CUANDO LA CALLE MAYOR SE LLAMÓ ISAAC PERAL

CUANDO LA CALLE MAYOR SE LLAMÓ ISAAC PERAL
Todas las ciudades o pueblos tienen una calle Mayor. La nuestra, en Cartagena, no es una calle demasiado ancha ni luminosa, pero es especial. El arte modernista la llena de musicalidad. Lo más bonito es mirar hacia arriba, porque los balcones y las fachadas son arte agarrado al paso del tiempo. Bueno, también es bonito mirar hacia al frente. Si entras por las Puertas de Murcia desembocarás en la plaza del Ayuntamiento, y entonces sí, se abre al sol, a la luz, a la cúpula con escamas del Palacio Consistorial y al olor a mar. Ese mar intenso, que se inhala desde los jardines de la plaza de los Héroes de Cavite.

Y si decides adentrarte desde el mar, a la salida, un arriado de bandera desde el balcón de Capitanía General te hará sentir que estás aquí, en la ciudad militar de mar y sol.
Pero esta calle no siempre fue así. Siglos atrás todo era diferente, y hoy quiero haceros sentir que camináis por aquella calle en la que pasaban los carros y la calzada era de tierra. Cerrar los ojos por un instante, dejar volar la imaginación y daremos un paseo hasta el momento en el que esa calle se llamó como el inventor de nuestro submarino cartagenero…

Ya en la antigüedad se le llamó calle Mayor, y cuentan que a su entrada llegaba el agua del mar. Se escuchaba el jolgorio de los que iban y venían, las mujeres compraban fruta, pescado y carne en aquellas tiendas con sabor a sol de la mañana. Todo tipo de vehículos de la época transitaban por aquella calle, para evitar subir por otras más empinadas o estrechas, como la calle Bodegones.
La calle Mayor, donde los mejores edificios eran construidos para hijos de cartageneros empoderados y autoridades. Sí, era la vía más importante de aquel pueblo grande que se convertiría en una ciudad de luz y arte con el paso de los años.
Ese ir y venir de personas y carros en una calle de tierra angosta estaba provocando el caos y sobre todo el deterioro. Por eso prohibieron en 1582 el paso de carros, con el riesgo de pagar una multa en caso de desobediencia.
¿Creéis que funcionó? Pues no, claro que no. Porque ocho años más tarde, ja, ja, ni uno ni dos, ocho años más tarde dicen que lo prohíben porque se está echando a perder, y que una calle principal no puede estar sucia y en ese estado. Y parece ser que no se fiaban mucho de los cartageneros y, ¡colocaron pilares de mármol a la entrada, por si las moscas!
Pocos años después los pilares fueron arrancados y se quedaron en el suelo bastante tiempo, allí, arrumbados, junto a un hospital, el de Santa Ana, que en aquellos tiempos tenía la ciudad.
Parece que la historia no cambia nunca. A veces sería sencillo respetar y cuidar nuestro propio entorno, porque todo empieza en nosotros, pero…
Bueno, sigo, que me pongo moralista y… Hace poco descubrí que mi ciudad estaba llena de conventos, y uno de ellos fue el convento de Santo Domingo, que a principios del siglo XIX se utilizó como almacén para el avituallamiento de las tropas. Dicen que la Comunidad de ese convento desapareció cuando por un decreto de 25 de julio de 1835 fueron suprimidos los conventos. ¡No tenía ni idea de esto!, pero si lo cuenta Federico Casal, nuestro cronista de Cartagena de aquel momento…
Así que se vendió todo el inmueble a particulares y se mantuvo la iglesia.
¡Cuánto tienen que contar las calles de nuestras ciudades! Caminamos por ellas mirando los escaparates sin más, pero cuando te evades y puedes ver a aquellas gentes de entonces, todo cambia.
Una calle concurrida, punto de reunión, el lugar de paso obligado cuando había proclamaciones reales o cuando pasaba la comitiva por luto.
En los momentos festivos se lucían trajes bonitos, pasaban por ella las procesiones de Semana Santa, e incluso se congregaba a los ciudadanos cuando se sospechaba de un peligro.
Buenos días, tenga usted. Vengo de comprar un cuarto de pollo para el caldo que mi marido llegará cansado de una dura jornada de trabajo.
Hasta luego, Caridad, saludos a su familia.
Cuidado con el carro, que me va usted a pillar el juanete y bastante me cuesta ya calzarme la alpargata para venir a comprar.
Disculpadme, había dejado volar mi imaginación…
¿Sabéis que nuestro ayuntamiento ocupaba el número 17 de la calle? Aquello fue sobre 1837, porque estaba la casa Consistorial un poco ruinosa y mientras la ponían bonita…
Y la vida iba pasando por aquella calle, generaciones y generaciones, historias, alegrías y penas. Los comercios iban cambiando, la vida iba cobrando más vida .Y llegando a su fin el año 1889, una gran noticia iluminó a la ciudad de Cartagena.
¡Las pruebas realizadas en San Fernando del submarino inventado por nuestro cartagenero Isaac Peral habían sido exitosas!
Y el ayuntamiento no dudó un instante en enviarle un telegrama:
D. Isaac Peral. Por noticias particulares se conoce el brillante y esperado éxito de las pruebas realizadas hasta hoy con el submarino que honra su nombre. El pueblo de Cartagena por mi conducto anticipa la más entusiasta y cariñosa enhorabuena a su sabio y predilecto hijo Peral.
¿Y queréis saber la contestación del inventor cartagenero?
La tengo, gracias de nuevo al trabajo de Federico Casal.
Alcalde Cartagena. Orgulloso por haber nacido en esa noble ciudad, el aplauso de mis paisanos me colma de alegría, sírvase usted ser ante ellos el intérprete de mi cariño y reconocimiento. Isaac Peral.
No es porque Isaac Peral sea de Cartagena, ni porque tengo personas a las que quiero y admiro como Juan Ignacio Chacón y Diego Quevedo que me han acercado a él, pero fue un hombre que prefirió alejarse de la polémica, que aguantó las injusticias y que fue generoso y buena persona.
Y el pueblo, que es sabio, ¿sabéis que hizo?
Tomó las calles de la ciudad, alegres, entusiasmados, hasta llegar a la Casa Consistorial y expresarle su deseo de reconocimiento…

Y aquel año se acordó que la calle Mayor fuera nombrada calle Isaac Peral. Que se colocaría un retrato del inventor en el salón de sesiones y que al barrio de Los Molinos se le llamaría Barrio de Peral.
Algunas de esas cosas doy fe de que se cumplieron, pero me cuentan que la rotulación en la calle… Hasta que los cartageneros orgullosos del ilustre marino e inventor asumieron el coste y colocaron aquella piedra con la calle Isaac Peral, aquella promesa no se cumplió.

Hoy tenemos el rótulo en el suelo de calle Mayor, así se sigue llamando. Pero el recuerdo y la historia de Isaac Peral se mantiene vivo.
Y lo mejor, pronto tendremos su casa natal preparada para los visitantes, para adentrarnos en su vida, en su invento y sobre todo en descubrimientos de objetos únicos que personas que admiran de forma infinita a Isaac Peral donarán para nuestro disfrute.
Así que hoy yo, con el mismo entusiasmo y fervor que siglos atrás pidieron el reconocimiento a Isaac Peral, yo le pido a mi Ayuntamiento ese empujón final para que nuestra ciudad brille si cabe, un poquito más, con la CASA NATAL DE ISAAC PERAL.
FELIZ DOMINGO
EVA GARCÍA AGUILERA