Rincón Literario de Paco Marín: “Roma y viceversa“

TÍTULO:     Roma y viceversa

AUTOR:      Miguel Sandín

EDITA:       Pez de Plata (2021) -La Risa Floja-

Encuadernación: Rústica con solapas. Tamaño: 14 x 21 cm. Número de páginas: 248. PVP: 17,90 €. ISBN: 978-84-122898-5-5

“Roma y viceversa” es uno de esos libros que se deberían distribuir por los colegios para que los alumnos aprendan historia, de una forma divertida y distendida.

La novela encierra una crónicaectoplasmática’ que aporta tal cantidad de información, que hace tener a “Roma y viceversa” como libro de cabecera. Perfecta crónica de las calles romanas y su transitar -colores y olores-, de los puestos callejeros, de las diversiones y espectáculos. Aprendemos y conocemos las distribuciones de las viviendas y sus nombres…al tiempo que nos deleitamos con unos menús más que curiosos.

Lo dicho: así debería contarse la historia y leerla provisto de bolígrafo y papel para que se nos escape ningún detalle ni personaje…terrícola o extraterrestre…

«Marcelo Mayoral lo tiene todo para fracasar: la apariencia de un hombre gris, rutinario, maniático, aburrido… Y además es profesor de Historia Antigua. Su novia de toda la vida, cómo no, le ha dejado por alguien más flexible y mejor dotado. Pero no todo son malas noticias. O sí.

Una tarde, al abandonar la Universidad, Marcelo repele la agresión de tres misteriosos individuos sobre un pobre desgraciado. Y ahí empieza todo... Porque ese pobre desgraciado no es un hombre, sino un extraterrestre procedente del exoplaneta KOI.4878.01. Un ectoplasma llamado Ulises, compuesto por boro y silicio, adicto al bourbon, al pollo asado, al heavy metal y al sexo desenfrenado. Un extraño ser, capaz de viajar en el tiempo, que invita a nuestro protagonista a conocer la Antigua Roma y a uno de sus grandes protagonistas: el emperador Nerón».  

En esta buddy novel donde todos los caminos conducen a Roma asistimos a sangrientos combates de gladiadores y carreras de cuadrigas, orgías y bacanales pantagruélicas, invasiones bárbaras y conspiraciones políticas. Conoceremos el amor de la mano de la esclava siria Rut y viajaremos con Séneca y sus frases célebres, con un trastornado Calígula, con un Claudio borracho y tartamudo o con la implacable ninfómana Mesalina. Es preciso decirlo...

Miguel Sandín (Madrid, 1963) es licenciado en Filosofía por la Universidad Complutense. Fue actor y director de teatro antes de dedicarse a la docencia, labor que desde hace más de tres décadas compagina con una actividad literaria que abarca diversos géneros. Su exitoso estreno como narrador se produjo con El gusano del mezcal (2008), que sería traducida al francés. Su novela juvenil Expediente Pania (2009) resultó finalista del Premio Hache. Con Por si acaso te escribí fue finalista del Premio Nadal 2015 y su segunda novela juvenil, El silencio de la rana (2019), fue seleccionada por la OEPLI entre los mejores libros de 2019, además de ser finalista del 2020 International Latino Book Awards y del Premio Azagal. En 2019 publicó en esta misma colección La tripulación del Utopía, una novela en la que mostraba una perspectiva desternillante sobre los grandes temas y autores de la filosofía occidental.

 

En KOI.4878.01 departimos con Miguel Sandín… Gracias…

P.- Por favor, presente a Miguel Sandín.

R.- Varón, español, boomer, madrileño por adopción y sanabrés por genes, desertor del derecho, filósofo por interés, profesor por vocación y escritor porque llevo tinta en las venas desde que tengo uso de razón si alguna vez se dio el caso.

P.- ¿Cuándo, cómo y por qué nace Roma y viceversa?

R.- El origen de esta novela es casi tan estrambótico como la historia que cuenta. Recibí la llamada de una editorial de cierto peso para proponerme que escribiera una novela con la Roma clásica como escenario. Yo había publicado con ellos un libro de humor estaba funcionando bastante bien y se me ocurrió que me pedían más de lo mismo. Como entre mis múltiples defectos figura no saber decir que no, acepté y les envié el primer capítulo de Roma y viceversa con mi protagonista extraterrestre. Me respondieron preguntándome que extrañas sustancias alucinógenas consumía, porque ellos buscaban una historia seria. El caso es que yo le había cogido cariño a los personajes, así que pedí opinión a la editorial Pez de Plata y Jorge me dio los ánimos que necesitaba para sacarla adelante.

P.- ¿Cómo se ha documentado… sobre todo historia y agujeros de gusano?

R.- Trabajar como profesor de secundaria tiene para un escritor una ventaja añadida y es que tus compañeros son enciclopedias sobre los temas más diversos. Si no saben la respuesta exacta a una cuestión, saben dónde puede encontrarse. Internet y horas de investigación hicieron el resto.

P.- ¿Cuánto hay de usted en Marcelo Mayoral y en el ectoplasma Ulises?

R.- Sabido es que por identificación o rechazo todos los personajes tienen algo del autor. Por desgracia para mí, he de admitir que tengo muchas más cosas en común con el timorato Marcelo Mayoral que con el inconsciente, hedonista y vividor Ulises de Koi.

P.- ¿No habrá sido abducido por alguien procedente de KOI.4878.01?

R.- Traidor… Le pedí que no dijese nada.

P.- ¿Los griegos y los romanos lo inventaron casi todo?

R.- Además de la filosofía, la ciencia, la democracia, los juegos olímpicos, la música escrita, la primera cosmovisión racional, el teatro, el derecho y la lengua que hablamos… No, están sobrevalorados.

P.- ¿Realmente había tantos bares y tabernas, incluso con “menú del día”?

R.- Igual que sucede hoy, los romanos que trabajaban no tenían tiempo de ir a comer a su casa, de modo que los locales donde llenar el estómago eran muy abundantes y tenían ofertas de todo tipo, incluyendo el menú del día, que por supuesto variaba según el precio que se estuviera dispuesto a pagar. Lo que para ellos resultada inadmisible era esa costumbre tan nuestra de salir a cenar fuera. La cena era el momento de reunión familiar más importante del día.

P.- Las mezclas de alimentos en las comidas, ¿eran en la forma que describe en el libro?

R.- Todas las comidas que menciono existían en Roma, aunque desde luego había muchas más. No obstante, esta variedad estaba reservada para las clases altas, que disfrutaban mucho con el garum, una salsa de pescado a medio descomponer del que por cierto Hispania era una de las provincias que lo producía de mayor calidad. El vino solían endulzarlo con plomo y eso explica muchas de sus enfermedades. Los plebeyos y los legionarios se alimentaban sobre a todo a base de gachas de trigo y se decantaban más por la cerveza.

P.- ¿Cuáles son sus géneros y autores favoritos?

R.- No creo demasiado en los géneros literarios, sino en las historias que tienen interés y están bien escritas y las que no. En general prefiero la literatura que hurga en las contradicciones del ser humano y eso puede hacerse desde muy distintos puntos de vista. Evito, eso sí, las novelas en las que predomina el terror, la sangre o las vísceras porque soy bastante aprensivo. Como lector tengo la manga ancha, pero reconozco mi debilidad por la literatura hispanoamericana, tal vez porque el boom coincidió con la edad en la que tenía tiempo para devorar un libro tras otro. Me refiero a Sábato, Cortázar, Fuentes, Llosa, Benedetti…

P.- Como lector se decanta por: ¿libro electrónico, papel o audiolibro?

R.- Soy un clásico. Siempre papel. Jamás he leído un libro electrónico y en audiolibro he escuchado fragmentos de alguna de mis novelas con una sensación bastante extraña al recibir mis pensamientos con otra voz… Un libro físico es más que las palabras y no me refiero solo al olor a papel, sino al momento en que me fijo en uno de los lomos en mi librería y me evoca las sensaciones que tuve al leerlo.

P.- ¿Qué está leyendo ahora mismo? Recomiende por favor un par de títulos.

R.- En este momento estoy con Los vencejos, de Fernando Aramburu, un autor al que sigo desde mucho antes que triunfase con Patria. En cuanto a recomendaciones… Un clásico por si a alguien se le escapó en su momento, Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato, que me hizo una zanja en mitad del cráneo cuando lo leí de joven. Para compensar, el que más me ha llamado la atención este año ha sido La anomalía de Hervé le Tellier.

P.- ¿Qué manías tiene a la hora de escribir?

R.- Cada vez menos. Escribo siempre en el mismo sitio a las mismas horas, primera versión a mano, luego en el teclado. Me gusta escribir en absoluto silencio, con luz artificial y café abundante, efecto caverna digamos.

P.- Relate alguna curiosidad literaria personal que le haya ocurrido y no haya contado hasta ahora… si la hubiere.

R.- Poco después de la publicación de mi primera novela me llamó mi madre para decirme que, mientras paseaba con mi padre por el centro de Madrid, habían visto el libro en un escaparate de la Gran Vía. Me lo dijo con tanto orgullo que unos días después le conté la anécdota a mi editora. “Claro, ¿sabes cuánto nos ha costado eso?”, respondió. Aquel día aprendí de golpe muchas cosas sobre este oficio que hubiera preferido no saber. Por ser positivo, otra anécdota es que en cierta ocasión encontré a una persona en el metro leyendo uno de mis libros. Es una escena que había imaginado muchas veces de joven. Me acerqué para preguntarle si le estaba gustando, pero en el último momento me dio vergüenza y seguí de largo.

P.- Venda su libro, ¿por qué hay que leer Roma y viceversa?

R.- Todas las personas que lo han leído hasta ahora coinciden en la misma apreciación: se lo han pasado de lujo con una sonrisa en la boca y han aprendido muchas cosas que no sabían sobre Roma. Me parecen dos buenos motivos.

P.- ¿Cómo ha convivido con el bichito Covid-19? Sus planes a corto y medio plazo ¿son?

R.- Muy mal. Personalmente muy doloroso porque he perdido algunas personas muy queridas por su causa, profesionalmente muy frustrante dar clase por internet y como escritor el confinamiento no me ha resultado inspirador en absoluto, de modo que me dediqué a recopilar toda la documentación histórica que necesitaba para Roma y viceversa. A corto plazo estoy embarcado en una novela juvenil, un género que alterno con la literatura para adultos, y a medio plazo planeo escribir la gran novela del siglo XXI, alguien tendrá que hacerlo, ¿no?