Opinión

PENSANDO EN VOZ ALTA: TALLER DE LECTURA EN PRISIÓN

Paco Marín
Paco Marín
PENSANDO EN VOZ ALTA: TALLER DE LECTURA EN PRISIÓN

PENSANDO EN VOZ ALTA

 

TALLER DE LECTURA EN PRISIÓN

 

Una de las experiencias más productivas, interiormente, y gratificantes es la de llevar la lectura; y en la medida de lo posible, la escritura; a todos los rincones de la sociedad donde el interés por el libro y las ansias de progresar intelectualmente son más que evidentes.

 

Ayer domingo, día 17, acompañé a Pilar Fernández Senac, Jesús Boluda del Toro y Antonio Parra Sanz a la prisión de Sangonera (Murcia) para dialogar con los internos que participan en el ‘Taller de animación a la lectura’ sobre la novela “Hotel Dante”. Ellos son tres de los siete autores que la han escrito. Siete autores que dejan su impronta alrededor de los siete pecados capitales.

 

A saber: “Ira” (Víctor Mirete). “Avaricia” (Alfonso Gutiérrez Caro). “Lujuria” (Cristóbal Terrer Mota). “Soberbia” (Pilar Fernández Senac). “Envidia” (Jesús Boluda del Toro). “Pereza” (Rosa Huertas) y “Gula” (Antonio Parra Sanz). Prólogo a cargo de Graziella Moreno.

 

Por distintos motivos solo han podido acudir Pilar, Jesús y Antonio.

 

Este taller es un espacio y un tiempo penitenciario conducido, entre otros, por Antonio Jávega miembro de la asociación ‘Psicólogos por el cambio’, en el que se vierten contenidos de literatura, filosofía, historia, geografía, astronomía, matemáticas, y, cualesquiera otros, que puedan despertar inquietud por el conocimiento en los internos que tienen a bien sustituir su libertad en el patio por una reclusión en el aula de la capilla. Después de cada exposición se abre un debate, en el que los participantes ponen de manifiesto sus dominios sobe la materia, o tratan de poner en evidencia los conocimientos de los conferenciantes, recogiendo cada cual los aprendizajes que puedan resultar relevantes.

 

Al ‘Taller de lectura’ suelen acudir un grupo de 25 a 30 personas.

 

El encuentro de ayer en un Salón de Actos impresionante, con los internos que acudieron, fue ilustrativo y enriquecedor. No hubo cortapisas a la hora de hablar y exponer opiniones. Diálogo claro y sin temor a pronunciar ciertas palabras. La exposición y presentación de la obra por parte de Antonio Jávega fue de matrícula de honor; de las mejores que he visto y, por supuesto, mucho mejor que cualquiera de las que yo he realizado. Merece la pena trabajar y luchar para que, dentro de los límites de una prisión, los presos gocen, por lo menos, de libertad mental y cuando cumplan con la sociedad y se incorporen al día a día de su nueva vida lo hagan en condiciones más que aceptables.

 

Acabada la exposición y la charla con los participantes, los funcionarios tuvieron la amabilidad de acompañarnos en una visita por la prisión. Estuvimos en un módulo donde compartimos espacio con los reclusos en: la escuela, economato, comedor, patio, despachos varios. Como no podía ser de otra forma, acudimos a las celdas. Celdas para dos personas, dimensión aproximada de 4 x 3 metros, ocupada por dos literas, water y un espacio para la ropa. Pero, lo que realmente nos sorprendió fue la experiencia de entrar en la celda y vivir de primera mano el sonido que se genera cuando cierran la puerta de la misma y a continuación corren el cerrojo por fuera. El corazón y el estómago recogen dicho cerrojazo siendo muy difícil olvidarlo.

 

Giramos visita, así mismo, al módulo de ingreso donde nos rindieron las explicaciones pertinentes respecto a los trámites a seguir cuando alguien va a ingresar. Participé personalmente en la forma y manera en que recogen las huellas dactilares. Continuamos por las dependencias en las que se producen los encuentros vis a vis: con padres y hermanos, con hijos menores de 12 años y los íntimos. Interesante fue, también, estar en los módulos de comunicación.

 

Es toda una vivencia pasear por la prisión. Al estar en el patio sólo ves el cielo y las alambradas sobre los muros, aunque estés acompañado la sensación de soledad es infinita. Para terminar, tengo que dejar muy claras dos sensaciones, aparte de la del ‘cerrojo’; una es el olor que se posó sobre mí y que será difícil olvidarlo y la otra es, otro sonido, la reja que se abre, entras, y se cierra a la espera de que una nueva sea abierta para franquearte el paso a las dependencias penitenciarias.

 

Estas humildes líneas solo quieren rendir homenaje a todas las personas que, por circunstancias diversas, han de pasar una parte de su vida en prisión y, en ese tiempo, se forman en distintas tareas y, además, practican la lectura.