CARTAGENA, QUERIDA CARTAGENA

CARTAGENA, QUERIDA CARTAGENA

CARTAGENA, QUERIDA CARTAGENA

 

¡Qué bonita es mi ciudad!, siempre ha sido bonita, pero es que ahora la disfruto de una manera especial. Sin prisas, sóla, tranquila…, me paro en cada rincón que sin darme cuenta me avisa que está ahí, a veces simplemente observo el vaivén de los mástiles de esos veleros que lucen con el destello del sol, al mar romper con fuerza y salpicar ese faro rojo lleno de historias que nos hace guiños a lo lejos con el parpadeo de su luz.

Otras la observo desde lo más alto, desde esos lugares privilegiados que suben el telón a mi llegada para contemplar el espectáculo. Y entonces comienza la función, sin faltar detalle alguno. La cúpula de la Basílica de la Caridad, el Teatro Romano, el puerto, las callejuelas estrechas que cuentan historias….

Es una ciudad Trimilenaria, así que sobran las palabras.

Lo que más me gusta es perderme, salir sin rumbo y llegar siempre sorprendida, así que hoy vamos a dar un paseo y vamos a recrearnos en bonitos rincones que he fotografiado para todos vosotros.

Hay días que tengo ganas de oler el mar, porque el mar nos da vida. Porque he aprendido lo importante que es para mí después de estos meses privados de la posibilidad de tan bello paisaje. Así que me encanta caminar hasta Cala Cortina, un entorno mágico, especialmente cuando lo disfrutas en el mayor de los silencios, observas las gaviotas y te quedas un ratito allí, sentado junto a la orilla tirando pequeñas piedrecitas a esas aguas cristalinas.

Acercarte al faro verde y ver los amarradores preparados para recibir a los grandes barcos que entran a puerto, escuchar “sin querer” las conversaciones de esos pescadores que derrochan relajación por los cuatro costados, y sentarte un ratito junto a uno de los bloques pintados que dan color a este dique y que llenan de energía extra tu día.

Me siento en casa en este entorno, protegida. Bueno, lo de protegida tiene su razón de peso, y es que siguiendo el camino tenemos la suerte de que salgan a nuestro encuentro las Baterías de Costa, en concreto por esta zona las de Santa Ana y Santa Florentina. Porque estos complejos militares de artillería pesada, cuyo objetivo fue la defensa ante el ataque enemigo, son un bonito lugar para pasear, curiosear, e imaginar todas aquellas historias que allí ocurrieron.

Y estas baterías de costa no fueron los únicos mecanismos de defensa ante los ataques de  “los enemigos”, nuestra ciudad estaba muy preparada para evitar los ataques por tierra, mar y aire.

Por eso tenemos esa bonita Muralla del Mar, impactante desde abajo y un mirador impresionante desde arriba.

Y los refugios de la guerra civil, que sólo al cruzar el túnel de la calle Gisbert se me ponen los pelos de punta. Pero no sé el  porqué, no puedo dejar de pasar por allí, recorrer la Plaza del Lago, la calle de La Gloria, bajar por la Cuesta de La Baronesa, caminar hacia el Callejón de la Soledad, la calle Cuatro Santos y desembocar en la calle del Cañón.

Porque cuando te pierdes, a veces descubres algo nuevo que no conocías, como la Casa Spottorno,  ubicada en la Calle del Cañón, donde residió el escritor de cuentos Hans Christian Andersen, que escribió esos bonitos recuerdos de nuestra niñez como EL PATITO FEO, EL SOLDADITO DE PLOMO y  EL SASTRECILLO VALIENTE.

O el callejón de Zorrilla donde nació Isaac Peral, o por la puerta del cine Maíquez, ese gran cartagenero al que debemos tanto dignificando el teatro y pudiendo disfrutar hoy en día de butacas numeradas para disfrutar de nuestra función….Lo dicho, perderse te ofrece encontrar, y encontrar te provoca ilusiones que no tenías cuando iniciaste tu paseo en esa mañana fresquita de primavera.

Tengo un amigo que cuando visita Cartagena le llama la atención que conservamos fachadas, como dice él desde el cariño “parece la ciudad de los playmobil”.

¿Habéis probado, los más despistados a dar un paseo mirando hacia arriba? Porque aquí en Cartagena, más allá de la altura de nuestros ojos nos encontramos con los balcones más bellos, las fachadas más emblemáticas... Hacerlo un día, simplemente desde la calle Mayor hasta el final de la calle del Carmen y luego me contáis. La Casa Cervantes, El Casino, Gran Hotel, nuestro Palacio Consistorial. Sin miedo a quedaros con tortícolis, os aseguro que merece la pena…

¡Vale!, también podemos hacer un recorrido por las puertas más emblemáticas, que hay pero que muchas, y la mayoría diseñadas por el arquitecto Víctor Beltrí.

La del Palacio de Aguirre, la de la Escuela de las Graduadas en la calle Gisbert, Casa Maestre en la Plaza San Francisco, y hay una en particular que me encanta, la puerta del Palacio de Escaño en la calle Medieras. ¿Por qué?, pues porque un día pasé y la encontré abierta. Las agujas del reloj se pararon para mí, porque subí hasta el último piso y estuve fotografiando esa escalera durante no sé cuánto tiempo. Aquel edificio transmitía cosas, tantos años, tenía mucho que contar.

No es la única puerta que he encontrado abierta, si he de ser sincera. En la esquina de la calle Santa Florentina con El Icue, hay un edificio que de pequeña recuerdo había un puesto de palomitas de maíz, de esas en su bolsita de papel blanco y alargada. Era una de mi parada obligada con mis padres, así que imagina la ilusión cuando la vi abierta, bueno más bien “entornada”. Entré y respiré esos momentos de niñez. Bonitos techos y paredes, preciosa escalera para fotografiar desde arriba. Pero la instalación del ascensor frustró el plan de la fotografía, aunque no me impidió subir y disfrutar de esas vistas privilegiadas desde la azotea. Menos mal que seguía abierta cuando bajé, si no todavía estaría allí.

¡Menudo paseo mañanero que estamos dando juntos hoy! Cala, faro, callejuelas del casco antiguo, baterías de costa, muralla, refugios, edificios emblemáticos, rinconcitos…. Y nuestro puerto, lugar obligado para todos los que buscamos un momento de paz. Puede ser en un banco, en una boya de amarre, en la terminal de cruceros que la pobre está muy sóla últimamente, o como me gusta a mí, en las escaleras junto a la cola de la ballena, un gran regalo de nuestro escultor cartagenero Fernando  Sáez de Elorrieta. Puerto arropado por ese entorno privilegiado con el monumento a los Héroes de Cavite, plaza emblemática junto a la que durante un tiempo estuvo luciendo nuestro Submarino Peral. El Museo Naval, el entorno universitario que llena de alegría y voces de juventud la ciudad, los cañones….

Cerquita el Arsenal Militar, Las Puertas de Murcia,  y varias esculturas  en bronce de marineros, homenaje a aquella Cartagena que una vez  los acogió, inundando la ciudad y las terrazas de esos chicos que cada año dejaban a orillas del puerto un montón de corazones rotos, que paseaban por nuestras calles uniformados a lo “Oficial y Caballero”, y entre risas tomaban tanques de cerveza y tapas de magra con tomate en el bar Taibilla , unas Bravas en La Mejillonera y unos bocadillos gigantes en El Galeón. Homenaje también para ellos, porque esta ciudad llegaría a ser  también un poquito “su Cartagena”.

Y así somos, gente de mar, que disfrutamos con una marinera y una caña alrededor de un barril, que nos encantan los crespillos, pasear por las calles salón, tomar asiáticos en el Bar Sol, y que como punto de quedada para tomar unos michirones con los amigos  y una tapa de pulpo a la cartagenera, lo solemos hacer en un pico esquina.

Feliz domingo.

EVA GARCÍA AGUILERA.