Rincón Literario de Paco Marín: “Las bondades de un asesino”

Rincón Literario de Paco Marín: “Las bondades de un asesino”

TÍTULO:     Las bondades de un asesino

AUTOR:     Sergio Martín

EDITA:       Drácena (2020)

Encuadernación: Rústica con solapas. Tamaño: 14 x 21,5 cm. Número de páginas: 174. PVP: 14,95 €. ISBN: 978-84-121807-8-7

Bien por tratarse de una parodia ácida y sucia, o bien por su lenguaje procaz y a menudo irreverente, cuando no, irritante del todo, o por transcurrir en una ciudad provinciana de Inglaterra, Las bondades deun asesino de inmediato nos recuerda las magníficas comedias cinematográficas de Guy Ritchie y Danny Boyle. Sin embargo, esta novela encierra en su final una melancólica paradoja que como poco la enraízan en el mejor humorismo español, por chocante que pueda resultar esta afirmación.

Tal es así que Las bondades de un asesino es una apuesta por actualizar los mecanismos del humor de la generación que integró La Codorniz transportándolos a la más sórdida y destartalada actualidad.

Es imposible recoger en 174 páginas más “historias”, lenguaje deshinibido, y muy, muy claro… gran mezcla de estilos: negro, erótico, humor… de todo.

Por otra parte: ¿Tenemos frente a nosotros a un psicópata en una novela o, una novela de un psicópata? No dejen de leer Las bondades de un asesino y sentirán que te agarra desde la primera página y te arrastra, en algún momento, aplaudiendo a un “filósofo” del bien y del mal, según él.

Sergio Martín nació un 6 de diciembre de hace muchos años en Madrid, se fue al Reino Unido y no ha vuelto. Como logros académicos figura su licenciatura en Ciencias de la Información y su máster en Educación. Su carrera profesional, por llamarla de algún modo, se ha desarrollado mayormente en la publicidad y la enseñanza.

Publicó tiras cómicas, entre otros muchos lugares, en el suplemento dominical de El Mundo. Sus chistes terminaron divorciándose de sus garabatos y, desde entonces, escribe sin parar. Ha colaborado en la colección de relatos breves Perlas en la charca (2016) y cuenta con un par de novelas concluidas, unos cuantos cuentos y varios poemarios en el cajón.

Las bondades de un asesino es su primera novela publicada.

Sergio Martín nos recibe en Inglaterra… Gracias…

P.- Por favor, presente a Sergio Martín García.

R.- Me fui de España hace muchos años para vender a los ingleses cosas que no necesitaban y ahora ayudo a convertirlos en personas de provecho. Si hubiese empezado por convertirlos en personas de provecho, recapacito, y les hubiese vendido después cosas que no necesitaban, a lo mejor no estaríamos sufriendo ahora esta gilipollez del Brexit. Cualquiera sabe.

Pero lo que me gusta es enredar, no solo escribiendo, también haciendo garabatos e incluso, sin tener repajolera, musicajos.

P.- ¿Desde cuándo escribe y por qué?

R.- Siempre me ha gustado que me contaran historias y si no, me las contaba yo solo, de ahí a escribirlas hay un paso. Con diez añitos, escribí un guion para una película espacial de argumento no mucho menos inteligente que el de La guerra de las galaxias. En mis mocedades me dediqué más al tebeo y a las tiras cómicas, hasta que Kurt Vonnegut Jr me impulsó a escribir relatos. Todo lo aprendemos por imitación. Ves a un niño con un triciclo, y quieres uno; lo ves con una novia, y también quieres una (si no la misma); y lees una historia fascinante e igual, quieres escribir tú una. Por otro lado, hay que reconocer que la escritura es una de las artes más accesibles. Anda que no me gustaría a mí construir sagradas familias, o esculpir davides en mármol de Carrara, pero claro...

P.- ¿Cuándo, cómo y por qué nace Las bondades de un asesino?

R.- Lo escribí sin darme cuenta. Haciendo unas suplencias, llenaba horas sueltas escribiendo pensamientos y relatos breves. De súbito, me saltó a la vista que al ensamblar todo aquello surgía algo, y me puse a darle forma. En principio, era una suerte de híbrido entre divagaciones de psicópata y ensayo de cultura comparada. Mi editor, Gastón Segura, supo ver las junturas y, con un bisturí muy afilado, despegamos al malandrín del Julio Camba.

P.- ¿Cómo se ha documentado, o todo es fruto de la mente?

R.- A pocos les pasa inadvertido el hecho de que el escritor de una novela sobre un psicópata español que vive en el norte de Inglaterra, sea un español que vive en el norte de Inglaterra. Y que esté escrita, para más inri, en primera persona. Hombre, uno siempre escribe sobre lo que conoce, yo soy muy observador y me nutro de todo lo que veo a mi alrededor. Pero, de momento, no he matado a nadie.

P.- ¿Ha conocido a algún asesino? ¿Puede encerrar algún tipo de bondad el más malvado de ellos?

R.- Conocí a un profesor de música que mató a su mujer. Pero solo lo conocí de vista, de sujetarnos las puertas y de darnos las buenas tardes. La descuartizó, la metió en una maleta, la guardó en el garaje, y le dijo a la policía que se había marchado de casa. Luego, mientras se llevaba a cabo una campaña nacional de búsqueda, invitó a sus suegros a cenar en Nochebuena. Y así, hasta que alguien se olió algo.

Todos somos tan capaces de lo peor como de lo mejor y, además, lo alternamos con una facilidad turbadora. El problema es que el bien y el mal son conceptos relativos y escurridizos. Por ejemplo, la producción industrializada de pollos, cerdos o vacas como bienes de consumo, por mucho que sea una actividad comercial perfectamente aceptada es, a mi parecer, algo tan perverso como lo eran los campos de exterminio nazi. Sin embargo, tendrán que pasar treinta o cuarenta años para que seamos todos conscientes de ello. La novela Bajo la piel, de Michael Faber, ofrece una muy interesante reflexión al respecto.  

P.- ¿Que ha perseguido al escribir esta novela?

R.- Echar al lector dentro de la cabeza de un ser depravado. Hacer que escuche sus pensamientos, comparta sus emociones y participe de sus crímenes. Y que, al final, termine por caer en que ese monstruo con el que ha llegado a identificarse, quizá no lo sea tanto.

P.- A la hora de matar ¿tiene algún arma favorita?

R.- La mala fortuna. Ese instante en el que un centímetro más arriba o más abajo marca la diferencia entre un pa haberse matao y un no somos nadie. A uno de los personajes de mi novela, sin ir más lejos, se le queda atrapado un pie entre las puertas de un autobús, que es algo que me pasó a mí, y termina extendido sobre el asfalto como mantequilla sobre una tostada. Hay una página de la Wikipedia de lectura fascinante para quien tenga interés en estas cosas, se llama List of unusual deaths. Es conmovedor enterarse de lo que les sucedió, entre muchos otros, al espía a tiempo parcial Allan Pinkerton, o al burgomaestre Hans Staininger.

P.- ¿Que prefiere: psicología o sangre?

R.- La sangre está bien, y un poquito de carnaza aquí y allá alegra la lectura, pero la chicha no está en el mondongo sino en los sesos, es decir, en el proceso cognitivo de los personajes. Lo que a mí me interesa es lo que les pasa dentro de la cabeza y cómo lidian con ello. En otras palabras, que no es tanto relatar lo que hacen en sí, cómo porqué lo hacen. Mi protagonista se debate en un estéril intento de racionalizar su presunción de superioridad moral respecto del resto del mundo, hasta que descubre algo que le baja de las nubes y le pone en su sitio. Si la fe es lo que cura la perversión de Raskólnikov,(Warning: Spoiler) a él se la cura el amor.

P.- ¿Cuáles son sus géneros y autores favoritos?

R.- La verdad es que no voy yo por géneros sino más bien por autores. Cuando un escritor me gusta, me pongo en sus manos y le dejo que me haga lo que quiera. Que elija el género que le plazca que yo me lanzo de cabeza. Juan José Millás, por ejemplo, pues el día que le dé por escribir prospectos, me los leo todos. Menudo vuelco le daría él a las posologías y a las contraindicaciones. De Will Self, otro tanto de lo mismo. Y hay tantos otros… Kurt Vonnegut Jr, Vargas Llosa, Galdós, García Márquez, Steinbeck, Delibes, Javier Marías, Salman Rushdie, Roald Dahl, Antonio Orejudo...

P.- Como lector, prefiere: ¿libro electrónico, papel o audio libro?

R.- Depende. Mis hijas descubrieron a Roald Dahl escuchando, durante nuestros largos viajes en coche, una colección de treinta cedés que guardo como oro en paño. Para ese tipo de relatos, y con las fabulosas escenificaciones de Stephen Fry et al, es un medio ideal. Sin embargo, cualquiera se pone a escuchar La casa verde o Rayuela en audiolibro.

En cuanto al libro electrónico, soy un hombre a un kindle pegado. No digo más. La rueda, el antibiótico y el kindle. Por ese orden. Me he mudado muchas veces de casa, y hasta de país, y me consta que los libros normales pesan mucho.  

P.- ¿Qué está leyendo ahora mismo?

R.- Suelo leer varios libros a la vez, siempre hay uno que es el principal, y otros que van de comparsita. En este momento, la nave insignia es El hombre inmaduro, de Luis Landero y le sigue una flotilla entre los que destacan La especie elegida, de Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martinez y Make something up de Chuck Palahniuk.

P.- ¿Cómo está capeando la pandemia del bichito covid?

R.- Para alguien a quien le gusta escribir, tener que encerrarse en casa es menos un sacrificio que una oportunidad, y a mí me ha cundido de lo lindo. Por otro lado, la reclusión en Inglaterra ha sido mucho menos espartana que en España y, como la primera coincidió con una primavera esplendorosa, estuve triscando por el monte más que una cabra.

P.- ¿Qué manías tiene a la hora de escribir?

R.- Ninguna. Me siento y me pongo a darle. Vamos, tengo una idea general de lo que voy a escribir, no es que vaya a ciegas, pero pienso mientras escribo. Me cuento a mí mismo la historia hasta que los personajes se ponen a hablar por su cuenta y entonces me convierto en mero vehículo, y machaco las teclas tan rápido como puedo para poder seguirlos, porque si me distraigo se me olvida lo que dicen.

Después, es cuestión de desarrollar o recortar y, por supuesto, corregir porque mi mayor enemigo es que la tecla de la be esté pegada a la de la uve.

P.- Relate alguna curiosidad literaria personal que le haya ocurrido y no ha desvelado hasta ahora,,,si la hubiere.

R.- 1. Tengo el honor de haber aparecido, brevemente todo hay que decirlo, en un relato de Will Self.

2. Hice un anuncio con la nieta de Roald Dahl y tuve una buena conversación con ella. Lamentablemente, fue antes de haber descubierto a su abuelo y a su obra.

3. José Luis Sampedro acudió a dos representaciones de Antígona en las que tomé parte, se durmió en las dos.

P.- Venda su libro ¿por qué hay que leer Las bondades de un asesino?

R.- Porque es una novela hilarante en la que todo es magro, locura y acción; porque es como una hiena que le coge a uno así, de la faja, y le zarandea igual que si fuera un Peropalo; porque pone al lector en la cabeza del malvado y asiste en directo a todas sus reflexiones y tropelías y porque, detrás de la sátira, esconde profundas reflexiones sobre qué coño somos y adónde hostias vamos.

P.- Sus planes a corto y medio plazo ¿son?

R.- Terminar mi tercera novela, y preparar la segunda para su publicación.