Opinión

Tocándonos los pinganillos

Juan M. Uriarte
Juan M. Uriarte
Tocándonos los pinganillos

               

 

Me da pena verlo como puta por rastrojo por el Congreso de los Diputados. Deprime pensar esta semana en Nebrija o Góngora, en ClarínDelibes; pensar en el romance o el soneto, en lo más nuestro, ver a nuestro idioma español, tan bello, como el lenguaje de la calle, el lenguaje de la universidad, como el de la gente sencilla, el español de los bares, y el de los paraninfos, todo él vivo, pleno, veloz, poliédrico, universal, hoy capitidisminuido por una cacicada en un parlamento que no es más que un arrabal barriobajero, donde no existe la palabra sonora, sino el pinganillo. Sus señorías van a hablar entre ellos en las lenguas cooficiales en vez de hablar todos en español. Un babel parlamentario, que quieren aprobar a calzón quitado.

 

No le quieren dejar respirar a nuestro castellano, a la lengua española. ‘Porque apenas nos dejan decir que somos quien somos’ que decía el poeta guipuzcoano Celaya. ¿Un guipuzcoano haciendo poesía en español?

 

Así he visto al idioma español estos días en las Cortes: despreciado, ninguneado cual dialecto vergonzante; lo vi vestido a rayas cual presidiario encadenado y arrastrado, sometido a burlas, acusado de ser un viejo hermano mayor al que los menores acosan y reprochan su mayor éxito en la vida. Náuseas siento al contemplar a los diputados avergonzados de él como si fuera un hijo suyo bastardo, negando conocerlo. Sus hermanos menores, envidiosos, con todas las prebendas y complejos, han buscado su momento de nocturnidad procesal y alevosía reglamentaria para ponerle bozal y humillante pinganillo. Se avergüenzan de nuestro idioma común ¡nuestros diputados! 

 

Nos han vendido que España no es España, que es un mosaico de naciones, y por tanto de idiomas, y dialectos. España no es España, es la suma de miles de pedanías, de átomos. Cuando hace cien años Ortega hablaba del peligro de los particularismos no sé si imaginaba el aranés o el bable en el Congreso.

 

¿Entonces al escribir en castellano Unamuno o Pío Baroja eran vascos, pero no españoles? ¿Acaso Rosalía de Castro, o la Pardo Bazán eran solo gallegas, pero no españolas? ¿Fueron tal vez Ana María Matute o Carmen Laforet más que dos catalanas renegadas que escribían sus novelas en el prepotente idioma español por frikis?  ´ ¿Cuándo se jodió el español? ´

 

Traduttore, traditore. Pinganillos traicioneros y diputados traidores. Renegáis del español, os avergonzáis de Garcilaso, de Cervantes, de Teresa de Avila, de Quevedo, de Espronceda, de Bécquer, de Galdós, de Machado, de Alberti y Lorca, de Blasco Ibáñez, de Juan Ramón, de Miguel Hernandez, de Cela, de Buero Vallejo, ¿sigo?

 

Desde California hasta la Patagonia, el idioma español, ha sido lengua riquísima y en crecimiento constante. El español es el idioma de moda en el mundo, todos los jóvenes europeos lo desean aprender, el Instituto Cervantes se expande. Rubén Darío, García Márquez , Neruda, Vargas Llosa, Borges, Allende, Onetti, con desarrollo portentoso del idioma desde allende los mares. Frente al finis terrae medieval, la aventura transatlántica renacentista nos trajo el plus ultra. El español, lengua extendidísima de lo que fue la mayor nación europea y transatlántica. Los españoles de ambos hemisferios. Así comienza el primer artículo la Pepa, la Constitución de 1812:  ‘La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios’. Dos siglos después al español quieren hacerla lengua ocultada y vergonzante los lerdos diputados de los cuatro puntos cardinales.

 

 

Nuestros diputados, judas con pinganillo, traicionan el idioma, quieren esconderlo en la cocina, solo le dejan entrar al congreso por la puerta de servicio; le dejan estar pero como chacha. No se lo perdono. Les da todo igual porque no aspiran ya ni a hacer un bello discurso. Emilio Castelar, con pinganillo, ‘amos no me jodas`. Ni la palabra os atrae y os decís parlamentarios. La oratoria parlamentaria es dialéctica, es belleza, es elocuencia y persuasión por medio del idioma. Por treinta monedas lo hizo Judas; por siete votos que os faltan,vosotros con la lengua de Cervantes. Pondríais pinganillo a Alonso Quijano, don Quijote y Sancho hablarían mediante un traductor del Toboso. Imbéciles.

 

“Todo el mundo era de un mismo lenguaje e idénticas palabras (…) Será mejor que bajemos a confundir su idioma para que ya no se entiendan entre ellos mismos”. Hoy Babel es hoy el Congreso. La chorrada de los pinganillos nos hace un país pequeño, con una clase política liliputiense, mezquina, rancia. Somos Lietchesnstein con tortilla de patatas.

 

 

“Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.”