hombre que rebosaba una mezcla de amor y tristeza se secó una lágrima con disimulo y le dijo, soy el amor de tu vida.

¿Entonces podrías besarme en el puente que hay junto al río? Sólo tenemos que tener cuidado para que nadie nos descubra, somos un amor imprevisto, le dijo Almudena con luz en los ojos haciendo un guiño para que la cogiera de la mano.

¡Has tardado tantos meses en venir que se me ha vuelto a caducar el ticket y no puedo devolver tu regalo!

Menos mal que sólo caducan los tickets de compra y no los recuerdos, mi chico guapo.

Él, Samuel, contuvo el silencio. La abrazó. ¡Cuántos abrazos se perdieron en aquellos años de amor a escondidas del mundo!

Miró a Almudena con los ojos empañados, y le dejó una bolsa colgada en su muñeca.

¿Y tú quién eres?, le preguntó Almudena desorientada.

Hasta mañana, Samuel, le despidió la enfermera.

Almudena había abierto la bolsa que aquel desconocido le había dejado. Y mientras descubría  con ilusión ese pompero y comenzaba a soplar despacito, para llenar el jardín de pompas transparentes, canturreaba aquello de, menos mal que sólo caducan los tickets y no los recuerdos.

 

 

 

 

ELLA SE OLVIDA DE MÍ A VECES, HA BORRADO LOS RECUERDOS, PERO NO LOS SENTIMIENTOS.

YO SIEMPRE SABRÉ QUIÉN FUE Y QUIÉN ES ELLA

Firmado,

Su chico guapo

 

 

 

FELIZ DOMINGO

EVA GARCÍA AGUILERA