Rincón Literario de Paco Marín: “Los nombres prestados”
TÍTULO: Los nombres prestados
AUTOR: Alexis Ravelo
EDITA: Siruela (2022, enero) -Policiaca-
Encuadernación: Rústica con solapas. Tamaño: 15 x 23 cm. Número de páginas: 320. PVP: 19,95 €. ISBN: 978-84-18859-67-0
«PREMIO DE NOVELA CAFÉ DE GIJÓN 2021»
«Una novela, muy bien estructurada, que se sirve de un narrador omnisciente para abordar temas de fondo tan importantes como la identidad, el perdón, la redención y la verdad». Del Acta del Jurado.
Relación perfecta entre el título “Los nombres prestados” y el desarrollo de la historia, o historias. En una sucesión de capítulos cortos, acompañado de diálogos agudos y sutiles, el autor dota a la narración de un ritmo preciso transmisor de incertidumbre al no saber que nos vamos a encontrar a la vuelta de la siguiente página.
Entre todos los personajes, dos me han llamado profundamente la atención -el muchacho Abel y el perro Roco- por ser columnas fundamentales que ayudan a sostener toda la trama perfectamente.
Alexis Ravelo nos hace llegar historias pasadas, volcando todo el ayer en personajes que “intentan ser” lo que no fueron. Por las páginas desfilan: violencia, dolor, traición, soberbia, mentira, miedo, culpa, perdón… redención en el amor volcado en Abel y en Roco.
“Tomás Laguna podría perfectamente ser un corredor de seguros jubilado que ha llegado a Nidocuervo para disfrutar con tranquilidad de su retiro en compañía de su perro Roco. Y Marta Ferrer podría pasar por una traductora que ha encontrado en el pueblo el sitio ideal para vivir en paz con su hijo Abel.
Pero lo cierto es que ambos son verdugos insomnes llegados a ese rincón del mundo con nombres prestados, fingiendo que no son quienes hasta hace poco han sido. Sin embargo, el equilibrio entre la realidad y la ficción que cada uno ha elegido para sí es tan frágil que sucesos tan fortuitos como una tormenta o la elección de una foto para la portada de un periódico resucitarán los fantasmas del pasado, devolviendo a sus vidas una violencia que esperaban haber dejado atrás para siempre”.
Situada a mediados de los años ochenta del siglo XX, “Los nombres prestados” es una historia de acción y suspense, un wéstern moderno, una novela negra que funciona también como una alegoría que indaga en las causas y las consecuencias de la violencia política, en la vinculación entre víctimas y verdugos, en las obligadas paradas que habrá de hacer quien recorra el tortuoso camino hacia la redención.
Por favor, presten mucha atención a la entrevista… ¡Gracias!
Alexis Ravelo (Las Palmas de Gran Canaria, 1971) cursó estudios de Filosofía Pura y asistió a talleres creativos impartidos por Mario Merlino, Augusto Monterroso y Alfredo Bryce Echenique. Dramaturgo, autor de tres libros de relatos y de varios libros infantiles y juveniles, ha logrado hacerse un hueco en el panorama narrativo actual con sus novelas negras, que han merecido diversos reconocimientos, entre ellos el prestigioso Premio Hammett a la mejor novela negra por “La estrategia del pequinés”. “La última tumba” (Premio de Novela Negra Ciudad de Getafe, 2013) o “Las flores no sangran” (Premio Valencia Negra, 2015). En ‘Siruela’ ha publicado “La otra vida de Ned Blackbird” (2016), “Los milagros prohibidos” (2017), “La ceguera del cangrejo” (2019) y “Un tío con una bolsa en la cabeza” (2020).
Charlamos con Alexis Ravelo en las Islas Canarias…Un auténtico placer…Gracias y hasta pronto…
P.- Por favor recuerde a los despistados quién es Alexis Ravelo.
R.- Un escribidor calvo y canarión que escribe de todo, pero que es conocido por sus novelas criminales.
P.- ¿Cuándo, cómo y por qué nace "Los nombres prestados"?
R.- Mis novelas no nacen de una buena idea, sino de un montón de malas ideas que se van cruzando. En este caso, la idea inicial surgió tras una exposición canina en la que mi pareja y yo conocimos a unos chicos que adiestraban a perros para que asistieran en terapias para niños y niñas afectados por trastornos del espectro autista. De ahí surgió, con mucha claridad, la imagen de la primera escena que sucede en el libro. Pero, a lo largo de la escritura de la novela, fueron ocurriendo muchas cosas en este país: algunas muy buenas, como que ETA dejara de matar o el fin del bipartidismo, y otras no tan buenas, como la polarización política, el resurgimiento de la extrema derecha o el empobrecimiento de la calidad del debate público. De alguna forma, todos estos asuntos se fueron colando en la novela.
P.- ¿Por qué la ambienta en los años ochenta?
R.- Me resultaba muy útil para hablar de la violencia política de uno u otro signo. Era la época en la que en los cuerpos y fuerzas de seguridad aún estaban activos siniestros miembros de la policía franquista y surgían fenómenos como los GAL y, por otro lado, había escisiones internas dentro de los grupos que habían optado por la lucha armada en los últimos años de la dictadura. Por otro lado, llevaba tiempo queriendo ir hacia atrás en la cronología. La tecnología me aburre bastante en novela negra: como lo facilita tanto todo, uno se pierde la oportunidad de que los personajes hagan recorridos que pueden enriquecer la trama. Por poner un ejemplo, los teléfonos móviles me parecen bastante menos interesantes que una cabina telefónica.
P.- De entre todos los personajes, el niño Abel y el perro Roco me han conquistado. ¿Son reflejos de algún niño concreto y de algún perro conocido?
R.- Siempre creo mis personajes pensando en su función (en el arquetipo al que habrán de corresponder) y fundiendo en ese molde materiales procedentes de la experiencia personal. En el caso de Abel hay varias personas con discapacidad intelectual que he conocido a lo largo de mi vida. Para Roco, utilicé también la personalidad y la apariencia de varios perros. Entre ellos, Pispa (una golden retriever que era de mis suegros y a la que queríamos mucho), y la que tengo más cerca hoy en día, Kira, una mil leches, muy cariñosa. Durante la escritura de las últimas versiones, la observaba para la descripción de movimientos y actitudes. Me resultaba muy útil.
P.- ¿En algún momento se perdió entre tantos nombres, sobrenombres, apodos, motes... etc? ¿Algún personaje pretendió destacar sobre los demás?
R.- Me perdí varias veces. Piense que el manuscrito fue entrando y saliendo del cajón a lo largo de siete años y hay personajes que llegan a tener hasta cuatro y cinco nombres o sobrenombres. Hay dos, concretamente, que se intercambiaron en algún momento y cuyas intervenciones tuve que volver a revisar con mucho cuidado.
En cuanto a que los personajes pretendan destacar, creo que solo le ocurre a escritores que no planean bien su trabajo. Yo me preocupo mucho de la estructura. Mi trabajo consiste en encontrar buenas historias y en contarlas bien, y, pese a que mi libertad creativa es soberana, siempre he creído que el lector se merece un respeto. Si la subtrama que afecta a un personaje secundario es más interesante que la trama principal, uno debe replantearse la novela y, en último término, reescribirla invirtiendo la jerarquía. Cuesta más trabajo y lleva más tiempo, claro, pero el resultado siempre será mejor. En cualquier caso, los personajes no pueden rebelarse porque no son más que personajes (esto es, los has creado tú). Cuando un novelista dice que "el personaje se le rebeló" en realidad lo que está confesando es que es un vago o que no sabe hacer su trabajo.
P.- La venganza y el perdón ¿pueden ir de la mano?
R.- No lo sé. De hecho, esa es una de las preguntas que me impulsaron en la escritura de esta novela.
P.- ¿Como estuvo la presentación de la novela en Cartagena? ¿Lleva algo de la trimilenaria en su redacción?
R.- Fue fabulosa, sobre todo porque me acompañó Antonio Parra, a quien admiro y aprecio, y me vi rodeado de los amigos de Cartagena Negra, festival al que le tengo mucho cariño. Y sí, precisamente en la celebración de Cartagena Negra, en 2019, creo, di con una pieza de la novela que me faltaba y que hoy aparece en el primer acto: las páginas que cuentan la historia de un pajarillo muerto encontrado por Abel, hacia el comienzo. Fueron escritas en Cartagena, concretamente en la terraza del Hotel Los Habaneros, mientras unos escritores noveles discutían, en la mesa de al lado, por cosas que no tenían nada que ver con la literatura, aunque ellos pensaban que sí.
P.- ¿Dónde sitúa los pueblos de San Expósito y Nidocuervo?
R.- Nidocuervo es un pago a las afueras de San Expósito que, a su vez, está situado en un territorio insular a las afueras del mundo. San Expósito es mi Yoknapatawpha, mi Macondo. En algunas novelas ("La noche de piedra" o "Un tío con una bolsa en la cabeza") lo he ubicado en Canarias. En otras ("La otra vida de Ned Blackbird" o la misma "Losnombres prestados"), está bastante más cerca del continente, a media horita en ferri. De alguna manera, es como una balsa de piedra que se aleja o se acerca según me interese. Puede ser incongruente, pero cuando pienso en estos problemas, me pregunto cómo hacían las cosas los maestros. Y creo que, por ejemplo, al maestro Onetti nadie le echaría en cara que modificara a su gusto la geografía de Santa María de una novela a otra.
P.- ¿Que supone para usted haber obtenido el Premio de Novela Café Gijón 2021?
R.- Es curioso, pero mis novelas han ido teniendo muchos reconocimientos siempre en el ámbito de la novela negra. Esta es la primera vez que una de mis novelas negras obtiene un premio que no está dedicado expresamente al género. Y, además, es un galardón prestigioso que siempre había soñado con ganar. Así que se trata de una puesta de largo y, de alguna manera, puede servir para eliminar prejuicios, porque todavía hay quien habla del género negro como si se tratase de un mero entretenimiento y no fuera literatura.
P.- Venda su libro ¿por qué hay que leer "Los nombres prestados"?
R.- Eso de vender mi libro no sé hacerlo. Siempre pienso que los lectores emplearían mejor su tiempo en leer a Willa Cather o a Julio Cortázar. Puedo decir que es un libro sincero, escrito con las tripas y pensado para proporcionar buenos ratos, pero también plantear preguntas. Y que sale un perrito. (Ja, ja, ja).
P.- ¿Como ha toreado al bichito Covid-19? Sus planes a corto y medio plazo ¿son?
R.- Bastante bien, porque soy de los que siempre intentan hacer, de la necesidad, virtud. De hecho, me permitió viajar menos, leer, reflexionar y escribir más y con más tranquilidad. Ahora mismo, trabajo en un proyecto a largo plazo, una novela que será complejo escribir y que puede que no tenga un manuscrito cerrado hasta dentro de un par de años. Mientras tanto, puede que escriba otras cosas más breves. Ideas para escribir nunca faltan; lo que suele faltar es el tiempo, o, más bien, el espacio mental necesario para trabajar en ellas.