“El Séptimo de Caballería” por Ramón Galindo
Y con esto poco a poco, matamos dos pájaros de un tiro. Alcanzamos el solsticio de verano y el levantamiento del estado de alarma.
Y visto lo visto, aunque los informes oficiales de advertencias de la OMS sigan en los cajones con llave de ciertos despachos oficiales, que luego tanto trabajo cuesta entregar a los jueces, pero con los periódicos ya advirtiendo de los rebrotes, y con las playas abarrotadas, en una extraña nueva normalidad, en que la juventud puede estar en bares y botellones, pero no en colegios ni facultades. Aunque el Doctor Simón insista en sus "uno o dos contagios como mucho" es ahora precisamente cuando tenemos que ser más cautos, e incluso "autoconfinarnos" voluntariamente en la medida de lo posible, para si es posible huir de la cuenta perdida de fallecidos en la que el error, no es de "uno o dos como máximo" sino de quince o vente mil como mínimo.
Y mientras tanto, en ultramar, allá por las praderas de Little Bighorn, donde en 1.876 (apenas unos años antes de nacer nuestros abuelos) el General Custer se debatía con Toro Sentado, Caballo Loco, Gerónimo y Cochise, están las aguas revueltas.
Esto me hace recordar ese viejo dicho de la primera lección que se da en las facultades de periodismo, donde se dice que es noticia: "cuando el hombre muerde al perro". Pues en el mundo todos los días son los perros los muerden al hombre. Por supuesto ¡Válgame el señor! Lamento mucho la muerte del Sr. Floyd en Mineapolis, noticia que de acuerdo con la primera lección de las facultades de periodismo, ha hecho arrodillarse a mucha gente por el mundo, no así ocurre cuando es el afroamericano el que asesina al policía, hecho que parece ser mucho más frecuente por aquellos lares.
Y hablando de Custer y su Séptimo de Caballería (por cierto, unidad militar aún en activo en las fuerzas armadas norteamericanas). Pues menos mal que allí no tienen sucursal de Podemos, de lo contrario ya estaría el Capitolio albergando el pleno para retirarles las condecoraciones a los que murieron con las botas puestas. Pues por mucho que se empeñen en retirar las estatuas de Colón, no fue precisamente el presunto genovés, el que exterminó a los Navajos, Apaches, Sioux, Comanches, Arapahoes, y otras más de quinientas tribus de nativos, y que a los que quedaron vivos los cercaron en reservas en peores condiciones que el ganado. Más bien los genocidas fueron los tatarabuelos y bisabuelos de los que ahora se arrodillan y talibanizan con las estatuas que representan su corta y pobre historia, que es la que es.
Y por supuesto no podemos olvidar, a los "afros" sin "americanos" de por ejemplo los de boko-haram, que siguen cercenando los clítoris de sus niñas, secuestrando a las menores para violarlas y esclavizarlas y por puro placer asesinar a las mujeres adultas que ya no les satisfacen, pero que como ya forma parte de su rutina, deja de ser noticia y no pone a nadie de rodillas.
Aquí sucede lo mismo. Las arengas twiteras de la ministra Montero para lanzar los Borbones a los tiburones, el placer confesado de Pablo Iglesias de soñar con ver asesinados a sus oponentes políticos y pateados a los policías, la ya vieja costumbre de quemar retratos del Rey, hecho que por cierto en la teoría condenan las leyes, ya forman parte de la rutina y no son noticia, pero si un ciudadano, que para mi gusto, si bien es cierto, al hacerlo público, deja de ser gracioso (pues cada uno se puede limpiar el culo con el papel que le dé la gana, sin necesidad de publicitarlo) y si práctica tiro al blanco con sus fotografías, inmediatamente ponen en marcha un dispositivo policial urgente y certero para detener y presentar cargos contra el incauto.
Y mientras los de siempre se arrodillan para hacerse la fotografía en espera de subvenciones, el resto se busca la vida para trabajar y pagar impuestos para mantener a los subvencionados.
Y hoy como de costumbre, enciendo de los domingos y aprovecho para entre el aroma del café y el humo del canario os envío un fuerte abrazo a amigos y familiares.
Ramón Galindo.