NOVIEMBRE DEL 75, el inicio de un cuento

Eva
NOVIEMBRE DEL 75, el inicio de un cuento

NOVIEMBRE DEL 75, el inicio de un cuento

 

20 de noviembre de 1975. Acaba de sonar el despertador de miles de personas. Unos van a su trabajo, otros despiertan a sus hijos para ir al colegio y los adolescentes preparan sus mochilas para no llegar tarde al instituto.

De repente todo es silencio, incertidumbre. La radio y la televisión reducen su información a una única noticia, el jefe del Estado español durante 38 años ha fallecido.

-Sonia, ¿te has enterado? No hay clase. El instituto está cerrado. Se ha muerto Franco. Así que ya podemos ir haciendo planes para hacer algo esta mañana. Si me quedo aquí todo el día, seguro que me engancha mi madre para limpiar el polvo.

-Macarena, por Dios, ¡qué susto me has dado!, le dice a Sonia con el auricular del teléfono casi cayendo por los tirones que le está dando su padre para que cuelgue. Mi padre no me va a dejar salir ni loca. Aquí lo tengo pegado al transistor y lleva ya tres Ducados seguidos.

-Déjate de chorradas, nos vamos a ir hasta el puerto a pasear como verdaderas señoritas, le dice Macarena a Sonia. Es más, me llevo a mi hermano en la silleta, tiene dos años como tu sobrina ¿no?, pues eso, paseamos y hacemos prácticas a ver si nos va eso de la maternidad.

A Macarena no hay manera de decirle que no, a insistente no le gana nadie. Y allí estaban las dos, en un día de calles vacías y miedo, de agitación y silencio, empujando dos silletas y jugando a todavía ni sabemos qué.

Sonia llevaba a Eva, su sobrina. Una niña de dos años observadora y de ojos vivos. Sonreía, ¡a saber por qué!

Macarena empujaba la silleta de Miguel. Un niño de pelo muy negro que parecía contento de ese paseo repentino. No estaba mal ser por un rato hijo único en una familia ya con cinco hermanos, y el que vendría después.

De repente otro silencio sepulcral. Caras serias en la calle Mayor de la ciudad. Macarena y Sonia frenan el paso sin darse cuenta. Y de repente se escucha una voz de niña cantar contenta, rítmica y  con sonrisa en los ojos, FRANCO, FRANCO, FRANCO…

¡Tierra tráganos!, pensaron las dos adolescentes al mismo tiempo, a la vez que Sonia contenía la risa.

Era Eva, su sobrina. La de ojos vivos y cara sonriente, con un ritmo y música como si fueran soldados haciendo la instrucción, pues ella seguía y seguía, reía y reía, ante las miradas atónitas de los viandantes que esa mañana tenían dibujada la incertidumbre en su cara. ¿Sabéis eso de que los niños hacen o dicen lo que ven? Pues no voy a dar más detalles, pero sé de alguien que hoy estaría sonriendo.

Macarena y Sonia se miraron, agarraron la silleta y con paso firme desaparecieron camino del puerto. Seguramente por si tenían que lanzarse a algún sitio para esconderse, que fuera el mar. Ja , ja.

Y allí, junto a ese puerto de mar azul y dos faros guías, observaron como desde hacía ya un rato, Eva y Miguel se habían cogido de la mano y ya no se la soltarían nunca más. Bueno, lo de nunca más…

Semana Santa de 1992…

Eva se prepara para salir con sus amigas. Es la Noche del Encuentro, la madrugada del jueves al viernes santo. Esa noche en la que no tienes hora para volver a casa. Es genial, todo lleno de gente, amigos, música y procesión de madrugada. Su madre es muy estricta con la hora de llegada, pero hoy tiene vía libre. Aunque está cerca de cumplir los 19 años.

Se reúnen en la Bocana, un bar típico donde toman vino dulce y a veces coñac con chocolate. El segundo local es donde les gusta pedir una Heineken, en un callejón estrecho cerca de la catedral vieja de la ciudad. Siempre lo piden con pajita, así sube más, dicen.

Y con eso ya les basta para caminar con las risas por el aire. Cosas de la edad.

Miguel ha quedado con sus amigos en el Dos Caballos a tomar tanques de cerveza. Él no tiene problema de horarios. Con una familia súper numerosa ha tenido la suerte de que sus hermanos le hayan abierto el camino. Eso y que es un chico, claro. Son amigos desde siempre, es una suerte que conserven la amistad tantos años.

Hay un local en la calle Cuatro Santos que a Eva y a sus amigas les encanta ir. Se llama Clip y ponen la mejor música del pop español del momento. Ellas se vienen arriba cuando suena Déjame de Los Secretos.

No hay chicos guapos por aquí esta noche, dice Eva. Así que vamos a salir que seguramente el hombre de mi vida me esté esperando en otro sitio.

Siguen la calle hasta el final y Eva se para en La Sastrería. Está su primo con unos amigos bebiendo en la puerta del local. Y de repente mira hacia la derecha. Hay un chico de pelo negro abundante en la esquina, de mirada chulesca pero ojos tímidos. Le suena su cara pero… Sus amigas tiran de ella, le dicen, venga Eva, déjate a tu primo, ¿no dices que en cualquier local esta noche te está esperando el hombre de tu vida?

Miguel y sus amigos han cubierto el cupo de cerveza en ese local donde tienes que tener  cuidado y bajar la cabeza al entrar y salir y se han marchado a La Sastrería. Un local de moda en la ciudad, donde siempre te encuentras con gente, hay buena música y copas a buen precio. Allí se encuentra con dos amigos que conoció hace poco, pero que han congeniado.

Él es divertido, le gusta reír y gastar bromas. Es tímido a la hora de entrar a una chica. Está acostumbrado desde bien jovencito a que vayan a su puerta y le toquen el timbre para que salga.

A lo lejos escucha una risa contagiosa, una chica que viene directa a ellos. Esa mirada viva y observadora… Se cruzan las miradas un instante, pero sus amigas tiran de ella. Es la prima de uno de los chicos con los que está haciendo planes para meterse en su pandilla de verano en el puerto de Mazarrón.

Agosto de 1992…

Es una noche de verano. Alegría, música, amigos, fiesta, risas…

Eva baja puntual, sus amigos esperan abajo. No es porque sea, como alguien comenzó a decirle un tiempo después, “la condesa de villacoñito”, sino porque su casa es el punto justo de partida hacia los mejores locales de moda.

Está muy morena, el pelo ondulado le llega algo más arriba de la cintura. Le sienta bien el verano. Despreocupación, vestidos elegidos para las fiestas nocturnas, conocer gente nueva… Empieza la universidad en septiembre, así que se merece todas las risas que lleguen. Eso sí, de amores no quiere saber nada en este mes de vida loca. Se siente bien así, sólo pensar en una relación ahora… Calla, calla. Si lo que ella quiere es estudiar periodismo, irse a Madrid, tener un ático y ser como las ejecutivas de la revista Cosmopolitan. Lo primero me temo que no va a ser posible, sus padres no la dejan ir a Madrid, así que de momento lo de las entrevistas para los periódicos… Pero todo se andará, la vida es larga y a ella le gusta cumplir sus sueños.

Miguel se ha preparado para salir. Se ha puesto sus Levis y una camiseta blanca. Lleva desde niño pasando los veranos en el Puerto de Mazarrón, pero como son tantos hermanos nunca ha echado de menos tener una pandilla. Pero esta noche es diferente. Un chico al que conoció hace unos meses le dijo que en agosto le presentaría a un grupo divertido y que seguro que lo acogerían con los brazos abiertos.

Miguel comienza la universidad en septiembre. Va a estudiar Ciencias Empresariales. Su ilusión es trabajar en una entidad financiera. Desde pequeño observaba a su padre hacerse el nudo de la corbata para ir a trabajar. Le gustaba ir a verlo al banco, sabía que él algún día también lo haría.

No estaba previsto que estuviera en la playa en agosto. Quiso trabajar en una bar para ir haciéndose a la idea de lo que era la responsabilidad, y de paso para sacarse un dinerillo y disfrutar de sus caprichos. Así que comenzó en el mes de Julio en la Manga del mar Menor. Pero cuando en agosto, viendo las horas eternas que trabajaba se atrevió a pedir un aumento, le dijeron, ¡qué dices, con lo que tú comes que vacías las bandejas de boquerones en vinagre! Ja ja.

Así que dijo, pues me voy con mi familia a la playa. Y por eso estaba allí aquella noche, esperando a integrarse bien en aquel grupo de verano.

Estaba apoyado junto a la puerta del local cuando escuchó una risa contagiosa. Una chica, vestida de negro, con un vestido que se movía al compás de sus movimientos y ojos muy vivos se acercó enseguida para presentarse, hacerle  sentir cómodo con todos ellos.

Eva frenó, le miró fijamente. Él asintió sin decir nada. Y entonces ella dijo, ¡el chico que estaba con mi primo en Semana Santa!

Se acercó a él y se pusieron a hablar toda la noche. Bueno, ella más que él, pero no sé, tenía la sensación de que…

Pasó el verano, entre miradas, besos esporádicos, roces en el cine… Eva era muy independiente, no quería ataduras, aunque algo le decía…

Y a finales de septiembre ella le dijo, ¿probamos? Pero no te prometo nada, eso quiero que lo sepas desde el principio. No soy yo de cosas serias…

Probamos, dijo él.

2 de junio 2001…

Miguel está nervioso, aunque no sabe por qué. Si ya le ha dicho su chica mil veces que hay que disfrutar de cada instante sin ir más allá.

Camina hacia la derecha, hacia la izquierda…

De repente la ve a lo lejos. La escucha reír, mira hacia arriba y le sonríe.

… Se cogen de la mano, caminan hacia las escaleras y se escucha un ¡viva los novios!, se besan y ella le hace reír.

2 de junio de madrugada…

Macarena y Sonia se toman la penúltima copa entre música y conversaciones. Miguel y Eva bailan a lo lejos, corretean cogidos de la mano.

Se miran, ¡no puede ser!, ¡cómo no habían caído hasta ahora!

Tenemos que contárselo, dice Macarena.

Chicos, tenemos que contaros algo…

Parece que no hace falta, dicen Sonia y Macarena. Se quedan quietas y les observan.

Eva se acerca a Miguel, se arrima a su oído y entre risas, con aquel ritmo de la marcha de los soldados de su ciudad castrense, le canta… Franco, Franco, Franco.

¡Eras tú, lo sabía!, ríe Miguel. Pues sigues igual de camotilla que entonces.

¡Los novios a pista!  El último baile, grita alguien a lo lejos.

Ella le mira, se muerde el labio y sonríe.

No te atreverás, le dice él…

Se abrazan…

20 de noviembre de 2023…

¡Miguel!, le llama Eva a gritos desde la terraza de su casa.

Dime, condesa de villacoñito, le contesta.

¿PROBAMOS?

 

Basado en hechos reales

FELIZ DOMINGO

EVA GARCÍA AGUILERA