LA LLAMADA, SIGLOS DE HISTORIA

Andrés Hernández, Cuadernos Cofrades
Andrés Hernández, Cuadernos Cofrades
LA LLAMADA, SIGLOS DE HISTORIA

LA LLAMADA, SIGLOS DE HISTORIA

 

El Miércoles de Ceniza acaba con el jolgorio carnavalesco para establecer, junto al inicio de la Cuaresma una jornada de profundo arraigo religioso y social en la ciudad Departamental, sobre todo para el cofrade, esta cita de fastuosidad espiritual  embebe a los cofrades cartageneros de un sentimiento de soberbio orgullo, nos reafirma y recuerda nuestra condición de procesionista, como sí en algún momento se nos olvidara y nos sumerge en una Cuaresma trepidante, llena de actos litúrgicos y culturales, es el espacio temporal más intensamente vivido en la ciudad a nivel sociocultural de todo el año. Marca el inicio de la última etapa de un año de trabajo, de problemas y miserias aireadas al viento, de complacencias adulteradas, de imaginados y creados merecimientos satisfechos con mas desmesura que acierto, pero… orgullosos nos disponemos a escenificar la mayor e importante obra pasionaria que se representa en nuestras longevas calles a lo largo del año, todos como hermanos, de palabra, obra…, y omisión, participando de una entusiasta y viva catequesis de la Pasión de Cristo.  Escenificación de la que son participes miles de cartageneros años tras año a pesar de que el marchamo de internacionalidad no sea gestionado como esta tierra y estos cofrades se merecen.

Dialogando con la historia local. Escuchando las longevas, las milenarias brisas de nuestra leyenda y rebuscando entre los viejos libros del Archivo Municipal de nuestra ciudad situamos tal celebración, anterior al siglo XVIII. Hace cientos de años no se reunían entorno al Palacio Consistorial ni a cualquiera hacienda municipal que se designará, se situaban en el tope más alto de la Puerta de la Villa, primitivo puerto pesquero cartagenero y nexo de unión entre la antigua Catedral –Santa María La Vieja-, su núcleo urbano y la poblada falda del Castillo de la Concepción, Hoy Parque Torres y más conocido como Castillo de los Patos, así el entorno, vestido este de galas románicas abocadas al sol y a la luna en beneficio de nuestra tierra era otra vez el escenario de la tradición cartagenera. Dicen los sabios escritos que se daban cita en los oteros, en los más altos altozanos de este lugar varias decenas de hombres hasta completar buenamente más de un centenar,  provistos éstos de grandes tambores, bombos y demás objetos de percusión estruendosa,  los cuales golpeaban con exagerada y desmesurada violencia, con el único fin de que su estridente ruido hiciera compañía a la buena nueva, de los singulares acontecimientos que se avecinaban más allá de nuestras murallas, allende los barrios y pedanias cartageneras. Primitivo y particular acto desaparecido a finales del siglo XVIII de nuestros aires trimilenarios, aunque durante la última década de la misma centuria se instituyó un acto más acorde con los tiempos que corrían, un desfile informal por las calles céntricas de la ciudad compuesto por bandas de música y charangas populares.

Hoy en día se continua con una manifestación popular parecida, tras los cabildos generales de las cuatro cofradías en los que se acuerda sacar las procesiones a la calle, todos los cofrades de uno y otro color se dan cita para que, todos juntos, haciendo gala de una inusitada hermandad cofrade encaminarse en demanda de la primera autoridad municipal para, por un lado pedir autorización a la misma para, escenificar la Pasión  Muerte y Resurrección de Cristo y por el otro, recoger la dadiva económica que la Corporación dona en  el año en curso para paliar parte de los costosos gastos que sufren las cofradías, este año se espera superar el millón de euros.

Así se manifiesta la alegría del momento, haciendo sonar las marchas de Granaderos y Judíos por las calles de la ciudad en esta tarde-noche invernal pero que es el primer día de Semana Santa en Cartagena, a partir de este día la ciudad cambia el ritmo y, un pulso acelerado recorre las venas y arterias de los cartageneros y de la vida social departamental.

  Cabría resaltar que el año 1894 no hubo Llamada y fue de los pocos por no decir el único caso, aparte de los periodos de contiendas bélicas, en la historia cofrade cartagenera que no se celebró en señal de luto y respeto al alcalde de Cartagena y cofrade californio D. Estanislao Rolandi Butigieg.

Así que copiando a nuestra primera autoridad municipal y recordando que estamos en plena ebullición cofrade en la tradición en los albores de este señalado día, me permitir la licencia de emular a la primera autoridad y despedir este espacio con ¡Música y a la calle!

-Andrés Hernández-