PENSANDO EN VOZ ALTA: CALOR HUMANO VERSUS FRIA TÉCNICA
PENSANDO EN VOZ ALTA
CALOR HUMANO VERSUS FRIA TÉCNICA
Vivimos en unos tiempos en los que todo está dominado por la tecnología… todo está investido de técnica. Pues, normalmente a un golpe de dedo, a un click, tenemos lo que necesitamos: Comprar, pedir comida, pagar facturas, solicitar documentación varia… lo que imaginemos. “Desgraciadamente” ahora que tenemos una pandemia encima, más se está usando al tener que estar confinados del todo o a medias. Pero no únicamente por la reclusión, pues se lleva usando desde hace mucho tiempo. La tecnología está bien en su justa medida; ya que, si los adelantos nos llevan a aislarnos del mundo y de nuestros semejantes, no la quiero.
Está claro que la técnica ha penetrado en todas las sociedades, forma parte de ellas, forma parte de nosotros y de nuestra forma de trabajar. Pareciese que si no tenemos una respuesta rápida y/o instantánea pensamos que algo va mal y nos empezamos a inquietar… paciencia y la espera a ser atendidos las estamos perdiendo y eso no es bueno ni saludable.
La gran mayoría de las personas aceptan estos avances, esta inmediatez, como algo beneficioso y útil para su trabajo, ocio y comunicación. Más somos muchos los que, por diversos motivos, rechazamos parte de todo este tecnicismo que nos tiene colonizados; la mayoría de las veces por miedo a lo desconocido y, en mi caso, por la ausencia de contacto con otras personas.
Echo de menos el ser atendido por humanos y no por máquinas. Dicen que las gestiones a los ciudadanos en-línea ahorra mucho tiempo y dinero. No está mal, pero… también queda personal en la calle… Mucho tiempo ¿para qué? Me gustaría saber en que se emplea, en general, ese tiempo ahorrado.
Todo este pensamiento en voz alta viene justificado por un hecho acaecido el pasado miércoles, día 11. Más o menos, fue así:
Tuve que ir a una oficina de Iberdrola -concretamente la situada en la calle Juan de la Cueva, esquina calle Capitanes Ripoll, en Cartagena- para hacer unas consultas. Al llegar había varias personas, una atendida y dos esperando. Me senté a la espera de que llegara mi turno durante veinte/treinta minutos. Alguien pensará que vaya pérdida de tiempo… en absoluto, gocé dicha espera observando como la persona que en ese momento atendía, una señora de los pies a la cabeza, lo hacía con una simpatía, una actitud y un bien hacer que echaba de menos tiempo ha. Creía que ya no quedaban seres con dicha predisposición… ojo no es orden de la empresa, no, le salía del corazón. Una gran paciencia, una disposición magnífica aclarando todas las dudas que planteaban los clientes. El implicarse e intentar dar soluciones, las mejores para el demandante, a las incertidumbres planteadas fue de matrícula de honor. La simpatía se le adivinaba en los ojos, me imagino que la sonrisa estaría con toda seguridad tras la mascarilla dichosa.
Cuando llegó mi turno, lo primero que hice fue felicitarla por su manera de trabajar y atender. Decirles que era la primera vez que hablaba con ella. Fue tal el impacto que me causó que le prometí hacerlo público y aquí está mi modesto, pero grande, aplauso.
Esta columna de hoy, 16 de noviembre, es en honor de esta gran profesional de Iberdrola, Ana Diaz es su nombre, y orgullo de su empresa. Muchas personas como ella hacen falta para que se haga realidad el calor humano versus fría técnica.