REGIÓN DE MURCIA, QUÉ BONICA ERES

La Ventana de Eva
La Ventana de Eva
REGIÓN DE MURCIA, QUÉ BONICA ERES

REGIÓN DE MURCIA, QUÉ BONICA ERES

 

Es una suerte vivir en la región de Murcia. Rica en historia, leyendas, cultura, gastronomía. No tenemos ni mucho frío ni mucho calor. Estamos agustico. Bueno, algo de frío hace en Caravaca de la Cruz. ¡Menudas nevadas he disfrutado yo! Iban mis hijas al cole que parecían muñecas de nieve. Después de jugar pequeños y mayores a lanzarnos bolas de nieve, nos tomábamos un chocolate caliente con una toña y nos arreglábamos bien el cuerpo. Y si al día siguiente seguía todo blanco y los grados estaban bajo cero, tirábamos pa Inazares a meternos unas migas entre pecho y espalda.

Ja, ja, he dicho que ni frío ni calor. Que se lo cuenten a los que salen de sus casas de la ciudad de Murcia una mañana de agosto y se les han derretido las suelas de los zapatos. Se asoman rápido al puente de Los peligros con ganas de lanzarse al río, sin pensar que el Segura anda con poco caudal. Pero la ciudad de Murcia no sólo es una olla a presión de guiso de habichuelas calientes en verano.

Es tradición, es el Entierro de la Sardina, colorido y jolgorio. Es el Bando de la Huerta, la historia del Casino, los campos de limoneros en flor. Es el lugar al que quieres volver a comerte un paparajote y una tapica de zarangollo.

Y es que somos unos suertudos. Disfrutamos de la floración de Cieza. Los campos se visten de fucsia en todas sus tonalidades. Es el color de la flor de los melocotones, que dibujan un cuadro de los que te quieres llevar a casa.

Nos comemos el mejor arroz en Calasparra después de visitar el Santuario y disfrutar de un paseo junto al río. Visitamos Ulea, porque el cura tiene una casa de color rosado, que cuentan que fue diseñado por Gustave Eiffel. Sí, el mismo que diseñó la Torre Eiffel.

 

 

El Valle de Ricote es precioso, desde Blanca a Abarán, pasando por Ojós para disfrutar de unos buenos bizcochos borrachos.

 

 

 

 

El vino de Jumilla, sin olvidarnos de la copa de vino que nos tomamos en Bullas después de disfrutar del paisaje del Salto del Usero.

La paz de Moratalla, su río y sus campos verdes que nos llenan de paz. Y nunca nos marchamos de allí sin llevarnos una barra de mazapán, que sin que los toledanos me escuchen, es el más rico que he probado.

Somos disfrutones y nos gusta la fiesta. Así que no perdemos la oportunidad de acercarnos a los carnavales de Águilas, a las fiestas de La Bruja en Alcantarilla. Desde que las descubrí, cuando llega mayo me falta empadronarme allí. Hay alegría y conciertos, las carrozas repletas de color dibujan sonrisas a los niños. Pero si queréis que os sea sincera, lo que más me impresionó de Alcantarilla fue su acueducto y la noria que hay en el Museo de la Huerta. Entrar en ese museo es como un remanso de paz. Huele a azahar, a tradición, al trabajo duro del campo, a las manos rudas de quien se deja su sudor para que tengamos frutas y verduras en nuestra mesa. No dejéis de ir.

 

 

 

Igual que no tenéis que dejar de disfrutar de los chochos y las picardías. Sí, en Lorca, esos caramelos tan ricos… Tenéis que probarlos. Y si vais en Semana Santa vais a disfrutar de lo lindo. Y mira que yo vengo de una ciudad donde la Semana Santa es preciosa, que destaca por su orden y seriedad. Pero es que a mí cuando me sacan de mi zona de confort y me rompen los esquemas, me encanta. Y eso es lo que me pasó cuando vi la primera procesión de Lorca. Los blancos y los azules. El fervor, la alegría. Pero siempre, siempre, dese el respeto. Qué bonita es Lorca, con su Fortaleza del Sol y esas alamedas. Hubo una época que pasé un tiempo allí. Me gustaba perderme por sus calles y descubrir todo lo que aquella ciudad podía ofrecerme.

Menuda región que somos. Desde las Salinas de San Pedro del Pinatar y sus flamencos que pintan el paisaje de rosa, a la tradición del garbancillo de Tallante.

De los baños de Mula al Balneario de Archena. Es un lujo disfrutar del descanso en lugares que tienen su historia, porque siempre volverás a casa  mucho más sabio. Y relajado, claro.

Y si después de ese baño de burbujas conduces hacia Cabo de Palos y subes al faro… Qué bonita historia la de los antiguos fareros. El que actualmente se encuentra encargado de cuidarlo lo hace con mucho cariño. Pero cuenta que ya no es como antes, cuando las familias enteras vivían allí. Ahora dice que se siente como un técnico de lavadora, pero yo sé que en el fondo, entrar a ese lugar donde siempre hubo mano humana para proteger a los hombres de mar, le arropa y le aviva los recuerdos.

Por cierto, antes de iros de Cabo de Palos, comeros un caldero. No vaya a ser que lleguéis con hambre a visitar las norias de Abarán o el apetito haga rugir vuestras tripas mientras hacéis la ruta de las caras en Sangonera. Un verdadero artista talla las grandes piedras de la montaña. Pero dicen, cuentan los amigos que conozco, que nunca lo han visto.

Yo creo que entre que pasáis por La Unión y os deleitáis con el Cante de las Minas y fotografiáis a lo lejos los castilletes mineros, os dais un paseíto por Los Alcázares, descubrís la leyenda de la Isla del Barón y disfrutáis del atardecer en La Manga, se os hace la hora para llegar al anochecer a Aledo. Porque a principios de agosto, el casco antiguo de Aledo se ilumina con miles de velas, recobrando su historia medieval.

Cada rincón sorprende, a veces incluso los nombres de los municipios te sacan una sonrisa. Las Torres de Cotillas, Baños y Mendigo, Ramonete, Caravaca, Alcantarilla…

Pero en todos hay tradición. Desde Yecla a Mazarrón hay una historia. Como en Mazarrón con las historias de los mineros, el milagro de la Virgen de Bolnuevo, sus playas…

 

 

 

Y es que disfruto, de verdad que lo hago. Sobre todo desde lo alto de las baterías de Castillitos o Cenizas. Desde allí tengo la sensación de que la vida es maravillosa.

 

 

 

 

No, no me olvido. ¿Cómo me iba a olvidar? Si hablamos de historia, no podemos dejar de hablar de la ciudad trimilenaria de la región de Murcia, Cartagena.

La ciudad de submarinos, del café asiático, de la marinera, el modernismo, el mar, los cartagineses y romanos, sus gentes.

La región de Murcia es más que el acho tío ande vas que te vas a pegar un golpe con el pico esquina si no estás más centrao en tus cosicas. Somos mucho más que el acento cerrado, el que no termina las palabras y sirve de inspiración a monologuistas o guionistas.

Pero somos auténticos. Porque entre todos sumamos. Y porque nos sentimos orgullosos de ser ese trocito junto al mediterráneo, donde los que vienen a vernos, siempre quieren volver.

Y es que somos muy bonicos, pijo.

 

Feliz domingo

La ventana de Eva