Navidad materialista, por supuesto

Juan M. Uriarte

Entiendo a los que no encuentran motivos. El año quizá fue malo, la economía no sonrió, la salud ha dado un disgusto y ahora no hay ni pizca de ganas de sonreír por no sé qué ritual obligatorio del solsticio de invierno de cuatro aleluyados, tres borrachuzos y no sé qué costumbres de tu abuela, la beata.

Buena parte del rechazo que puede producir la navidad a alguna gente puede deberse también a la malinterpretada dualidad alma -cuerpo que arrastramos desde Platón, en vez de considerar la vida como una realidad personal. Además, la navidad es un gran producto de merchadising y está sobreactuada con una edulcorada sensiblería espiritualoide que poco pueden compadecerse con mis problemas concretos, de carne y hueso. Muchos rollos espirituales y villancicos, pero ¿quién se hace cargo de los problemas de mis entretelas, de mi dinero, de mis crisis laborales o afectivas? Problemas de carne y hueso.

Lo apunta brillantemente el perspicaz e irónico Chesterton: “Que se nos diga que nos alegremos el veinticinco de diciembre es como si alguien nos dice que nos alegremos a las once y cuarto de un jueves por la mañana. Uno no puede ser frívolo así, de repente, a no ser que crea que existe una razón seria para ser frívolo.” 

 

Los buenos sentimientos los hemos depositados en el alma, entendida como nuestra parte noble y la hemos hecha anfitriona de la navidad, espiritualizándola impropiamente. Hoy pues me parece importante reivindicar para todos unas navidades materialistas. Tantas veces escuchando y leyendo lo malo que es la carnalidad, siendo eso totalmente antinavideño.

No es verdad que los Carnavales sean la fiesta de la carne, puesto que los cristianos no le demos importancia a lo carnal. La verdadera fiesta de la carne es la Navidad, no solo por las ricas viandas que deglutimos esos días, desdichados carnívoros y pecadores climáticos que estamos hechos. Reniego de un espiritualismo desencarnado, apostato del veganismo espiritual, detesto la navidad vegetariana, una navidad (re)convertida en fiesta volátil, gaseosa, baja en calorías carnales, desprovista de humanidad corpórea. La carne es débil, sí, pero (lo importante es que) fue redimida. No soy solo carne, pero soy también constitutivamente carnal. Si no soy de carne, no soy yo, seré otra cosa, seré un fantasma, un espectro, solo una energía. ¡No y no, no soy una energía, soy una persona, con alma, carne y huesos!

 

Estas fiestas de navidad no son pues un ritual de mierda, una payasada de luces, no son regalo de un amigo invisible, sino un Amigo Tangible, que se acerca, que me toca y que me ama. Os he llamado amigos. Ya no os llamo siervos, sino amigos porque os he dado a conocer todas las cosas que he oído a mi Padre.

 

Creo rotundamente en el materialismo cristiano, en la navidad y en la resurrección de la carne. No me considero espiritualista ni soy un sentimiento. Mi carne no es mero envoltorio, ni simple atadura. El físico Thomson decía: “Sólo entiendo las cosas que se pueden dibujar”. La Navidad es Encarnación. Et homo factus est. Navidad infantil fetal. A Jesús feto lo tuvieron que parir y fue alimentado por medio de una placenta. Jesús fue parido. Navidad es confesar que El me conoce, y que sabe lo que es sufrir. Como dice el villancico: Que el niño que está en la cuna / en una cruz morirá.

 

 

Nada mas inclusivo que la Navidad, porque acoge hasta a los que no tienen ganas de navidades, ni fiestas ni monsergas. No tienen ganas porque no saben lo que significa o porque no quieren, están tristes y seguramente la ven alejada de su carne. Tenemos libertad, tantas veces en el año hemos rechazado todos la navidad. Vino la Palabra, vino la luz. “Y los suyos no la recibieron”. La Navidad es liturgia, es una isla de felicidad, un momento para pararse y hacer silencio frente al Belén. Si el fotógrafo Henri Cartier- Bresson creó el término fotográfico “instante decisivo, hoy me apropio del término para decir que en cada humilde Belén de nuestras casas está cristalizado ese Instante en que el Tiempo -que nos llevaba a la muerte- fue redimido. Callemos hoy sorprendidos como los pastores, respiremos aliviados. El tic-tac, el tiempo destructor ha sido aniquilado como veneno mortal por un dios que ha querido entrar en el tiempo.

Hoy, querido lector pensaré en ti, en todos nosotros; esta madrugada en la Misa del Gallo antes de comer su carne y su sangre, trataré de recordar esa oración que el sacerdote recita mientras echa un poco de agua al cáliz del vino:

“El misterio de este agua y vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana”.

Te deseo pues, amigo lector, una feliz, carnal y materialista Navidad, valga la redundancia.