Así, de sopetón me dicen que ha muerto José Sánchez Macías. Ante todo era muy cartagenero y también mi amigo desde antes de 1959 cuando de críos casi hacíamos novillos alguna mañana o tarde para ir al estadio del Almarjal, pisando el barrillo caliente y contaminado del río de la Sosa (caustica), acequia proveniente de la cercana fábrica de Productos Químicos a un entrenamiento osimplemente a pisar el césped y darle a un pesado balón de cordonera. Nos lo permitía ser amigos de Juan Escudero, hijo del conserje del estadio, el señor Gregorio.
No sé cómo se mide lo de ser de un sitio y ser considerado un grande en todos los aspectos, comenzando por su porte y humanidad que hizo de Pepe ser Cabo gastador de los Granaderos Marrajos y más adelante entroncado en otras agrupaciones de Semana Santa hasta ser el fundador y casi hombre orquesta de la de La Lanzada, cuya marcha, obra del maestro José Torres Escribano, músico militar, se apoderaba rítmicamente desde el Miércoles de Ceniza al Domingo de Resurrección de la Cafetería Puerto Rico, en la plaza del Lago, de La Merced o de José Antonio, en el local de la familia. Fundado por Antonio Bobadilla y en el que Pepe empleó la mayor parte de su vida. Una existencia que ha acabado a los 84 años de edad. Me refiere la familia que “sus últimas palabras, antes de que le sedaran, fueron dos veces la expresión “Virgencica de la Caridad, llévame contigo”.
José Sánchez Macías 'Pepe el del Puerto Rico'.
Desde la fundación del local yo era cliente asiduo. Tropecientos mil cafés solo y con sacarina (sin ser diabético) habré consumido en ese Puerto Rico donde se concentraban a desayunar o a despachar el aperitivo lo más granado de la Cartagena del chismorreo en constante ebullición.
Era un local para pactos comerciales, con su terraza para los consumidores vigilados por la Palmera más alta de la provincia, mirando a la fachada del Cine Central. No faltaban un solo día Salmerón, el dueño de la tienda de las cortinas en la calle del Duque, o Federico Agüera, el de las tiendas de calzados y socio del Efesé, además de californio; los empleados de la cercana Caja de Ahorros del Sureste de España (después la CAM), el egregio escritor Isidoro Valverde, autor de varios libros, uno de ellos sobre Las desventuras y alguna otra ventura del Efesé; Paco Balaguer, padre de Manuel Ángel Balaguer, que lleva el timón de Sportcartagena; Alejandro Cros, publicitario también se apuntaba a la clientela y a una Peña Quinielista que formábamos 13. Pepe Castelló Ferrer, el de calzados El Gallo, ex socio de primer número del Efesé, y mayordomo californio encargaba el conleche y las tostadas de aceite para las 10 horas de todas las mañanas.
Por las noches se tomaba un café el colaborador de prensaEvaristo Hernández Castellanos ‘Lucentum’ en una esquina del local, siempre fumando. La guerra al humo de los cigarrillos era entonces una entelequia. Y a la altura como fumador, Julio Mijares Tuells, celador en urgencias del Rosell, un personaje que lo sabía todo de las triquiñuelas de fútbol. Se metió a intermediario de jugadores.
Los componentes de la empresa eran buena gente. Muy buena gente. Y la clientela, de toda condición social, sabía de la seriedad del establecimiento.
Hasta un día Pepe Sánchez Macías, se atrevió a invitar a desayunar al Athletic de Bilbao en su local, que acudir a Cartagena los leones de San Mamés con ocasión de un partido de Copa del Generalísimo, hoy Copa del Rey.
En la Cafetería Puerto Rico se planificó y ultimó todo para la construcción del Trono de La Lanzada, con imagen de la Virgen encargada al orfebre valenciano Orrico.
La implicación de Pepe Sánchez Macías en el fútbol cartagenero se dio durante muchos años al colaborar decisivamente en la colocación de la iluminación eléctrica del estadio del Almarjal, que gestionó con la empresa sevillana Proyemor, por un millón de pesetas.
RICO, RICO, RICO...EL CAFÉ DEL PUERTO RICO
Desde la fundación del local yo era cliente asiduo. Tropecientos mil cafés solo y con sacarina (sin ser diabético) habré consumido en ese entrañable Puerto Rico donde se concentraban a desayunar o a despachar el aperitivo (su vermout casero era famoso) lo más granado de la Cartagena del chismorreo en constante ebullición. Era un local para pactos comerciales, con su terraza para los consumidores vigilados por la Palmera más alta de la provincia, mirando a la fachada del Cine Central.
No faltaban un solo día Salmerón, el dueño de la tienda de las cortinas en la calle del Duque, o Federico Agüera, el de las tiendas de calzados y socio del Efesé, además de californio; los empleados de la cercana Caja de Ahorros del Sureste de España (después la CAM), el egregio escritor Isidoro Valverde, autor de varios libros, uno de ellos sobre Las desventuras y alguna otra ventura del Efesé; Paco Balaguer, padre de Manuel Ángel Balaguer, que lleva el timón de Sportcartagena; Alejandro Cros, publicitario también se apuntaba a la clientela y a una Peña Quinielista que formábamos 13. Cuando había dinero en caja, por los premios (raquíticos más bien) acudíamos al Restaurante Mare Nostrum, de Pepe Marín, en el Paseo de Alfonso XII, en busca de una paella con entrantes que abrían el apetito de los carpantas.
Hasta un día Pepe Sánchez Macías, se atrevió a invitar a desayunar al Athletic de Bilbao en su local, que acudir a Cartagena los leones con ocasión de un partido de Copa del Generalísimo. Pepe cuidaba mucho el protocolo y organizaba como nadie los actos sociales: nombramiento de madrinas de La Lanzada. Se apoyaba en su amigo Pepe Navarro Olmos, el del la CAM, ya fallecido.
En la Cafetería Puerto Rico se planificó y ultimó todo para la construcción del Trono de La Lanzada, con imagen de la Virgen encargada al orfebre valenciano Manuel Orrico.
La implicación de Pepe Sánchez Macías en el fútbol cartagenero se dio durante muchos años al colaborar decisivamente en la colocación de la iluminación eléctrica del estadio del Almarjal, que gestionó con la empresa sevillana Proyemor, por un millón de pesetas. No ganó ni un real en el fútbol. El negocio sí contó con los cientos de cafés servidos a los aficionados que los domingos iban al Almarjal, tras un rápido almuerzo. Los partidos comenzaban entre 15:00 y las 15:45 horas para provechar la luz solar.