DETRÁS DE LA PUERTA AZUL, FACTORÍA ROMANA DE SALAZONES

Eva
DETRÁS DE LA PUERTA AZUL, FACTORÍA ROMANA DE SALAZONES

DETRÁS DE LA PUERTA AZUL, FACTORÍA ROMANA DE SALAZONES

 

 

Me he despertado temprano. El viento golpea fuerte contra la ventana que cerré anoche. Una ventana que me inyecta toda la energía que necesito para los días más fríos y grises del invierno.

Tengo que decir que el viento no es algo que me guste mucho. Prefiero la lluvia, las tormentas de verano. Pero hoy es diferente. Todavía sigo en la casa de la playa, exprimiendo los días que se van acortando sin pedirnos permiso. Así que aquí, el sonido del viento viene aderezado con la música de las olas rompiendo en el espigón, los mástiles de los barcos y el sonido de las hojas de las palmeras despeluchadas.

Pero ya es el segundo día alborotado, y si he de ser sincera, si elimino muchos días mi baño a primera hora de la mañana… Nadar en ese mar infinito, donde me siento pequeñita pero arropada, me reinicia el día.

Así que mi cabeza se ha activado, había que cambiar de planes. Y mis pies me han llevado, curiosa, hasta un lugar cercano de casa de fachada azul algo desgastada, quizá por la cercanía al mar y los años. A  la entrada leo, FACTORÍA ROMANA DE SALAZONES.

He asomado tímida la cabeza, había un chico que me ha dado la bienvenida, y en un instante… ¿Sabéis eso que dicen de que la belleza está en el interior?

Pasarelas de madera. Sí, lo reconozco, me flipan las pasarelas de madera en las playas, cerca de los ríos, en los museos… Pasarelas que crujen a mi  paso en un silencio que se respira nada más entrar, y que combinan con el cristal para observar, justo bajo mis pies, una historia maravillosa de una época tardorromana. Las columnas y los paneles informativos están coloreados de un rojo bermellón que con el color de la piedra, de los restos que allí se encuentran, me llenan los ojos de un contraste de ilusiones.

 

 

A ver, un inciso, que igual estáis pensando que he tomado alguna sustancia ilegal esta mañana. No, sólo un zumo de naranja, de momento.

 

Pero es que me ilusionan las cosas imprevistas, no lo puedo evitar. Los días que comienzan y terminan de manera diferente, y sobre todo, los descubrimientos extraordinarios de aquello que siempre he tenido cerca.

 

 

 

Y sí, esta factoría romana de salazones está aquí, en un lugar muy especial de la costa mediterránea desde los siglos IV Y V d. C.

 

 

 

Porque en el Puerto de Mazarrón, un pedacito de costa de la región murciana, siempre hubo una gran actividad comercial y económica. Y por eso, cerquita a las instalaciones portuarias los romanos construyeron su factoría de salazones, que es por donde hoy paseo yo con los ojos muy abiertos, observando y preguntando a mi paso por cada resto encontrado y que lo mantienen a buen recaudo.

 

Los romanos no tenían un pelo de tontos. Con la factoría junto al puerto se ahorraban el transporte del pescado. Así, cerquita, rentabilizaban trabajo y tiempo. ¿Sabéis que en las proximidades de la factoría se encontraron, justo en la calle Era, viviendas que probablemente fueran propiedad de aquellos trabajadores de clase media que estuvieron en este lugar donde los salazones eran los protagonistas? Esos restos arqueológicos sí que los he visto un montón de veces. Me gusta pararme unos minutos e ir imaginando donde estaría la cocina, las habitaciones…

Y volvemos a las pasarelas, porque me llevan hasta una especie de excavación profunda cuadrangular que no tengo muy claro  qué es.

 

 

 

¡Tanques de salazón! Junto a las piletas, eran los lugares donde se desarrollaba uno de los trabajos principales. Allí maceraban el pescado con sal, en un proceso de fermentación que me cuentan que podía durar entre 20 días y tres meses.

Y esos mismos tanques también eran utilizados para hacer las salsas. Sí, en aquella época a los romanos les gustaba mucho cocinar y potenciar los sabores con este tipo de salsas. De hecho, he encontrado algunas recetas que mejor no os las describo. La salsa más preciada para el paladar de estos hombres y mujeres se llamaba GARUM. Dicen que en los mercados romanos era de los condimentos más preciados y que hoy en día nosotros no seríamos capaces de probar ni una pizca.

Y no lo he probado, pero he visto un video que me ha revuelto las tripas. Justo las vísceras eran lo que trituraban con carne troceada de pescado y pequeños peces. Eso sí, con la sal como protagonista para evitar la putrefacción. ¡Y  a remover hasta conseguir esa masa homogénea…! Puag, mejor no sigo. Ya he dicho que las salsas eran algo muy exquisito para ellos. ¿Sabéis cómo se transportaban? Por tierra y mar, y se envasaban en ánforas. Y me he fijado en ellas, porque hay de varios tamaños. Aunque me dicen que las más utilizadas y que seguramente fabricaban en esta zona, eran las más alargadas y estilizadas, que carecían de asas.

 

 

Pero todo esto no se hubiera llevado a cabo si en este pedacito de costa no hubiera habido en época romana una gran tradición salinera, pues para una producción importante de salazones necesitaban abastecerse de una gran cantidad  de sal.

Así que hoy, mi Puerto de Mazarrón, el que me ha regalado risas, amigos, amor, noches increíbles y mares cristalinos, continúa con esa tradición pesquera.

Y el Cabezo del Faro es observador y testigo directo del trabajo de estos pescadores que han hecho de éste, un lugar increíble.

Nunca os dejéis llevar por cómo comienza el día. Siempre puede haber una puerta cerquita, que al cruzarla, os convierta un día cualquiera en un momento especial.

 

 

 

 

 

 

FELIZ DOMINGO

EVA GARCÍA AGUILERA