Rincón Literario de Paco Marín: "Espiritual de Chicago"
TÍTULO: Espiritual de Chicago
AUTOR: Ignacio Borgoñós
EDITA: Gollarín (2025, marzo)
Encuadernación: Rústica con solapas. Tamaño: 13,5 x 21 cm. Número de páginas: 60. PVP: 8,00 €. ISBN: 978-84-128566-4-4
«VIIº PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA MÍSTICA SAN JUAN DE LA CRUZ 2024»
He de confesar que no soy lector habitual de poesía. Más el leer “Espiritual de Chicago” me ha hecho replantearme muchas cuestiones, pues he visto, sobre todo, el interior de Ignacio en sus poemas y eso me interesa enormemente.
Ignacio Borgoñós relata en “Espiritual de Chicago” un viaje a esta ciudad de los Estados Unidos donde, sin duda, se siente muy pequeño ante un lugar tan cosmopolita. Una ciudad a la que llega para «celebrar la vida/ para ser como San Pablo o como Frank Sinatra» y que está plagada de contrastes, pues allí podemos encontrar la Torre Trump, los títulos de los Bulls o America Windows de Marc Chagall en el Art Institute; pero de la misma forma podemos encontrar vagabundos en el metro y adictos al fentanilo en las puertas de los 7-Ekeven. Esta situación le provoca a Borgoñós una serie de preguntas que traslada a La Providencia buscando una explicación a todo lo que sucede o, al menos, consuelo ante la ferocidad del mundo.
Pero el poeta va más allá y le preocupa esa indiferencia que nos distingue como especie, cuestión que queda reflejada cuando escribe: «Vivimos en un mundo de certezas y TikTok/ y eso nos da igual», donde cabe hacer especial hincapié en el último y demoledor verso, que certifica nuestra derrota como sociedad.
“Espiritual de Chicago” es una versión 2.0 de la poesía mística, a la vez que una reflexión universal sobre la solidaridad y la esperanza que nos toca muy adentro.
Ignacio Borgoñós (Cartagena, 1975). Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Murcia y Máster de Periodismo por la Universidad del País Vasco.
Es autor de las novelas “Hotel Mandarache”, “Ánimos sombríos”, “Recitando a Petrarca”, con el que quedó finalista del Premio Mario Vargas Llosa de Novela 2008; “Un hombre analógico”, con la que ganó el XXVIº Certamen de novela corta «José Luis Castillo Puche»; y “Un hombre desnudo”.
También ha conseguido más de una quincena de premios literarios en el campo de la narrativa breve, entre los que destacan: “Dóberman”, con el que ganó el XLIIº Premio Nacional de Cuentos José Calderón Escalada, de Reinosa (Cantabria), “Los bárbaros” Premio Villa de Mazarrón-Antonio Segado del Olmo 2010, o “La nada de los perros”, primer premio del XXXIIº certamen literario Villa de Iniesta. La mayoría de sus cuentos están recogidos en el libro “La enfermedad de las niñas rubias”.
Como poeta destaca su obra “Espiritual de Chicago”, Premio San Juan de la Cruz de Poesía Mística 2024.
Bienvenido al “Rincón Literario”. La próxima semana, día 24, inaugura las jornadas del ELACT en el Teatro Romano… Gracias Ignacio Borgoñós…
P.- Por favor, recuerde a los despistados quien es Ignacio Borgoñós.
R.- Ignacio Borgoñós es una persona que escribe. Que escribe además de una forma literaria, de una forma que está en peligro de extinción. Ignacio tiene una disposición literaria ante la vida, escribe todos los días, piensa, camina, sueña haciendo literatura. Creo que Ignacio ha sacrificado muchas cosas por la literatura, pero la literatura lo hace muy feliz. Ignacio no se plantea otra cosa. Ignacio quiere que en un futuro muy lejano la muerte le pille escribiendo. A Ignacio nadie le ha regalado nada en el mundo de la literatura, digamos que no tiene padrinos ni conoce a miembros de ningún jurado. Viene poco a poco desde los suburbios de la literatura, es un sindicalista de la literatura. “Se lo curra” en certámenes literarios por toda la geografía nacional, donde ha ganado más de una quincena de ellos. Con ‘Dóberman’ ganó el José Calderón Escalada de Reinosa, con ‘Un hombre analógico’ el Castillo Puche de novela corta, con ‘Los Bárbaros’ el Antonio Segado del Olmo de Mazarrón, con ‘La nada de los perros’ ganó en Iniesta y así un largo etcétera. Ignacio tiene varias novelas publicadas: ‘Hotel Mandarache’, ‘Ánimos sombríos’, ‘Recitando a Petrarca’, ‘Un hombre desnudo’. Además de un libro de cuentos titulado ‘La enfermedad de las niñas rubias’. Y a Ignacio le ha dado ahora por la poesía y ha ganado recientemente el San Juan de la Cruz de poesía mística con ‘Espiritual de Chicago’.
P.- A la hora de redactar ¿dónde se encuentra más cómodo: novela, cuento, poesía...?
R.- Quizá la cuestión no es dónde me siento más cómodo, sino dónde van a encajar mejor todas esas ideas, a la hora de convertirlas en literatura. El caso de Espiritual de Chicago es significativo, porque surgieron flashes que tenían encaje en la poesía y no en otro ámbito. Además, estaba leyendo en ese momento mucha poesía y todo vino rodado. No obstante, yo vengo del mundo del cuento, que es donde más alegrías me he llevado en forma de premios literarios, por lo tanto, me siento bien allí. Si se trata de una novela, pues igualmente me siento a gusto porque para escribirla sigo los mismos parámetros que en un cuento y, además, me permite explayarme. Y con la poesía, donde no tenía ninguna experiencia, ha sido amor a primera vista, así que ahora me siento como si me hubiera estado preparando para esto durante mucho tiempo y entonces saliera todo de golpe. Supongo que tengo que aprovechar el momento y escribir más poemarios. En resumen, que me gustaría encarnar ese escritor total que se sabe desenvolver en cualquier disciplina, eso sí, respetando siempre el ámbito más adecuado para cada idea literaria que convoco.
P.- ¿Cuándo, cómo y por qué nace "Espiritual de Chicago"?
R.- El libro nace a raíz de un viaje que realizo a los Estados Unidos: Chicago, Milwaukee, Las Vegas. Pero sobre todo Chicago, que era un sueño por cumplir. Siempre me interesó la cultura americana, me encantan sus deportes y sobre todo ver a los Bulls. Y ahí estaba yo en el United Center observando todos esos títulos y camisetas retiradas de los genios de la NBA, como Jordan o Pippen, y asistiendo a un encuentro de los mismísimos Chicago Bulls. Pero sobre todo fue un viaje literario. Cada día, al regresar al apartamento turístico que teníamos alquilado, apuntaba en mi libreta las impresiones que tenía sobre la ciudad y mi encaje allí. En una megalópolis como esa, un tipo mediterráneo y sureño como yo se siente muy pequeño. Pisar América fue toda una experiencia, ver aquellos rascacielos, la Torre Trump, el Loop circulando por esas vías elevadas y remachadas como tantas veces había visto en las películas, el Art Institute con obras de Pollock, de David Hockney; el Lago Michigan; pero claro también en contraste tendría que hablar de los vagabundos, de los adictos al fentanilo. Y ese es el momento en el que uno comienza a hacerse preguntas, germen sin duda del libro, que está plagado de preguntas. Uno comienza a sentir la necesidad de encontrar respuestas. Si realmente somos tan pequeños, qué importancia puede tener cualquier cosa. Y de ahí pedir explicaciones a alguien muy importante que pudiera ser Dios, Buda, Trump, la cara oculta de la luna; según cada cual y su espiritualidad. Pero creo que esa necesidad filosófica de necesitar respuestas es universal.
P.- ¿Lo redactó para el Premio de Poesía Mística San Juan de la Cruz...o la decisión de presentarlo fue posterior?
R.- Lo redacté para el premio. Es lo que yo llamo “hoyo en uno”, como en el golf. Escribirlo, presentarlo y ganar a la primera. La historia que sigue es curiosa a la vez que verdadera: soy un seguidor acérrimo de un maestro de las letras como Miguel Sánchez Robles, de quien leí ‘Confesión de la sed’, un poemario con el que él ganó el San Juan de la Cruz de poesía mística, justo una edición anterior a la que gané yo. Por otra parte, me encontré por la calle al poeta, Juan de Dios García, y comentamos entre risas este hecho de que Miguel le tiraba a todos los premios literarios, incluido uno dedicado nada más y nada menos que “a la poesía mística”. Así pues y como si se tratara de un reto, me dije, y por qué no. Partiendo de que presentarme a premios literarios como hace Miguel es mi costumbre habitual, junto a que yo acababa de regresar de Chicago con todo ese material, digamos que se conformó la tormenta perfecta para que me presentara al premio.
P.- ¿Qué fue lo que le impresionó más de Chicago?
R.- La respuesta es todo. Estados Unidos impresiona. Y Chicago en particular. Por ejemplo, uno se siente muy pequeño ante el lago Michigan, que es más grande que Aragón, que es más grande que Croacia. Chicago es un lugar adecuado para celebrar la vida, allí tiñen de verde el río Chicago por San Patricio; allí todo es grande, los edificios, los coches, el aeropuerto O´Hare; me impresionó ver un submarino nazi de la II Guerra Mundial, íntegro, dentro de un museo; me impresionó subirme a una atracción de esas donde te inclinan en una ventana hacia el vacío desde un rascacielos. No hay fin. Pero filosóficamente y literariamente, es eso, me impresionó sentirme tan pequeño en un lugar tan grande y se me vino encima la necesidad de obtener respuestas, la sed de respuestas.
P.- ¿Había escrito poesía, anteriormente?
R.- En serio, no. Y lo confesé en una entrevista que me hizo Antonio Marín Albalate para la revista “El coloquio de los perros”, donde le señalaba que, pese a ser un gran lector de poesía, nunca había dado el paso en serio. Es más, una de las primeras personas con las que contacté tras la concesión del premio fue con Antonio, a quien le di las gracias por haberme preguntado en la entrevista si no me había tentado nunca escribir poesía. Y lo cierto es que usé aquello como un aliciente, como un reto. Digamos que terminé escribiendo poesía gracias a él.
P.- ¿A qué poeta, o poetas, admiras más?
R.- Sería una lista larguísima. Vamos por partes: los que leo con devoción y aprendo de ellos con fines literarios, son Miguel Sánchez Robles, Manuel Vilas, Gamoneda y su Libro del frío y Julio Llamazares. Si de lo que hablamos es de quiénes son los poetas en los que me fijé por primera vez, digámoslo así, de una forma literaria —al margen de la tradición clásica apegada a los estudios del instituto y de la universidad—, son Luis García Montero y Eloy Sánchez Rosillo. Y, en general, mi admiración va hacia Wislawa Szymborska, Gonzalo Rojas, Borges, Ida Vitale, William Carlos Williams, Adam Zagajewski. Y si sólo me tuviera que quedar con uno, en los altares tengo a Walt Whitman.
P.- Ha fallecido Mario Vargas Llosa ¿qué opinión tiene de él?
R.- De su obra tengo una opinión buenísima. Es uno de los autores que más he leído. Anécdotas, tengo mil. Lo vi un par de veces en conferencias, tanto en Bilbao como en Cartagena. Tras la muerte de mi padre me quedé con un ejemplar de ‘Pantaleón y las visitadoras’ que tenía él firmado por Vargas Llosa, y no todo el mundo puede decir que tiene un libro firmado por un premio Nobel. Su vida al margen de la escritura no me interesó nada, ni su incursión en la política, ni cuando salió en defensa de Esperanza Aguirre, ni su relación con Isabel Preysler. En cambio, si nos circunscribimos a su faceta literaria, disfruté mucho con la lectura de ‘La guerra del fin del mundo’, así como con ‘Conversación en La Catedral’, ‘Historia de Mayta’ o con ‘La fiesta del Chivo’, entre otros. Y recuerdo haber comprado un ejemplar de ‘Los Cachorros’, en Bolonia (Italia), durante un viaje, donde no sé qué me sorprendió más, si encontrar un ejemplar en español de Los cachorros en editorial Cátedra a la venta en una librería italiana, o lo que me gustó leer aquel libro del que guardo un excelente recuerdo. Por lo demás, admiro de Vargas Llosa ese compromiso que siempre tuvo con la literatura, teniendo claro desde joven que quería ser escritor No quería ser abogado, periodista o profesor, sino tener un trabajo para poder escribir, porque eso lo haría feliz. Un grande de la literatura, sin duda.
P.- Venda su poemario ¿por qué hay que leer "Espiritual de Chicago"?
R.- Bueno, quizá porque es un libro que rompe con la poesía clásica a la que estamos acostumbrados y que ha apartado a tanta gente joven de la lectura, ya que la consideran caduca y nada tiene que ver con ellos. Digamos que esto es otra cosa, es poesía 3.0. Espiritual es un libro que, siendo riguroso con la literatura a la que amo, acerca al lector a una ciudad cosmopolita, habla de las escaleras de Union Station donde se rodó la película Los intocables de Elliot Ness, de los vagabundos del Loop, de los trabajadores mexicanos que van a limpiar los cristales de los rascacielos. Leer Espiritual nos frena en seco de la velocidad que lleva el mundo y nos hace reflexionar. Y es que, como digo en unos versos: “Vivimos en un mundo de certezas y TikTok,/ y eso nos da igual”. Ahora parece que todo el mundo tiene claro todo, que poseen la verdad absoluta como demuestran sus opiniones en redes. Y así no se puede avanzar, si no nos hacemos preguntas nos adentramos en el cenagal de la anestesia y una sociedad anestesiada es sumisa y dócil.
P.- Sus planes a corto y medio plazo ¿son?
R.- Pues lo de siempre: escribir más, presentarme a más premios. Leer más, descubrir más autores y libros. Dejar que la poesía se mezcle con mi sangre en un chute de esos que hacen historia y disfrutarlo al máximo. Tengo en mente una novela americana, más poemarios americanos. Tengo todavía mucho material del viaje a los Estados Unidos por trabajar. Hay por ahí un libro ilustrado en proyecto. Y ya más a largo plazo, lo que se tercie, no me cierro a nada. Me gustaría encontrar encaje en una editorial que me permitiera dar salida a mis trabajos de una forma regular, y estoy seguro que yo sabría responder; pero cada vez ese propósito se oscurece más porque la literatura ha cambiado, el mundo editorial ha cambiado, y yo me siento cada vez más fuera de lugar, ajeno a mercadotecnia literaria actual. Sin embargo, creo que he encontrado mi sitio en el mundo de los premios literarios. Pero, en fin, siempre hay esperanza y la vida es larga. Lo que nunca haré es dejar de ser un escritor literario.