Rincón Literario de Paco Marín: "El bebedor de coñac"
TÍTULO: El bebedor de coñac
AUTOR: José Luis Correa
EDITA: Alba (2025, enero)
Encuadernación: Rústica con solapas. Tamaño: 14 x 21 cm. Número de páginas: 216. PVP: 18,50 €. ISBN: 978-84-1178-125-1
No es necesario redactar muchas páginas para contar una buena historia. Es el caso de “El bebedor de coñac”, con algo más de doscientas páginas. Lectura muy cómoda e interesante. Otra más, dentro de la saga Ricardo Blanco.
Nunca es buen momento ni lugar para morir, pero morir la víspera de Reyes en un solar abandonado parece más una maldición que un destino. Eso es lo que le ocurre a Amado Martel, un hombre amante del coñac y las vidrieras, que reparte su tiempo entre los amigos de bar y su familia, y que aparece con la cabeza abierta entre los escombros de una parcela sin edificar en su barrio de siempre. Ante las sombras que arroja esa muerte siniestra, el hijo de la víctima decide apostar su beca y su palabra a un caballo testarudo y socarrón: un detective privado de Las Palmas.
«Quería saber quién había matado a su padre. Cuando llegué al despacho, aquel jueves no parecía diferente a cualquier otro. La mañana se había desperezado como un gato remolón, el cielo andaba de un melancólico gris ceniza y por fin se habían acabado las navidades.»
Así comienza “El bebedor de coñac”, el decimoquinto título de la saga protagonizada por Ricardo Blanco, el alter ego de José Luis Correa, que se inició allá por 2003 con “Quince días de noviembre” y tanto nos ha regalado. En esta entrega a la investigación sobre la muerte de Martel se le une la de la desaparición de los dueños de una gestoría que comparte edificio en la calle Triana con la agencia de detectives Blanco y Moyano. Con su estilo inconfundible, su humor ácido y su lirismo militante, la frase corta y el gusto por el refrán, Correa nos presenta una novela negra ma non troppo. Y también una historia de amor y celos. Y un retrato costumbrista, en el mejor sentido de la palabra, de la ciudad de Las Palmas.
José Luis Correa (Las Palmas, 1962). Es profesor de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad de las Palmas de Gran Canaria. Sus primeros relatos cortos obtuvieron, entre otros, el Premio Julio Cortázar (La Laguna, 1998) y el Premio Campus (Las Palmas, 1999). Como novelista obtuvo el Premio Benito Pérez Armas (Santa Cruz de Tenerife, 2000) con “Me mataron tan mal” y el Premio Vargas Llosa (Murcia, 2002) con “Échale un ojo a Carla”. Pero acaso la aportación más significativa de Correa al panorama literario español tenga que ver con la creación de un personaje que ya forma parte del imaginario de la novela criminal actual: el detective Ricardo Blanco. La saga de este personaje se inicia con “Quince días de noviembre” (2003) y continúa con “Muerte en abril” (2004), “Muerte de un violinista” (2006), “Un rastro de sirena” (2009), “Nuestra Señora de la Luna” (2012), “Blue Christmas” (2013), “El verano que murió Chabela” (2014), “Mientras seamos jóvenes” (2015), “El detective nostálgico” (2017), “La noche en que se odiaron dos colores” (2019), “Las dos Amelias” (2020) y “La estación enjaulada” (2022), todas editadas en la colección Novela Negra de Alba. Su obra ha sido traducida a varios idiomas (alemán, finlandés, italiano) y goza de gran éxito entre los lectores del norte de Europa, tan aficionados a la novela criminal.
Un placer, charlar de nuevo con José Luis Correa… Gracias…
P.- Por favor recuerde, a los despistados, quién es José Luis Correa.
R.- JLC lleva treinta años jugando a ser Jeckyll y Hide: por las mañanas imparte clases de Creatividad y Educación Literaria en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y por las noches mata gente en sus novelas negras.
P.- ¿Cuándo, cómo y por qué nace "El bebedor de coñac"?
R.- Nace en 2024 como la decimoquinta entrega de la saga de novelas protagonizadas por el detective Ricardo Blanco. Llevaba algunas novelas en las que la trama tenía que ver con asuntos más complejos (mafias de negreros, sectas, conspiraciones, etc.) y necesitaba volver al crimen más íntimo y pasional.
P.- ¿Por qué ese título?
R.- Mis novelas tienen lo que podríamos considerar una estructura clásica. Parten de un cadáver, de un crimen. La policía interviene, pero algún miembro de la familia de la víctima no está conforme o no se fía de la policía. Entonces contratan al detective Blanco para que resuelva el enigma. Siempre es así. Y en este caso, el bebedor de coñac es la víctima y, a la vez, el asunto.
P.- "El bebedor de coñac" ¿es más 'novela negra' o 'social'?
R.- La novela negra, que nació siendo un subgénero al que muchos despreciaban, ha acabado por ser un supergénero en el que caben multitud de formas: el thriller, el gore, el pulp, el true crime, ahora el cozy crime... En mi caso se trata de contar las cosas que me interesan, que básicamente están relacionadas con las luces y las sombras del ser humano. Mis novelas suelen responder a una pregunta: ¿qué motiva a una persona a matar?; ¿qué impulsa a alguien a acabar con la vida de otra persona a la que dice amar?; ¿hasta dónde llega la maldad humana?, etc. "El bebedor ..." habla de la pasión, de los celos, de la rabia, de la culpa. Por otra parte, si alguien espera leer una novela cargada de violencia, sangre, destripamientos y masacres, debo decir que acabará desencantado(a). Mi novela es más azul marino que negra.
P.- ¿Qué le interesaba más al redactar esta historia?
R.- A mí lo que menos me ha interesado siempre es el crimen en sí mismo. No me ocupa ni me preocupa tanto la investigación, como todo lo que está alrededor de la historia: una familia rota, un barrio deprimido, un mundo en crisis... Aunque si tuviera que elegir el centro de interés en mis novelas sin duda serían la culpa y el azar.
P.- ¿Le gustan los psicópatas?
R.- Precisamente porque lo que caracteriza a mi obra es la culpa y el azar no estoy muy interesado en los psicópatas. Un psicópata no siente culpa y todo lo que hace está premeditado, no obra por calentura. A mí me interesan los personajes normales y corrientes que en algún momento de su vida se ven abocados a cometer un crimen. Otra cosa es que el crimen tenga algo de psicopático, porque a veces es tan cruel, tan salvaje, que uno se pregunta cuánto de locura hay detrás.
P.- ¿Qué recorrido le queda a Ricardo Blanco?
R.- Es una pregunta recurrente: me la suelen hacer mucho y a veces me la hago yo. Ricardo lleva conmigo 25 años. Ha envejecido conmigo. Se ha arrugado, tal vez reblandecido conmigo. Tiene esa misma sensación de desconcierto ante el mundo que lo rodea, que no reconoce. Tener un alter ego me posibilita darles voz, sin tapujos, a mis propios fantasmas.
P.- Venda su novela ¿por qué hay que leer "El bebedor de coñac"?
R.- El éxito de una novela, a mi juicio, se asienta sobre tres patas como las banquetas de ordeñar: tiene que entretener; tiene que conmocionar y hacer pensar; y tiene que estar bien escrita, el estilo es esencial en una obra de arte, es lo que te distingue de otros(as) autores(as). Yo diría que “El bebedor de coñac” tiene bien asentadas esas tres patas.
P.- Sus planes a corto y medio plazo ¿son?
R.- Por lo pronto ya estoy escribiendo la decimosexta entrega de la saga. Otra historia de Ricardo Blanco por las calles de Las Palmas.