LA ROSA

LA ROSA
Es 12 de octubre. El día despierta con himnos y aviones serpenteando el cielo coloreado de rojos y amarillos.
La terminal de cruceros de una ciudad castrense rebosa de turistas que van y vienen, que observan curiosos cada detalle. Brilla el sol, las calles invitan al paseo. Las cafeterías van dejando el aroma especial que tienen esos cafés de primera hora de la mañana.
Es un día con LUZ.
Desde el puerto se muestran desnudos y sin tapujos los dos faros, los que coquetean cuando llega la noche. Uno es rojo, como la pasión, el amor, el entusiasmo, las rosas sin espinas. Otro es verde, como la esperanza, la hierba mojada a primera hora de la mañana, la esmeralda, la frescura, la ternura.
Los dos faros. Observadores, cómplices de historias de amor, los que escuchan el sonido de los besos, los pasos taciturnos en los paseos nocturnos, las risas, los sollozos.
Esta mañana el faro verde parece que sonríe. Ve llegar a lo lejos, con paso tranquilo, a su primer visitante. ¡Todos traen una historia!
Para ser sincera, el faro verde hace tiempo que sonríe. Un halo brillante que emana del mar lo inunda todo de paz. Así que presume ante el faro rojo, coqueto y sonriente.
La mujer que camina tranquila le rodea como el abrazo del abuelo al nieto hasta llegar al otro lado. Deja caer su espalda sobre el muro grueso que protege al faro cuando el mar se pone bravo y la espuma blanca vuela por encima del rompeolas.
Parece que susurra algo, lleva una rosa roja entre sus manos. Una rosa de tallo largo, esbelta, aterciopelada, fresca…
Espera unos minutos, y con los ojos cristalinos, el corazón encogido y la sonrisa leve dibujada en su cara, la deja caer suave al mar.
¡Llega hasta donde el mar te lleve!

Es 12 de octubre, la mañana ya le ha cogido ventaja a la pareja que llega al faro rojo a disfrutar de un desayuno con vistas al mar. Y es que no todos madrugan, hay a quiénes les gusta quedarse un ratito entre las sábanas cuando los rayos del sol avisan por los agujeritos de la persiana, que ha comenzado un nuevo día.
Ella ya ha elegido la mesa de la terraza mientras él ha vuelto al coche para coger su cartera que ha dejado olvidada.
La observa a lo lejos. Tiene la mirada perdida, como si estuviera atravesando a nado el mar para llegar al faro verde.
Hace días que no sonríe, al menos como siempre lo hace, con luz, con chispa. Hace días que como ahora, a lo lejos, la ve negar con la cabeza mientras los ojos se le enrojecen.

Un abrazo por detrás, un beso en la mejilla y un “la tierra llamando a mi chica” consiguen sacarle una carcajada espontánea y disfrutar del desayuno.
Él siempre lo consigue. Es alegre, tiene un humor inigualable, es divertido. Le arrastra a sus locuras y ella se lo devuelve arrastrándole a las suyas.
Ella señala el faro rojo. Parece que octubre se haya tragado al mes de agosto, hace un calor sofocante, pero le apetece pasear hasta allí.
El agua está cristalina, al fondo se ven cientos de erizos de color negro azabache. Los pescadores hablan más que pescan, beben y comen más que hablan.
Hay una escalera de piedra que te hace sentir que vas a llegar hasta el fondo del mar. O al menos que puedes tocarlo si alargas el brazo. Pero hoy alguien se ha adelantado. Hay una chica que acabará de cumplir los 20, sonriente, que observa a su chico pescar. Juraría que es la primera vez que pesca, que la quiere impresionar. Porque no percibo yo experiencia. No, éste no ha pescado en su vida, ya os lo digo yo.
Tiro de mi chico hacia mí, me he quedado con ganas de observarles un poco más.
Y entonces ocurre la magia. El chico lanza su caña, y en unos segundos saca enganchada una rosa roja, de tallo largo, esbelta, aterciopelada, fresca…
La veinteañera le mira con los ojos brillantes. Él suelta la rosa del anzuelo, se acerca a las escaleras, se la ofrece.
¡Por un momento creo que estoy viendo una pedida de mano!
Yo ya estoy emocionada, miro hacia el faro verde. Un halo de luz lo cubre por un instante. Un guiño de color verde sonríe en el mar.
La chica de la rosa ya ha hecho mil fotografías y le habrá contado a todo el mundo que su chico le ha regalado una rosa del mar. Me apetece acercarme y contarle que esa rosa…, que la cuide, que tiene una historia especial.
Mi chico tira de mí ahora. ¡Venga, que te voy a llevar a un lugar de esos que te gustan a ti, de los que está prohibido pasar!
Es 12 de octubre, los aviones vuelven a colorear el cielo de rojos y amarillos.
(Hoy, sí, basado en hechos reales)

FELIZ CUMPLEAÑOS, PAPÁ
EVA GARCÍA AGUILERA