EL ANFITEATRO ESCONDIDO BAJO UNA PLAZA DE TOROS

EL ANFITEATRO ESCONDIDO BAJO UNA PLAZA DE TOROS
En Cartagena somos así. Tiramos de historia y las peculiaridades nos dejan muchas veces boquiabiertos.
Y si no a ver quién podría imaginar que debajo de nuestra Plaza de Toros, que me cuentan que la última corrida fue el 30 de marzo de 1986, con Raúl Aranda, Julio Robles y el cartagenero Ortega Cano, descubrirían un anfiteatro romano.
Una Plaza de Toros que se construyó en 1854. De estilo neoclásico y que en 1911 Víctor Beltrí, arquitecto protagonista en nuestra ciudad cartagenera por regalarnos el modernismo y llenarnos de belleza las calles, cambió las ventanas originales por arcos de herradura. Dicen que le pidieron al arquitecto un lavado de cara para la plaza. Y lo que hizo parece que ha confundido a muchos desde entonces. Quiso dotar al edificio de un estilo arquitectónico fuera de tiempo y lugar con el fin de darle un aire diferente. A mí personalmente, señor Beltrí, no me gusta demasiado. Aunque ya da un poco igual, porque la pobre está que se cae, vamos, que dicen que si le quitan los puntos de apoyo…

Pero sé que los arqueólogos, arquitectos y restauradores están haciendo un trabajo increíble, y que en un tiempo veremos la recuperación del entorno, donde no dejarán de lado ninguna parte de la historia.

Tengo la suerte de estar escuchando muy atenta a María José Madrid, una arqueóloga de campo, de corazón, entusiasta, buena persona y generosa. Ella hoy forma parte de un equipo que coordina y lucha por sacar adelante no sólo la recuperación del anfiteatro que tenemos bajo la plaza de toros, sino la recuperación de ese entorno urbano. Me recibe en el Ayuntamiento, y pese a que el trabajo es desbordante, en un instante le sale ese brillo en los ojos que le delata que el amor por lo que hace está por encima de todo. Le pregunto por su carrera profesional, y aunque admite que el trabajo de campo ha sido muchos años su mayor motivación, hoy también se siente orgullosa de poder ser partícipe de luchar por proyectos como este, donde se une el romanticismo del monumento con la burocracia.
¿Sabíais que antes de construir la Plaza de Toros, hubo un cementerio vinculado al Hospital Militar? ¿Y que antes del cementerio algunas de las habitaciones del edificio romano se usaron como fosa común para los cadáveres de las epidemias de peste?
A ver, vamos a pararnos a pensar un poco. Los romanos construyen un anfiteatro. En él hubo más tarde un cementerio, después se llenaron sus habitaciones de cadáveres a modo de fosas comunes y encima de todo eso, una plaza de toros.
Todo huele mucho a muerto, no sé a vosotros, pero a mí se me pone el cuerpo un poco…
Eso sí, simbólicamente es muy significativo. La lucha con la fiera en el Anfiteatro y 20 siglos después la lucha con la fiera en la Plaza de Toros.

Vamos a ponernos en situación, porque tanto María José la arqueóloga, como Dani, uno de los creadores de Cicerone Cartagena, mi guía preferido que podría estar escuchándole días enteros por cómo narra las cosas, la credibilidad que me transmite y el entusiasmo, me lo han contado casi todo.
Me encuentro con Dani en la explanada donde todo empieza. Si me pongo mirando al mar, tengo a la derecha la calle Gisbert, detrás el Pabellón de Autopsias y a la izquierda el antiguo Hospital Militar.
Y es entonces cuando Dani nos cuenta que aún estando donde estamos, tan lejos de la entrada al Parque Torres, seguimos pisando Cerro de la Concepción. Porque no siempre estuvo la calle Gisbert allí. En aquellos siglos era una mole, un todo, y por eso dice que el romano podía ir del Teatro al Anfiteatro sin abandonar el Cerro de la Concepción.
Imaginar lo que ocurrió cuando con dinamita y otros medios, entre 1875 y 1902 hicieron volar controladamente parte del Cerro. ¿Sabéis quiénes estuvieron desescombrando la zona? Las gentes del presidio de la ciudad.

Calle Gisbert. A la derecha el Anfiteatro de Autopsias del Hospital Militar y la Plaza de Toros

Cuando construyeron la Plaza de Toros, decidieron cortar a partir de una cota, así que el resto se quedó a resguardo. Y aunque estuvo 1600 años abandonado, hoy podemos estar orgullosos de todos los hallazgos y trabajo de recuperación que se están realizando.
Y algo muy importante, como dice María José, desde el minuto cero la excavación arqueológica está vinculada a la difusión. Es muy importante hacer partícipe a la ciudadanía.
Estoy totalmente de acuerdo con ella. Los ciudadanos nos ilusionamos si sabemos que hay un proyecto, si podemos ver con nuestros propios ojos los avances. Es muy importante que todo sea tangible, visual, porque al final, ese anfiteatro es nuestro, de todos. Y es necesario saber el mimo y el cuidado que está teniendo de la mano de los arqueólogos, arquitectos y restauradores involucrados en el proyecto de excavación, recuperación y puesta en valor. Que compartan con nosotros los hallazgos, hace posible que amemos nuestro patrimonio. Tanto el existente como el que está en proceso de recuperación.
¿Y si le dejamos el protagonismo que se merece esta joya del mediterráneo?
Tendríamos que destacar la importancia del Puerto de Cartagena. Era un puerto de entrada de mercancía a la península y también de salida. Los barcos llegaban llenos, pero también salían cargados.
Había por aquel entonces una pequeña élite dominante y otros valores añadidos, como el interés político y económico porque la ciudad avanzara. Por ello los edificios de espectáculos de Cartagena nos mostraban a esa sociedad.
El Anfiteatro tiene una planta elíptica, construido sobre el siglo I d.C. Al inicio de la excavación se calculaba que podría haber tenido una capacidad para unas 12000 personas, pero con los trabajos y la investigación realizada, hay elementos que indican que probablemente podría haber llegado a albergar miles de espectadores más. Y no sólo de la propia población. Si no que demostraba cómo la gente del campo se desplazaba para disfrutar de los espectáculos. Porque claro, tenían un cartel de lo más atractivo para ellos.
Y es que desde tiempos de Augusto, el primer emperador, en las llamadas venationes, se cazaban osos, jabalíes y ciervos. Aunque con el tiempo la variedad y el número de animales fue aumentando. Y allí aquellos espectadores disfrutaban de lo lindo. Al medio día tenían las ejecuciones, que sólo imaginarlo… Mejor dejo la imaginación apartada, sí, será lo mejor. Y por la tarde se realizaban las luchas de los gladiadores y en algunos anfiteatros privilegiados, me cuenta Dani, que incluso Naumaquias. Se inundaba la arena para recrear importantes batallas navales del pasado glorioso de Roma. Pero no hay constancia de que en Cartagena se llegaran a hacer, no teníamos la infraestructura idónea para ello.
Pero dejemos las ejecuciones y las batallas por el momento. Porque os quiero contar lo que ocurrió en la última excavación realizada por estos profesionales que hacen magia y sacan a la luz tesoros para nuestro deleite.
En cuanto a esta última campaña de excavación ha habido dos hallazgos importantes en el proceso de recuperación. Uno de ellos muy vinculado a esas escenas de cacería. LA FOSSA BESTIARIA. Fosa que ha permitido saber que el edificio es más tardío de lo que se pensó al principio. El hecho de que hubiera una fosa bestiaria, dotaba al anfiteatro de mayor espectacularidad. Permitía jugar más, sorprender más.
Y el otro hallazgo, dos tapias cerrando otra habitación de nuestro Anfiteatro, que como otras antes de esta, también apareció llena de huesos.
Os pongo en contexto. El Hospital Militar se construyó en 1762, teniendo un impacto importante sobre el Anfiteatro. Durante los siglos XVIII, XIX, había numerosas personas que fallecían y no eran reclamadas. Existía un anexo, de planta hexagonal al que se le llamó Pabellón de Autopsias. Hay un dato curioso que cuenta que en los planos encontrados del siglo XVIII, se le llamaba Anfiteatro de Autopsias.
En aquel lugar se hacían disecciones anatómicas, abrían cráneos para investigar los restos óseos para el alivio de enfermedades. ¿Sabéis que hacían después de todo esto? Los echaban al anfiteatro.
Así que las carceres estaban de restos óseos hasta los topes.

Y los toreros, como dice Dani, con los supersticiosos que son, toreando sobre miles de cadáveres .¡Ooooooleee! ¡Oleeeeeee!
Yo no sé, con lo feliz que soy contando mis cosas, cómo me he metido en este berenjenal escabroso hoy.


Bromas aparte, os voy a contar un secreto. Estoy emocionada por haberme puesto mi casco y haber paseado por todas las zonas permitidas para ello. ¿Sabéis por qué? Porque en Cartagena vamos a poder visitar un anfiteatro perfectamente reconocible. Se ha restaurado el Pódium a una altura de tres metros. Y se ha hecho de tal manera que no se engañe al ojo del visitante, distinguiendo claramente lo original de lo nuevo.

Y que hay un proyecto espectacular para que, si queremos, nos podamos sentir como aquel romano que disfrutaba del Teatro Romano y que veía el atardecer sobre el Anfiteatro, desde el Cerro de la Concepción.


FELIZ DOMINGO
EVA GARCÍA AGUILERA
LA VENTANA DE EVA