PENSANDO EN VOZ ALTA: PUNTUALIZANDO QUE ES GERÚNDIO. ÚLTIMO REPASO AL AÑO 2020

PENSANDO EN VOZ ALTA

PUNTUALIZANDO QUE ES GERÚNDIO. ÚLTIMO REPASO AL AÑO 2020.

Está claro que cuando uno escribe “algo” es con la esperanza de ser leído. Si además de leer, en este caso, mi columna semanal se me hacen comentarios, correcciones y todo lo que los lectores estimen pertinentes, mejor que mejor. Por eso quiero que esta última columna de 2020 recoja algunas puntualizaciones que un amable lector me ha ido remitiendo estas últimas semanas respecto de algunos pensamientos. Solo me queda darle las gracias y que me siga leyendo y corrigiendo lo que crea conveniente.

LO ÚNICO CIERTO: LA MUERTE

Cuando vamos avanzando en la edad otoñal queremos vivir de certezas (a diferencia de quienes aún disfrutan de la edad primaveral, que viven de ilusiones) y, claro está, no existe una certeza más incontestable que la muerte. Pero, por desgracia, existen demasiadas personas demasiado poderosas que están convencidas de que su inabarcable fortuna les va a librar de la muerte. O tal vez suceda que pretenden hacerse inmortales a través de su obra y su legado a la Historia de la Humanidad. El problema surge cuando estos archirrecontramillonarios ociosos y con complejo de dios carecen de cualquier talento y lo único que son capaces de legarnos es su maldad. Lamentablemente, el dinero lo puede casi todo y si el mal es millonario y el bien, inope, es mucho más fácil que aquél se imponga.

EL MANIDO MINUTO DE SILENCIO

Estamos de acuerdo en que cualquier gesto emotivo, entrañable y hasta hermoso, cuando se utiliza de manera abusiva e improcedente termina desvirtuándose por completo y deviene en caricatura de lo que originariamente significaba. Sin duda, como usted sostiene acertadamente, es lo que ha ocurrido con el minuto de silencio, del que se echa mano para homenajear a cualquier tipo de muerto sea por la causa y de la clase social que sea. Pero no es menos cierto que, cuando se trata de homenajear a víctimas de alguna masacre o de alguna catástrofe, el manido minuto de silencio denota tan sólo un gesto de mediocridad e hipocresía promovido, generalmente, por aquéllos que tenían la responsabilidad de haber evitado las muertes o de paliar los efectos de la catástrofe y, por su incompetencia, su incuria o su negligencia, fueron incapaces de cumplir con su obligación. Es en estos casos cuando el minuto de silencio alcanza su dimensión más vomitiva y repugnante pues pretende poner el foco de atención en las víctimas para desviarlo de los verdugos.

LEY DE LA EUTANASIA

En relación con su artículo de ayer, ciertamente la eutanasia es un tema controvertido y en el que en numerosas ocasiones se confunden los términos. Hace ya muchas décadas que vivimos instalados en la cultura de la muerte de modo que no sólo nos conmueven y escandalizan lo justo las pérdidas de vidas como consecuencia de catástrofes naturales o artificiales, sino que tampoco nos espanta lo más mínimo, y hasta le buscamos una justificación legal, moral y filosófica, el quitarle la vida a los más indefensos como un feto o un enfermo. No nos damos cuenta de que esta permisividad tarde o temprano se extenderá como una mancha de petróleo y terminará por alcanzar, con una u otra excusa disfrazada de filantropía y envuelta en impecable ética legalista, a todas las edades de la vida. Con el tiempo, a los niños habrá que matarlos por un motivo, a los adolescentes por otro, a los adultos por otro, y a los ancianos no porque para entonces ya los habremos exterminado a todos. Personalmente no puedo aceptar la eutanasia. Eso sí, tampoco acepto el encarnizamiento terapéutico, que tal vez se puede confundir con la eutanasia pasiva pero no lo es, porque tampoco se trata de empeñarse en mantener con vida a quien en la práctica ya no la tiene. Pero también me parece absolutamente inadmisible que una persona, sea médico o no, tenga la última decisión sobre la vida de otra. No queremos ver lo peligroso que puede llegar a ser permitir semejante aberración. Cada uno es dueño de su propia vida y nadie sino uno mismo puede gestionarla.

MI NAVIDAD ME PROTEGE, TU NAVIDAD ME PROTEGE

Poco tengo que comentar sobre su columna del pasado lunes porque ya deja usted claro que hay que hacerles caso a los matemáticos. A los que no somos del gremio no hay que tomarnos muy en serio porque llevamos demasiados meses consintiendo y hasta avalando un disparate tras otro. Pero permítame que les haga una modesta corrección a sus amigos los matemáticos: el número de contagiados (positivos, mejor) no depende del número de gente que se reúne sino del número de peceerres que se realizan. En el Casino de Madrid, Pedrojota reunió a ciento cincuenta comensales hace un mes y medio y, que yo sepa, a fecha de hoy ninguno de los asistentes se ha contagiado (ha dado positivo, mejor), entre otras cosas, porque a ninguno de ellos se le ha hecho una puta peceerre. Y una advertencia para usted: yerra cuando afirma que si nos sacrificamos esta navidad podremos disfrutar de la siguiente. La navidad se ha terminado para siempre, como también se han terminado la Semana Santa, los Carthagineses, las Fallas, los Sanfermines o la Semana de Novela Negra. Y todo eso se ha terminado porque así lo han decidido unos loquinarios que tienen billetes suficientes para comprar gobiernos y medios de comunicación que nos hagan tragar la fantasía más delirante y desquiciada que se les ocurra.

Y hasta aquí, de la mano de un amable y atento lector, el último repaso al año 2020.