TRADICIONES, PELOTAS Y UN GALILEO

TRADICIONES, PELOTAS Y UN GALILEO
La mañana está fría. Febrero ha llegado a su fin y yo estoy de nuevo en marcha para descubrir lugares que no había tenido el lujo de visitar. Me han recogido en la puerta de casa como a una princesa, para adentrarme en un paraíso donde se respira el silencio. Los caseríos me dan la bienvenida, los rebaños de ovejas y cabras balan felices y las palomas pintan de colores el cielo.


He llegado aquí de la mano de alguien que ama este lugar, un galileo de pura cepa que siempre lleva por bandera el lugar que lo vio nacer, Pozo Estrecho. Él también cuenta historias bonitas, así que yo he venido predispuesta a que comparta conmigo la ilusión que siente en este trocito del campo de Cartagena.
Comenzamos nuestro paseo por la Loma de Pozo Estrecho, no sin antes contarme que Pozo Estrecho formaba, junto a Pozo Palma y Pozo Algar, tres pueblos en línea por donde pasaban los ganados de la Mesta que venían de otras ciudades más frías a pastar aquí. Sería por ello por lo que construyeron varios pozos para que bebieran animales y personas, construyendo después una iglesia y poquito a poco formándose estos lugares increíbles que hoy gozan de grandes tradiciones y mucha historia. ¡Pozo Estrecho es el único de los tres que conserva su nombre inicial! Los otros dos ahora son El Algar y La Palma. Lo del Pozo pasó a la historia.
Y creo que Javier ha comenzado a contarme todo esto porque mientras disfrutábamos de la naturaleza e íbamos a visitar uno de los caserones impresionantes que teníamos justo delante, mi mirada se fue directamente a todas esas cabras en dirección a la ermita. Lo confieso, son mi debilidad. Me entrené para balar como ellas desde muy niña, y de verdad que se me acercaban y manteníamos conversaciones muy amenas, ja, ja. Pero me he contenido, no quería yo que nada más llegar Javier pensara que estoy como una cabra. A propósito, años después inicié mi afición por aprender a maullar como una auténtica gata y los resultados fueron excelentes.


¡Qué me voy del tema!
A Javier Lorente, que me lío y todavía no os lo había presentado, lo conocí hace unos cuatro años. Yo me iniciaba en esto de los relatos y él era comisario en una exposición a la que acudí de casualidad. Porque él escribe, pinta y fotografía todo lo que a sus ojos les llama la atención. Pues el día que le conocí, también tuve la suerte de incluir en mi vida a dos grandes personas, actores, a los que quiero un montón. Y esto lo cuento, porque Pozo Estrecho tiene una gran tradición teatral.
Javier me señala a una casa grande que tenemos al frente. Y me cuenta que esa casa pertenece a la familia de Narciso Ibáñez Serrador. Sí, sí, Chicho, el de un dos tres, el de Ruperta, La Botilde…
Su padre, Narciso Ibáñez Menta, nació aquí. Tiene incluso una calle con su nombre. Y lo más importante, tenía una compañía de teatro con la que bañó de arte el municipio y cruzó fronteras.
Y de grandes caseríos puede presumir este lugar. Javier me hace una ruta increíble, desde la casa de color azul y rejas en las ventanas que las llaman de buche de paloma, con unos jardines espectaculares, a otros abandonados que bien podrían ser escenarios de películas como El orfanato.

¡Estos lugares abandonados me alucinan!, le digo a Javier. ¿No habrá por aquí alguna puerta abierta?
Me sorprende que esta increíble vivienda esté acechada por la dejadez y la desidia y sin embargo la rodeen campos de naranjos infinitos.

El lugar se llama Villa Antonia y el propietario fue alcalde de la ciudad hace muchísimos años. Le solían poner el nombre de la mujer del dueño a estas grandes casas. Cosa que también en muchas ocasiones han hecho para dar nombre a las minas de grandes empresarios.
Y es que todos estos caseríos llegan a formar este paisaje tan increíble, fruto de las grandes fortunas en el auge de la minería y también de la agricultura.
Pero volvamos a nuestra ruta. Porque de repente nos adentramos en un camino estrecho, rodeado de árboles frutales que nos conduce a otro caserío. ¡También tiene el aspecto de ser azotado por el descuido y la falta de cariño de sus propietarios! Pero este sí que tiene las puertas abiertas. Y tengo la suerte de entrar, pisar suelos que tienen cientos de años, subir al primer piso luchando con el vértigo y mirar los campos de árboles a través de sus ventanas de madera resquebrajadas.

Torre Valeriola, me dice Javier que se llama. Y que hace varias décadas, durante dos años se estuvieron impartiendo clases para aprender un oficio, gracias a la iniciativa de Javier y el pueblo de Pozo Estrecho.
¡Con lo bonito que sería destinarlo a hotelito rural!

A lo lejos despierto mi alegría. Una de esas casas de la Loma que la mantienen bonita. Y es que me comentan que La marquesa de Torre Nueva es un lugar idílico para celebraciones de bodas. Igual para mis bodas de plata lo reservo, mirad que os digo. Porque es increíble. Tiene hasta una ermita del tamaño de una iglesia, bodegas, caballerizas y… ¡un teatro para casi cien personas! Y yo tan feliz en mi rinconcito de mi piso de algo mas de cien metros, ja, ja.

¿Queréis subir al palomar? Desde allí podéis fotografiar mejor la torre.
Dos hombres con sus manos rudas del campo, que han recogido sus habas y han dado una vueltecica a sus pésoles, llaman mi atención.
Y qué suerte haber subido. Sí, la foto sale más bonita desde arriba, pero yo me he quedado impactada con las palomas que están pintadas con unos colores y unos diseños que ni Versace. Son palomas de competición. Yo, lo más parecido que tuve de niña fue uno de esos pollitos de colores, que menos mal que lo prohibieron, porque…

Hace unos minutos que vamos en el coche, y sin darme cuenta hemos llegado al centro del pueblo. Hemos aparcado justo enfrente de la Iglesia de San Fulgencio, patrón de Pozo Estrecho. Javier la observa de una manera especial. Me cuenta que hace unos treinta años sólo la cúpula lucía bonitas pinturas. El resto de la iglesia estaba pintada con yeso blanco. En una ocasión, por unas obras realizadas ese yeso comenzó a caerse y… ¡Descubrieron que había algunos dibujos muy difíciles de reconocer, pero habían encontrado la esencia de esa iglesia en siglos pasados!
Javier investigó, realizó un trabajo de manera incansable buscando similitudes en iglesias de otras ciudades. ¡Y durante tres años estuvo pintando la iglesia! Me cuenta que su mujer le llevaba la comida y la subía con una cuerda hasta lo alto del andamio. Incluso enfermó de la vista. Pero lo consiguió, y hoy estoy impactada observando cada detalle.

Javier y la Iglesia de San Fulgencio a lo Miguel Ángel y la capilla Sixtina, ja ja. Desde el respeto a ambos, por favor, que nadie lo interprete de otra manera. De verdad que es un trabajo increíble del que yo no tenía ni idea.

Y sin parar de sonreír me encuentro con la sonrisa más bonita de Pozo Estrecho. Llega pedaleando su bicicleta azul, con su cesta y la luz única de Mercedes, una de esas mujeres que quieres tener cerca para siempre.
Entramos por una puerta de madera redonda a un lugar con magia. Me cuentan que primero fue un museo etnológico, después bodega, un pub…
Pero hoy es un lugar increíble donde las paredes rezuman el arte de todas las obras de teatro que allí nacen.

Es un paraíso. Baúles con ropa, grandes percheros con atuendos de hombre y mujer bien cuidados y organizados. Estanterías con infinitas cajas de zapatos, cajas con abalorios, lugar de costura…
Mercedes es el alma, aunque dice que lo de artista no es lo suyo. Pero que organiza, coordina.
Me cuenta que ya tuvo bastante artisteo siendo Reina de las fiestas de Pozo Estrecho en el 72. Y que luego fue elegida Dama y estuvo invitada en la barcaza del Ayuntamiento en la Velada Marítima del mismo año.
Sí, Mercedes fue una de las personas que volcó y cayó en las aguas del puerto de Cartagena aquel fatídico julio del 72.
No nos dio tiempo nada más que a subir y apoyar los brazos para saludar, cuando comenzamos a escuchar crujir la madera… y yo caí directa al mar pero no sufrí golpes, por eso me salvé. Es algo que no olvidaré nunca.
Mercedes es muy bonita por fuera y por dentro. Se le nota que siempre fue un torbellino, porque me cuenta Javier que en los años 60 en la parroquia se organizaba aquello del TeleClub. Yo no tenía ni idea de lo que era, pero parece ser que la juventud se reunía para promover actos culturales, charlar, organizar guateques. Y Mercedes fue una de sus pioneras.

Me despido, porque sé que me quedan cosas bonitas por descubrir, pero volveré, Mercedes me espera, lo sé.

¿Sabéis que la Plaza Mayor de Pozo Estrecho se conoce como la Plaza de Federico? Federico es el dueño del bar Plaza, y ha conservado en su interior toda la esencia, manteniendo las vigas de madera y esos detalles que le hacen especial.
Y allí, ya más tranquilos, con una coca cola y una cerveza, hemos hablado de muchas cosas que quería saber antes de marcharme.
De la tienda de Manolita, con sus mostradores de madera y sus vitrinas al fondo. De la casa de Daniel, que hoy no hemos podido ir a verla pero que me dice que me va a encantar. De la bodega del Prim y otras más que llegaron a haber en este lugar de tradiciones.

Ha compartido conmigo el recuerdo del molino donde trabajó su padre, donde se molía mucho grano para los animales de las granjas.
Por supuesto, de la banda de música de Santa Cecilia, que tiene unas instalaciones que quitan el sentío. Un profesorado increíble y unos alumnos que acuden de cada rincón, desde Cartagena o Torre Pacheco hasta… Hasta donde llegan las ganas de formar parte de esta tradición. Porque la Sociedad Artístico Musical Santa Cecilia se constituyó en 1893, siendo la banda más antigua de Cartagena.
Javier me ha hablado con un cariño especial de la escultora Maite Defruc, de la que tuve la suerte de acudir a una exposición donde pude saber más de ella, y sobre todo de su técnica de la fundición a la cera perdida. Se nota en sus ojos la admiración que siempre sintió por ella.
Maite, que seguro que se sumaba a la tradición de comer pelotas en las fiestas de Navidad y en las fiestas de San Fulgencio. Una tradición que comenzó para invitar a unos pocos privilegiados, pero que tuvieron muy a bien de abrir las puertas a todo aquél que quisiera disfrutar de este manjar. Y doy fe que cada vez la tradición es más popular y cada 16 de enero, día de San Fulgencio, llegan de cada rincón para degustarlas.
Y son pelotas galileas porque el gentilicio de los nacidos en Pozo Estrecho es galileo.
Me ha explicado Javier que los pórticos de las iglesias se llaman galileas. Y que cuando los vecinos de Pozo Estrecho se reunieron para luchar y conseguir tener su ayuntamiento propio, lo hicieron bajo el pórtico de la iglesia. Quizá por conseguir algo que deseaban tanto bajo una galilea, llegara este gentilicio.
Así que nada de Pozo estrecheros ni ninguna otra cosa que se os ocurra por el estilo. Además, están hermanados con un pueblo de la Rioja que se llama Galilea.
Y con un montón de cosas aprendidas volví a casa igual que salí, porque Javier me dejó en casa de nuevo como una princesa. Aunque para entrar no atravesara uno de esos jardines increíbles, ni cogiera de mi bodega un vino de Viña La Cerca y el personal de servicio me estuviera esperando con la comida hecha. Porque con el fresquito que hacía, aunque ya rozáramos el medio día, me hubiera sentado genial tener en el fuego una olla de pelotas galileas.
FELIZ DOMINGO
LA VENTANA DE EVA