QUIRÓS, DONDE NACE EL ARTE
QUIRÓS, DONDE NACE EL ARTE
Tuvimos un primer encuentro, fruto de esos impulsos míos, arrebatados, ilusionados.
Le dije, “Juan José, estoy feliz, las casualidades me hacen estos bonitos regalos”.
Y él me contestó, “Eva, no es casualidad, es la PROVIDENCIA.”
Un primer encuentro generoso, de palabras apresuradas que llegaban a mí y que recibía con ojos muy despiertos para no dejar nada en el olvido.
Un primer encuentro que me conduciría a esa segunda vez en la que las puertas de un barrio pesquero que me vio corretear, jugar a las canicas, a la pelota y la peonza por sus calles con olor a mar durante los primeros años de mi niñez, se abrieron de par en par.
Porque Juan José Quirós, desde ahora Quirós, fue también un chico feliz del barrio de Santa Lucía.
Nunca estuviste en una partida de canicas con mi primo el cartero, “el Hita”, tu vecino Ángel, Carmen y yo. Te hubiera ganado, era pero que muy buena, aunque me decían aquello de: “no empalilles Eva”, ja ja.
“La iglesia era para mí el patio de juegos”, me cuenta Quirós. Aunque yo ya lo sabía. Mientras nosotros nos pasábamos un balón después de hacer los deberes, él se perdía entre imágenes que le observaban. Apuesto a que alguna de ellas llegó a sonreír al observar a aquel pequeñajo inquieto con ganas de aprender. Porque su arraigo religioso siempre ha estado presente, aunque no era ese el motivo principal por el que pasaba allí largas horas.
Se recreaba en cada una de las imágenes que vivían en la iglesia del barrio, con la inquietud de no querer perder detalle de cada gesto, cada mensaje que sin hablar, él podía escuchar. Quería esculpir sus propias obras, regalarles vida, miradas infinitas.
Alguien les dijo a sus padres que el niño no valía para ser escultor. ¡Siempre ha habido visionarios! Perdonadme la ironía.
Seguro que su MAESTRO también estaría sonriendo en este instante.
JOSÉ SANCHEZ LOZANO, “mi maestro”, al que con una admiración desmesurada lo llama Quirós.
Me cuenta con orgullo que él fue su último discípulo, que le dio cobijo en su adolescencia y estuvo a su lado hasta su viaje final. Se le ilumina la mirada cuando habla de él, de su recorrido por esta vida de arte.
Es como estar con un genio. Sólo al entrar en su lugar de creación despierta en mí sensaciones indescriptibles. Un olor que viene de un fondo que todavía no alcanzo a ver pero que me resulta familiar. Yo pasé mi infancia entre mostradores de madera, pinceles con restos de pinturas y botellas de aguarrás. Así que intuyo lo que allí, al final de ese paraíso de inspiración y trabajo, voy a descubrir.
Mi primer momento de emoción es al encontrarme frente a la escultura MATERNIDAD que tanto admiro, esa que se encuentra en el hospital Virgen de la Arritxaca en la ciudad de Murcia. Parece que me estaba esperando, tranquila, sentada, con ese vientre donde comienza el milagro de la vida.
Quirós, anfitrión perfecto, observa mi emoción, consiguiendo por fin que me siente en la butaca roja. Él con una copa de Pacharán, del bueno, el que le gusta a su padre, Juan, “un jovencito de 91 años”.
Me siento afortunada en ese instante. Escucharle es un lujo. Demasiadas obras repartidas por tantos rincones, tantas experiencias con personas inalcanzables para muchos. Me harían falta cien domingos para poder contároslo todo.
Obras civiles y religiosas que se ensalzan en ciudades de toda España y en muchos países que disfrutan de su arte. Que descansan observadoras en el salón de la casa de aquel vecino que le admiró desde niño. Parte de esa creación se encuentra hoy en manos del escritor Antonio Gala, con la obra” Dama gitana”, Luz Casal… Su amistad infinita con la periodista Paloma Gómez Borrero, que al nombrarla no puede disimular una sonrisa de cariño.
A Monseñor Marco Frisina en Roma, con una obra dedicada a él, titulada “San Marco” y a grandes del cine como Luís García Berlanga, al que le entregó la obra que lleva el nombre de Independencia.
Me hace sonreír cuando cuenta, que ya mayor, este director de cine recibió una escultura de nuestro artista. Y que cuando se la entregó, Berlanga se emocionó y nuestro escultor le dijo aquello de, “no es un Goya, Don Luís”. A lo que Luís García Berlanga le contestó: “PERO ES UN QUIRÓS”.
¿Sabéis que este escultor, quizás de los más jóvenes y uno de los que más obra tiene en nuestra región de Murcia ha sido condecorado por el Ministerio del Interior dos veces?
Con la medalla de bronce de la Merced al Mérito Social Penitenciario y la medalla blanca al Mérito Policial del Cuerpo Nacional de Policía.
¿Y que tiene en la ciudad de San Javier una calle con su nombre?
Nada es casual. Es el fruto que recogen las personas que siembran solidaridad, bondad, honestidad, humildad, generosidad y arte.
Su amor y devoción por el Cuerpo Nacional de Policía queda latente a la entrada de nuestra calle del Carmen por Plaza de España.
Un homenaje a los Ángeles Custodios, que en el año 2015 dotó de fuerza y protección a esta calle emblemática de Cartagena.
Y Quirós creó su propio ángel, despojado de túnica. Alas grandes y majestuosas, un ángel fuerte. ¿Y sabéis una curiosidad? Se inspiró para darle esa fuerza, en la cara del rockero Steve Harris.
¿Y ese niño que lleva una gorra y botines? Es otro ángel, el que recuerda a todos los agentes de Policía Nacional que dieron su vida por España.
Le noto especialmente feliz cuando habla de los agentes de policía y de su vínculo especial con ese trocito de Mediterráneo, San Javier, donde sus inicios le guiaron hacia el arraigo y cariño de sus gentes. Un lugar que nunca dejó de vestir con sus esculturas.
Y aquí, sentada en esta butaca en un lugar donde la creación es innata y la música no cesa de abanicar nuestros sentidos con sus notas perfectamente enlazadas, le observo y le digo, “eres feliz”.
Y entonces me sonríe. Es feliz saliendo a comer a lugares como él los llama, de huerta, de pueblo. En buena compañía, comida abundante, calidad, entorno agradable y buena conversación. No necesita más. Sólo darle gracias a Dios por esos cincuenta años que lleva en estos barrios. Pleno, satisfecho, de la mano de su pareja, su familia, sus amigos.
Yo también estaría plena si hubiera sido creadora de la escultura de Carmen Conde, la primera mujer que entró en la Real Academia de la Lengua Española.
Quirós la sentó en un banco de la calle del Carmen, frente a la iglesia del mismo nombre, donde nuestra escritora Cartagenera mantiene largas conversaciones con aquellos viandantes que se sientan a su lado.
¿Sabéis que había detalles en la escultura en los que yo no me había fijado?
En el libro que tiene en sus manos, hay un mensaje grabado que dice “me hizo Quirós”. Y en la parte trasera, un mensaje especial que deja nuestro escultor a su madre, fallecida en el año 2007, el mismo de la inauguración de esta escultura.
Su madre, Antonia, una mujer sencilla, orgullosa de su hijo, y devota de la Virgen de la Soledad que se encuentra en la ermita del Monte Calvario.
Casi un año estuvo la Virgen de la Soledad en el estudio de Quirós, después del terrible incendio que tanto daño le hizo. Me cuenta cómo la restauró despacito, con cariño.
Escucho atenta cómo su madre, el año antes de fallecer, le quiso hacer un regalo a la Virgen. Una corona de plata que le entregó, discreta, como era ella.
Cada día que la Virgen estuvo en su estudio, Antonia bajaba las escaleras para pasar unos instantes a su lado.
Y desde 1996, cuando la Virgen baja desde el Monte Calvario hacia la Iglesia de Santa Lucía, para en la puerta de esta familia. Un manto azul bordado en oro viste su balcón y desde allí le lanzan pétalos de rosas.
¿Providencia?, lo dije al principio. Las lágrimas afloran cuando escucho que aquel día de romería, Antonia estaba ya muy malita. La Virgen paró como cada año bajo su balcón y a su camino, se la llevó. Aquel día, Antonia se despidió con la Virgen a sus pies en la iglesia de Santiago Apóstol, cerquita del lugar donde su hijo alzaría una de sus obras más impresionantes algunos años más tarde.
Allí está, junto al mar, un Santiago Apóstol, que me cuenta Quirós que su expresión y su gesto están inspirados en el tenor italiano Luciano Pavarotti.
Y cuando creo que la tarde ha terminado, me cuenta curiosidades como que su vecino de al lado, carpintero y amigo de los que ya no quedan, Juan Gutiérrez, lleva 30 años haciendo los esqueletos de todas sus esculturas.
Y la emoción que le evoca la nueva imagen de Santa Bárbara que realizó en el año 2009 para su querido Cuerpo de Artillería y que preside la sala principal del Gobierno Militar de Cartagena.
No deja de sorprenderme cuando dice que me va a mostrar sus bocetos. Y no, sus bocetos no son láminas con dibujos de sus esculturas a carboncillo.
¡Son mini esculturas de terracota!. Una mini Carmen Conde, un mini Santiago……Menudas joyas. Lo que daría yo porque cuando Quirós sea muy mayor, me guarde uno de esos bocetos para mí, que dicho sea de paso, ya estaré igual de mayor que él.
Pero me llevo a casa algo muy especial, dedicado con cariño. Un catálogo de la exposición “Sueños Barrocos”. Y la promesa de que cuando un día esté en pleno trabajo y vayan a fundir el bronce para una de sus grandes creaciones, me llamará.
Y cuando me despido, le digo. ¿Sabes que si me quedara a solas ahora mismo junto a las Tres Marías, San Martín de Porres de tu Maestro, la Maternidad, la Negra,…escuchando en silencio esa música que me cuentas que es del compositor personal del Papa, escribiría este artículo en diez minutos?
Me sonríes sin decir nada y al llegar a casa me doy cuenta del porqué. Tanto arte, experiencias, condecoraciones, trabajo infinito... ¿Cómo puedo yo contaros todo esto en unas pocas palabras? Ha quedado mucho, pero de lo que estoy segura es de no haberme dejado la esencia de alguien que pasea por nuestras calles, como a él le gusta,desapercibido. Alguien que ha demostrado que se puede crecer como artista viviendo de esa manera anónima que será para siempre la premisa de nuestro genio.
Gracias por salpicarnos la vida de sensaciones.
Feliz domingo
Eva García Aguilera.