Estamos financiando nuestra propia pérdida cultural

Daniel Collado

Estamos financiando nuestra propia pérdida cultural.

En España, la integración educativa parece haber tomado un rumbo equivocado. En lugar de fomentar la cohesión, estamos promoviendo la segmentación. Un claro ejemplo es el Programa de Lengua Árabe y Cultura Marroquí (PLACM), que, lejos de facilitar la integración del alumnado de origen marroquí, podría estar contribuyendo a su segregación.

Este programa, fruto de acuerdos bilaterales entre España y Marruecos, permite que alumnos marroquíes reciban clases sobre su lengua y cultura dentro de centros educativos públicos españoles. Sin embargo, este acuerdo no es recíproco: Marruecos no fomenta la enseñanza del español ni de nuestra cultura en sus escuelas. Esto genera un desequilibrio que, en lugar de promover un intercambio cultural equitativo, prioriza exclusivamente la difusión de la cultura marroquí en España.

Una integración mal entendida

El objetivo de la integración debería ser dotar a los estudiantes de herramientas para prosperar en el país donde viven. En España, la lengua vehicular es el español. Si un niño de origen marroquí no domina bien el idioma, ¿cómo puede integrarse plenamente en la sociedad?

El problema del PLACM es que en lugar de fortalecer el aprendizaje del español, refuerza la enseñanza de la lengua y cultura de origen. Esto puede derivar en comunidades paralelas dentro de las aulas, donde los alumnos de origen marroquí conviven más con sus compatriotas que con sus compañeros españoles. Lejos de promover la convivencia, este modelo podría estar incentivando la fragmentación social.

La educación en España debería centrarse en facilitar el arraigo de todos los estudiantes en el país donde viven. La diversidad es positiva, pero cuando la enseñanza pone más énfasis en las diferencias que en los puntos en común, el resultado es la separación, no la integración.

Fondos públicos para un programa extranjero

Uno de los aspectos más cuestionables del PLACM es su financiación. Este programa utiliza recursos de la educación pública española para sostener un proyecto gestionado en parte por el Gobierno de Marruecos.

En un momento en el que muchas escuelas en España sufren recortes, con clases saturadas y falta de profesores en algunas especialidades, es legítimo preguntarse: ¿por qué se destinan recursos a un programa extranjero en lugar de reforzar la enseñanza del español y otras materias clave?

Si la prioridad es mejorar la educación, ¿no deberíamos centrarnos en garantizar que todos los alumnos, sin distinción de origen, reciban la mejor formación posible en las lenguas oficiales del país?

Marruecos elige a los profesores: ¿quién controla el contenido?

Otro punto preocupante es que los profesores del PLACM son seleccionados y supervisados por Marruecos. Esto implica que el sistema educativo español tiene un margen muy limitado de control sobre lo que se enseña en estas clases.

La educación pública en España debe basarse en valores democráticos, igualdad y convivencia. Si los docentes y los materiales didácticos dependen de un gobierno extranjero, ¿cómo garantizamos que los contenidos impartidos son compatibles con estos principios?

No se trata de cuestionar la enseñanza del árabe o la cultura marroquí en sí misma, sino de preguntarnos hasta qué punto un país extranjero debería tener influencia en nuestras escuelas.

No favorece la cohesión social y genera divisiones

La educación es clave para la convivencia. Sin embargo, cuando dentro de una misma escuela se dan tratos diferenciados a los alumnos en función de su origen, se pueden generar tensiones.

Si el objetivo es una educación inclusiva, no parece lógico que un grupo de alumnos reciba formación específica en su lengua y cultura de origen mientras el resto no tiene acceso a un programa equivalente. Esto puede crear la percepción de desigualdad, dificultando la cohesión social y el respeto mutuo.

¿Estamos sacrificando nuestra cultura?

Mientras todo esto sucede, en España hay una tendencia a minimizar nuestras propias tradiciones. Se nos dice que no debemos felicitar la Navidad para no ofender sensibilidades, se nos dice que no hay que celebrar Semana Santa, pero sí se felicita el Ramadán sin problema. Se eliminan belenes y crucifijos de los colegios, pero no hay la misma presión con otras manifestaciones religiosas.

¿Estamos construyendo una sociedad realmente inclusiva o estamos renunciando poco a poco a nuestra propia identidad?

Hacia una educación más justa y equilibrada

Si Marruecos no promueve la enseñanza del español en sus escuelas, España no debería asumir unilateralmente la difusión de la cultura marroquí en sus aulas.

La educación debe centrarse en lo que une a los alumnos, no en lo que los separa. Si realmente queremos integración, debemos reforzar el aprendizaje del español como la herramienta clave para la inclusión social y laboral. La educación intercultural no puede convertirse en un instrumento de fragmentación, sino en un espacio de convivencia en igualdad de condiciones para todos los estudiantes.

Lo que está claro es que un país que no protege su propia cultura está en riesgo de perder su identidad.

Daniel Collado