MÚSICA, CRESPILLOS, PORRAS…., en SANTA FLORENTINA

MÚSICA, CRESPILLOS, PORRAS…., en SANTA FLORENTINA

MÚSICA, CRESPILLOS, PORRAS…., en SANTA FLORENTINA

Hoy es un día como los de entonces, me levanté temprano, quería llegar la primera para tener en mis manos el nuevo álbum de mi grupo favorito desde mi iniciada adolescencia. Bueno, un día algo diferente, porque aunque la ilusión y el brillo en mis ojos puedo asegurar que eran los mismos de décadas atrás, hoy no tuve que pedir a mi madre cien veces “por favor” un billete de mil pesetas, ni correr hacia la parada del autobús con las calcetas azul marino y la falda plisada del uniforme por encima de las rodillas. Esta mañana subí a mi coche, y con la sonrisa puesta y deseando tener ese montón de nuevas canciones para, como entonces, volver rápida a casa y escucharlas tantas veces como fuera necesario para aprendérmelas todas, entre suspiros y alegría, me dirigí a la sección de música de uno de esos grandes almacenes que frecuentamos actualmente. Hoy era el día del lanzamiento, hoy debían estar repletos de las novedades esperadas por todos, pero no fue así. Que si la logística, que si la discográfica,…, nadie sabía nada, increíble.

Y de repente recordé aquel lugar que nunca nos falló, donde asesoraban, donde pasabas horas rebuscando entre vinilos, cintas de cassette, donde se inhalaba la pasión por la música.

La nostalgia me invadió y acudí allí, donde la magia surgía al segundo de atravesar la puerta, pero ya no estaba. DISCOS CARROT’S, el icono de la música en la calle Santa Florentina de nuestra ciudad, Cartagena. Cerré los ojos y por un momento pude recordar esos estantes de madera repletos de vinilos, la zona de cintas de cassette y años después los CD. 

Quiero contar que tengo un vínculo muy bonito con este paraíso musical, pero sobre todo con el Sr. Chencho. Una persona entrañable, de esas que te dan ganas de achuchar y con una paciencia infinita. Una de esas personas que se quedan en tus recuerdos para siempre. Y es que al pobre hombre le tuvieron que dotar de kilogramos de paciencia conmigo, aunque al final siempre le hacía reír. Yo era una de esas fans número 1 de un grupo de pop de los años 80. ¡Qué digo una de esas!, no, no, indiscutiblemente la número 1. Así que cuando había fecha de lanzamiento del disco, mi inolvidable Chencho se echaba a temblar. Le llamaba por teléfono varias veces al día, preguntando si había llegado la esperada caja con los discos, y cuando me confirmaba que sí, pero que hasta el día siguiente no salía a la venta, bajaba como loca de nuevo en el bus, y allí me plantaba en CARROT’S con un: “por favor, por favor, no se lo voy a decir a nadie, me quiero llevar uno, nadie se va a enterar”. Si queréis saber la respuesta, pues que nunca lo conseguí, era un profesional y por mucha ternura y cariño que yo le despertaba, siempre siguió a rajatabla las directrices de las discográficas. Pero eso sí, el primer disco tenía que ser para mí, así que al día siguiente allí estaba yo, con el tiempo suficiente como para ver a Chencho llegar y abrir la puerta con ese gesto de  “ anda pasa”, y celebrando juntos mi adquisición soñada. ¡Nos faltó una foto juntos Chencho, pero antes las emociones las dejábamos fotografiadas en nuestra memoria, y mira si perduran!

Años más tarde seguí disfrutando de aquel ambiente, porque sus hijos lo habían respirado  desde niños y llevaban la música en las venas, y hasta hace muy poquito, era yo la que acudía allí con mis preadolescentes para llevarme unas de esas magníficas guitarras. ¡Por cierto, mi primera guitarra española con funda de cuadros escoceses rojos también me la compraron mis padres aquí! , y la entrada para el primer concierto de los Hombres G, vaya, he desvelado el grupo…., también la compré en CARROT’S.

¡Qué orgullo deben sentir toda la familia, porque en cada casa tenemos mucho de ellos, recuerdos, música y seguro que la mayoría  alguna historieta como la mía!

Y de repente es cuando mis ojos continúan haciendo un recorrido por el túnel del tiempo, y me doy cuenta que la Calle Santa Florentina me ha acompañado durante los momentos más importantes de mi vida. Suena fuerte, pero así es.

Porque miro hacia arriba y puedo leer esas letras grandes, en cursiva creo, que ponían CHAROL. Abajo estaba LA FLORIDA, pero si subías las escaleras entrabas al universo de los pantalones vaqueros y las camisetas de todas aquellas marcas que en aquel momento nos hacían sentir mejor. Todavía recuerdo mis primeros pantalones CIMARRÓN, ¡vaya, sí que soy mayorcita ya, pero en aquel momento eran lo máximo! Me costó bastante convencer a mi madre, porque en aquel momento ya venían “desgastados” y ella pensaba que eran demasiado caros pareciendo que estaban ya usados. Pero bajé vencedora con mi bolsa y mis vaqueros por aquellas escaleras, feliz y preparando mentalmente la mejor combinación para lucirlos al siguiente día en el instituto.

He dicho antes que esta calle ha sido testigo directo de esos instantes especiales de mi vida, y claro, paso por el local que hasta no hace muchos años permanecía abierto, LA VIRGEN DE LOS DOLORES, y recuerdo entonces que mi vestido de Primera Comunión me lo compraron allí. Aquí sí lo tuvo fácil mi madre, porque el vestido era igual para todas las niñas del colegio. Sí, íbamos de uniforme. Menuda faena, ese momento que a todas nos encantaba, vestidas de blanco eligiendo nuestro modelo soñado….Pues no, todas igualitas,  y yo algo nerviosa, porque aún recuerdo el comentario de la Hermana Elena a mi madre: “es tan alta que va a parecer una novia”. Corramos un tupido velo, ja, ja,…, al final todas las micaelas íbamos monísimas y nos dejaron elegir zapatos y adorno del pelo.

¿Os acordáis que al comprar el vestido de comunión nos regalaban una muñeca si eras niña y un balón si eras niño? Ojalá me hubieran dejado elegir el balón, porque esa muñeca asustaba un poco al miedo, la recuperé de casa de mis padres hace un tiempo….Este es otro de los lugares que he vuelto con mis hijas, porque son de los comercios de toda la vida, y me ha dado tiempo a comprar sus uniformes del colegio hasta hace muy pocos años.

Justo enfrente está KINVEL, ellos sí que continúan al pie del cañón, de hecho han cumplido su 50 aniversario. Pensaba que mi vestido de comunión lo compré allí, pero luego recordé lo del uniforme y ya tuve claro que no. Aún así, me apetece entrar,  y Desiré y Beatriz muy amables me cuentan un poco sobre su fundador, Joaquín Velasco y cómo ahora su nieta Salomé lleva las riendas de este lugar donde los niños lucen muy pero que muy guapos en ocasiones especiales.

¡Qué tendrán los comercios de toda la vida que no somos capaces de olvidarlos! Y es que justo al lado, tengo una perfumería inmensa a mis pies donde entonces estuvo GALERÍAS LA ILUSIÓN. Ocupaba dos plantas, y tengo recuerdos de todas las épocas de mi vida allí. De la noche de Reyes observando tras los escaparates cómo preparaban las rebajas, de los vestidos de embarazada que elegía sin parar para mi madre con la ilusión de la llegada de mi hermano, de la colección de bikinis que me llevaba a casa cuando ya superaba los 20….

Bonita calle, bonitos recuerdos, lugares típicos……Aquí donde puedes comer los mejores crespillos y empanadillas desde 1.890, en la PANADERÍA CONFITERÍA CAVITE, degustar un café recién molido mientras un simpático loro dice “PACO, PACO” sin parar, y cómo no, donde tenemos una parada obligada para comer una porra con chocolate.

Y es aquí, en LA CHURRERÍA DE SANTA FLORENTINA donde vivo una bonita experiencia con Jose, que representa ya a  la cuarta generación. Me cuenta que la churrería abrió sus puertas en el año 1932, aunque eso es lo que refleja la documentación de la época, porque ya llevaban algo más de recorrido. Todos recordaremos ese kiosco metálico de antaño, cuando la calle no era peatonal y los coches aparcaban de aquella manera para llevarse los mejores churros de Cartagena a casa. Pitidos, prisas, los guardias de la época al acecho. A alguno le salían caros los churros esas mañanas de domingo.

¿Sabéis por qué y quién inventó el diseño de la porra que tanto nos gusta? Pues el bisabuelo Andrés, él inventó la rueda individual. Había observado que cuando hacían las ruedas grandes y luego las vendían troceadas, pues algunos se quedaban con ganas del trozo que incluía esa porra gordita apetecible para mojar en su chocolate. Y entonces surgió esa rueda individual que a todos los cartageneros nos encanta y al resto del mundo también. Fue la manera perfecta para que nadie se quedara sin su porra Y digo del resto del mundo porque me cuenta Jose que vienen a veces de Estados Unidos, recomendados por otros estadounidenses que antes tuvieron la suerte de disfrutar de este placer en nuestra ciudad.

Me enseña Jose la máquina amasadora, cómo preparan el mejor chocolate, y me cuenta cuando por el año 2.003 tuvieron que cambiar su ubicación a la que actualmente hoy seguimos disfrutando todos. Me sorprendo al escucharle decir que sólo han cerrado dos veces en los 90 años de trabajo, cuando estalló la guerra civil y en el confinamiento. Y juntos recordamos cómo antes la gente compraba su cartucho de churros o su rueda y se la comían por la calle, paseando, y que ahora las costumbres han cambiado y muchos prefieren ese rinconcito con mesas acogedoras para disfrutar de ese manjar sencillo pero que es imprescindible en nuestra vida.

Y antes de marcharme de esta arteria de mi vida y mi ciudad, hago un esfuerzo por recordar, y me viene a la memoria aquel lugar de prensa donde cada domingo me compraban un cuento, aquellos escalones de cada portal donde me sentaba porque no quería seguir andando y….., sí, esta arteria late de manera especial, porque conté que aquí me vistieron de Primera Comunión, pero también de novia. Y desde fuera observo el escaparate de Pronovias, donde aquel día, con las ideas claras, elegí mi vestido de novia en tiempo record, y es que cuando en la vida tienes las cosas claras, es muy sencillo sonreír, ser  feliz y disfrutar con aquellos instantes pasados y todos los que el presente te regala cada día.

FELICES INSTANTES DE DOMINGO.

EVA GARCÍA AGUILERA.