LA MUFLA DE SANTA LUCÍA, TRADICIÓN VIDRIERA

LA MUFLA DE SANTA LUCÍA, TRADICIÓN VIDRIERA

LA MUFLA DE SANTA LUCÍA, TRADICIÓN VIDRIERA.

Soy de Santa Lucía, La Isla, como muchos la conocen. Barrio de pescadores y arraigada tradición vidriera, en un entorno privilegiado con vistas al mar. Y para ser más exactos en mi presentación, soy de Santa Lucía e hija de PACO DE LA MUFLA, por lo que mis raíces paternas provienen directamente del arte del cristal y vidrio. En  1.834 la fábrica de cristal de Cartagena se ubicó en este barrio, integrándose en la UNIÓN VIDRIERA DE ESPAÑA con el número 1  en  1908. Mis bisabuelos, mi abuelo  y otros familiares trabajaron en esta fábrica siendo parte de esta bonita historia y tradición, y mi abuelo GINÉS  inició un viaje muy especial  como soplador de vidrio, aunque ese sólo fue el inicio. Porque ya en 1946, algo antes de que mi padre naciera, ya tenían su casa- taller propia en la Calle San Antonio, aunque no fue hasta el año 1953 cuando en la Calle Monroy  LA MUFLA llegó para quedarse, donde iniciaron su verdadera andadura que ha durado hasta hace muy poco.

Para el que todavía no lo sepa, un horno mufla era lo que se utilizaba para la cocción de las piezas a altas temperaturas, y el principal motivo por el  que se le dio ese nombre al taller de mi abuelo  fue porque así era conocido por las gentes del lugar. De ahí Ginés de la Mufla, Paco de la Mufla y  para siempre “LA MUFLA” de Santa Lucía.

Así que ya os podéis hacer a la idea, nací y me crié en un ambiente muy familiar, rodeada de cristal, porcelana, tornos, hornos eléctricos gigantes para mi tamaño, pinceles……, y cuenta mi madre que ni mi hermano ni yo rompimos nunca un plato, en el sentido más literal.

He crecido rodeada de términos, palabras e incluso frases que se han quedado en mi vocabulario y memoria para siempre, y seguro que en la  de mi hermano también. Algunas como; “voy a poner el horno a rumbo”,” tengo que filetear tres bateas más de tazas y termino”,  “chorro de arena”, “dar lustre”, “cazoletas”, “cristal sonoro”, “azul cobalto”….

Ocupando casi media manzana hemos vivido nosotros arriba y mis tíos y primos abajo, mis abuelos al lado y junto a ellos LA MUFLA, por ello lo de vivir en un ambiente familiar. Mi abuelo Ginés estuvo al frente del negocio durante muchos años. Tantos que en sus inicios los hornos eran de leña, y he escuchado muchas veces a mi padre contar el duro trabajo de partirla y  prepararlo todo para que la cocción de la porcelana fuera perfecta, y es que esos hornos de leña no tuvieron el relevo con los eléctricos hasta casi principios de los años setenta. Mi padre trabajó codo con codo con mi abuelo desde bien joven, compaginando sus estudios en la Escuela de Bastarreche con jornadas interminables de trabajo en LA MUFLA. Así que cuando llegó el momento del merecido descanso para mi abuelo, PACO DE LA MUFLA  era ya un profesional del tallado de cristal, de la decoración de porcelana... Así que si a ello le añadimos la habilidad, creatividad y  nuevas iniciativas de mi madre, agarraron con fuerza y seguridad las riendas de LA MUFLA y  cogieron el relevo de este negocio del gremio de la artesanía en estado puro.

Así que mis abuelos comenzaron a viajar, a disfrutar de ese merecido descanso, aunque mi abuela Cari nunca dejó de bajar a LA MUFLA, porque había siempre tanto bullicio de clientes, empleados del barrio, nietos que entrábamos y salíamos, alguna de mis tías todavía trabajando, que  tenía una silla fija justo al entrar a la izquierda. Regordeta y parlanchina tenía allí su espacio donde pasaba muchas tardes. Creo que de ella he heredado algunas cosas, porque yo hablo por los codos, pero también sus manos regordetas. Me quedan bonitos recuerdos de ellos. Ya he dicho que era gordita y se fatigaba al caminar, pero ahí estaba mi abuelo, que hacía algo que me encantaba y que de ser sincera sin darme cuenta lo he repetido yo años después. La subía en su” cuatro latas”, yo me “colaba “a veces en el asiento de atrás y la llevaba a orillas del puerto, cuando entonces se podía aparcar, ponían la radio y ella disfrutaba de unas espectaculares vistas con el mínimo esfuerzo. También me hacía gran ilusión cuando me encontraba a mi abuelo Ginés  en el autobús cuando volvía del colegio, con esos sombreros que le daban un aspecto muy elegante y señorial. En seguida sacaba ese monedero típico de abuelo y me soltaba unas monedas que decía que eran para la “alcancía”, que intuía yo que sería para  la hucha, y del otro bolsillo una caja de pastillas juanolas  que enseguida abría para que cogiera una o dos.

Que tus padres tengan un negocio propio, para los que lo estén leyendo, tu vida se llena a veces de peculiaridades que otros no tienen. Porque si una cosa tengo clara, es que los míos han trabajado mucho. Por eso a veces llegaba del colegio y prefería hacer los deberes allí, sobre un taburete de madera que de hecho ha sido uno de los recuerdos que me he traído a casa. A mí me encantaba contestar  el teléfono,  “coger los recados”…… Me gustaba subir medio a escondidas y cambiar los artículos de sitio, así le daba un nuevo aire fresco  y las personas habituales que acudían a comprar regalos para bodas y cumpleaños  se fijarían en algunos que antes les habían pasado desapercibidos. Me pirraba envolver para regalo, ofrecer y cobrar…….Sin darme cuenta todo eso me abriría muchas puertas después en muchos ámbitos.

Estaba rodeada de arte, y en ese momento no me daba cuenta. Unos mostradores enormes y largos, donde cada uno tenía su propia función. Unos se encargaban de traer las piezas de porcelana blanca, otros preparaban las cazoletas de agua y calcomanías para decorarlas, secándolas muy bien para que no quedaran burbujas, el siguiente hacía la decoración con el pincel bañado en oro líquido, otros lo metían al horno y después del tiempo establecido se sacaban esas piezas terminadas para establecimientos y particulares. ¿He dicho oro líquido?, desde luego que sí. A unas proporciones justas para que luciera para siempre en esas piezas de porcelana, se usaban esas botellas de cristal que con tanto cuidado se guardaban. Bueno, a veces, porque  viví muy de cerca  el final de la etapa de mi abuelo en LA MUFLA, y si  algo le sacaba de sus casillas era cuando alguno cogía la botella de ese preciado tesoro del tapón. Cogerla del tapón con el peligro que no estuviera bien cerrado suponía tirar por la borda mucho dinero que ellos sabían mejor que nadie lo difícil que era ganarlo.

He visto en la Mufla cómo una copa de cristal totalmente lisa se transformaba en una copa tallada que la llenaba de vida y armonía, con el movimiento mágico de las manos de mi padre posándola sobre una  rueda que giraba y giraba mientras él hacía los movimientos justos para ese increíble final.

Todo tipo de tallas han dado vida a miles de piezas de cristal. A mí la que más me gusta es la  de reja y orla, por eso tengo un juego de licor en casa con esa reproducción de talla de la antigua fábrica del cristal. Pero para llegar a esas tallas perfectas y llenas de arte que lucen sobre las vitrinas de muchos privilegiados, ha habido que practicar durante años con jornadas maratonianas donde los codos se quedaban más al rojo vivo que los hornos de cocción. Mucha práctica con las tallas de uvas, palmas, estrellas…, mucha constancia  se necesita para llegar a “la talla de este artesano”. Bonito juego de palabras me ha quedado, ¿no creéis?

LA MUFLA ha evolucionado mucho  durante todos estos años. Y aquí ha tenido mucho que ver también el trabajo de mi madre. Porque cuando se une la experiencia y la profesionalidad de Paco de la Mufla con muchas de las cualidades de mi madre, desde ya FINA DE LA MUFLA…… Y es que han formado un buen equipo. Porque  ella, inquieta, llenó de cristales de colores a esa Mufla “más tradicional”. Autodidacta, integró la técnica de fusing con una profesionalidad increíble, expresando este bonito arte en todas sus formas, bandejas, cuadros, y todo lo que vuestra imaginación pueda crear.

Vistió zonas de nuestra ciudad, establecimientos, jardines particulares e incluso hasta a África llegó uno de sus  murales de azulejos pintados contando mil historias, se atrevió con las vidrieras….Y sobre todo y muy importante, desde el principio tuvo una capacidad de organización para rentabilizar el tiempo que cada pieza necesitaba, consiguiendo de esa forma mayores logros y el disfrute de tiempo libre para toda la familia.

¿Son o no un tándem perfecto?

Para mi padre LA MUFLA ha sido su vida. Su padre fue y sigue siendo  su referente,  ese ídolo que admiras de forma incondicional y por el que se le iluminan los ojos y se le quiebra la voz en cada una de las conferencias, charlas y entrevistas que ha dado durante todos estos años y que todavía continúa. Porque todavía hoy me sorprendo al encender la radio y escucharlo, o al abrir un periódico y leer sobre él. Y eso es lo que les pasa a los profesionales que junto a su trabajo constante y lucha por mejorar y transmitir conocimientos a otros, están llenos de humildad y son buenas personas.

Y sino que le pregunten a todas las mujeres  a las  que durante años les  impartió  cursos de decoración gracias al Ayuntamiento de Cartagena , a su aportación en la Asociación Rascasa, a la lucha interminable junto con otros compañeros del gremio para que hoy tengamos un museo del vidrio en Cartagena, concretamente aquí, en el Barrio de Santa Lucía. A sus ansias de seguir aprendiendo y  formarse, a conocer más y llenarse de experiencias en los increíbles cursos en la GRANJA DE SEGOVIA junto a mi madre, a introducir novedades en los centros de Artesanía de la Región, y acercar este arte a todo el mundo. Participar en ferias de artesanía como Lorca, Murcia, La Unión, muestras de tallado del vidrio….Y fruto de todo ello, ha recibido reconocimientos entre los que podría nombrar el de AUTÓNOMO DEL AÑO en el 2.008. Todo un orgullo para nosotros.

Tantas y tantas cosas que podría seguir contando, pero que ya han sido contadas durante años en entrevistas, radio, televisión, periódicos… Por eso yo he querido hablar de la otra MUFLA, de esa MUFLA que he vivido desde dentro. De ese bullicio de familia y empleados del barrio que durante años nos llenaron de vida, trabajo y anécdotas.

De esa Mufla que presumía de sus mejores vajillas, cristalerías y juegos de café en la época donde familias con esas parejas  llenas de amor e ilusión por su próximo enlace acudían  a Santa Lucía, porque sabían que había cosas bonitas,  de calidad  y trato cercano. De esa Mufla donde desde bien niña me gustaba preparar los estuches  donde luego se colocarían esos juegos de desayuno  y copas tan tradicionales que a ningún niño de la época le faltaban el día de su primera comunión.

(Estas copas de Mi primera Comunión son especiales para mí. A mi abuelo ya le temblaba el pulso, pero no quiso dejar a “Eva Mari” sin este bonito recuerdo para siempre. )

Y sin darte cuenta llega el momento en el que toca frenar, iniciar nuevas etapas, la recompensa a las noches eternas de trabajo en las que no me dormía hasta escuchar subir a mi padre a altas horas de la madrugada cuando terminaba todos aquellos encargos para cumplir las fechas de entrega, al esfuerzo, y sobre todo y como siempre repite mi padre, a caminar tranquilo y con la cabeza bien alta. Ese es el resultado de un trabajo bien hecho, ese es el regalo a las buenas personas.

Así que, acompañado de su hijo, su yerno y con la expectación de su nieta mayor, el cartel de LA MUFLA fue retirado no hace mucho. Pero sabemos que hay un trocito de ella en la mayoría de los hogares , en forma de dedal azul cobalto con la Virgen de la Caridad, de la taza de tu primera comunión, de la vajilla de tu boda, de las copas de cerveza, de un juego de agua para tu mesita de noche pintado a mano con bonitas flores, un cenicero con publicidad, una bombonera de cristal, unas tazas de consomé, una hucha de las que había que romper para poder sacar tus ahorros….  y para los más afortunados alguna pieza de cristal con la antigua talla de la fábrica de cristal de Santa Lucía.

No ha habido sucesores, ni mi hermano ni yo hemos estado a la altura de tanto arte en las venas como el de nuestros padres y abuelos,  aunque estoy segura que lo hemos inhalado  durante tantos años que nos ha guiado para transformarlo en otras formas de expresión.

Y aquí queda una muestra de la generación más joven, que admiran a sus abuelos y no podían dejar de ser parte de este homenaje escrito con los mejores recuerdos y los sentimientos más profundos. Simplemente, GRACIAS.