SOMOS DE CARTAGENA

SOMOS DE CARTAGENA
Soy de Cartagena. De la generación en la que los padres fumaban en el Renault 8 o en el Simca 1200 y llenaban el cenicero hasta los topes. Nosotros, mientras, mirábamos hacia atrás porque llevábamos un perrito de esos que movía la cabeza mientras el coche estaba en movimiento.
Nací en el 73, así que pertenezco a aquella generación que escuchábamos decir aquello de, vaya, aprovechan que el día está gris para soltar los humos.
Yo por aquel entonces no entendía nada. Pero vas creciendo y quieres calmar la curiosidad. Por eso supe que Cartagena tenía una contaminación altísima, de aquellas industrias de la época que expulsaban sus gases por aquellas chimeneas inmensas. Pero nosotros fuimos una generación fuerte. Tan acostumbrada estaba yo a ese aire no muy puro, que cuando iba de viaje a la naturaleza me ponía mala. Anda que tiene la cosa…
Éramos la generación de los paseos por el muelle y los caballitos. De los bocadillos de magra con tomate del Taibilla y los malasombra del Rincón de Pepe. De las medias lunas, los sevillanos y los cuernos de merengue en las confiterías de la ciudad.
De los que íbamos a Charol y nos comprábamos unos Cimarrón, o a la calle San Fernando para llevarnos a casa los zapatos de moda.
Los que escuchábamos a Paloma San Basilio, Los Brincos, Nino Bravo o Fórmula V en el tocadiscos de nuestros padres, e intentábamos grabar nuestras canciones favoritas en una cinta TDK con nuestro radiocasete, intentando no pillar al locutor de los 40. Los más afortunados llegamos a tener una cadena de música de Arroyo Sonido.
De los primeros amores y los primeros cubatas en Clip, La Sastrería, El Tragaluz.
De las canicas, la peonza, la comba. De rezar por la mañana en el colegio mientras te abrochabas el babi, de jugar a los cromos, del te lo juro por Snoopy.
Era de aquella Cartagena de marineros que recorrían la ciudad, que hicieron de La Posada Jamaica su hogar y que encontraron un amor en cada puerto.

Pero un día ocurrió algo que me sacó de ese mundo feliz en el que vivía. Escuché a mi tío contar que cuando venía a visitar a la familia y entraba por la autovía a Cartagena, la veía gris, sin vida. Yo no entendía lo que decía. Era mi ciudad, yo la veía bonita.
A los pocos años me marché a trabajar fuera, y un día, entrando con esa ilusión con la que volvía los sábados de trabajar de la costa alicantina, entendí aquellas palabras de entonces.
Venía de la luz en las calles, de la alegría, la música en directo, las exposiciones, los grupos de amigos… Y sí, mi Cartagena bonita, te percibí triste. No te supe leer aquella tristeza cuando era niña. Porque éramos felices en tus calles. Yo con mis amigos, y otras generaciones con sus historias y aventuras en el Patronato, en el colegio de Bastarreche, en sus tardes de cine, los guateques, la ropa de domingo, el café en Puerto Rico. La calle de la Gloria, la subida de San Diego, la calle Mayor.
Sí, fuimos felices, con los humos incluidos, las crisis que llegaron, fuimos felices. Pero no todo el tiempo pasado fue mejor.
Somos de agarrarnos a aquellos tiempos, pero, ¿habéis visto nuestra ciudad y su entorno?
SOMOS CARTAGENA
Somos la ciudad de los submarinos, que ha seguido el arraigo de nuestro ilustre cartagenero Isaac Peral y Caballero. Que abre sus puertas a los familiares del inventor para acoger con entusiasmo enseres de su vida, que junto a muchos otros que aportarán grandes amigos míos, darán vida a su casa natal. Somos la ciudad que tuvo muy a bien de resguardar esa joya, nuestro submarino Peral, en su museo, el que le acoge y donde se encuentra feliz cada vez que vienen a visitarlo.

Somos la Cartagena de Carmen Conde, la primera mujer en entrar a la Real Academia de la Lengua. Aquella mujer que comenzó dibujando planos en Bazán, mientras se inspiraba por la ventana con su mar de fondo para escribir sus poemas.
De Pérez Reverte, de Enrique Escudero de Castro, de Isidoro Maíquez, de Juan Mediano Durán…
Somos historia de la auténtica, de la que conmueve, de la que hemos ido aprendiendo mientras los arqueólogos, arquitectos, restauradores, historiadores, han ido trabajando para tener hoy a nuestros pies un Teatro Romano, una Muralla Bizantina, La casa de la Fortuna, el Foro Romano…

Somos el modernismo, el barrio pesquero de Santa Lucía, somos el sol, el mar, la sal, los espigones, los bloques del faro. Los colores y la decoración pintoresca de la Algameca Chica.


Somos un sendero junto al mar que llega a Cala Cortina. Somos el faro verde y el faro rojo, Curra y Navidad. Somos su Fuerte que nos protege, somos las Baterías de Costa, las que tendrán una nueva oportunidad y las que rezamos porque no se pierdan. Las Cinco Colinas desde donde podemos ver aquella línea infinita que une el cielo y el mediterráneo. Nuestra Catedral Vieja.

Somos cultura, alegría, música en los balcones, novela histórica, novela negra, exposiciones de pintura, de escultura. Somos carnaval, las Cruces de Mayo y la ciudad de referencia que ha elegido Valencia, para que el próximo año tengamos las Fallas aquí.
Somos festival de festivales. La Mar de músicas, Rock Imperium Festival, el Festival internacional de Cine de Cartagena, los conciertos del Fuerte.
Somos el arraigo y el fervor de la Semana Santa. El vello de punta al cantar la Salve, los sepulcros de sabores, los churros de madrugada, las agujas de carne, las monas y los crespillos.
Somos las fiestas que cuentan nuestra historia, Los Cartagineses y Romanos. Las Tropas, la Batalla, la Boda de Aníbal e Himilce. Los desfiles, el Fuego Sagrado, los fuegos artificiales que dibujan de esperanza el cielo.
Somos nuestros jóvenes y nuestros mayores, nuestras mujeres del campo, somos los emprendedores, la solidaridad, el entusiasmo. Somos las mujeres de Vientos de Cartagena, las bolilleras, la antigua Fábrica del Cristal de Cartagena, su Museo del Vidrio.
Somos las pelotas galileas de Pozo Estrecho, los molinos restaurados y los que se restaurarán, el acueducto de Perín, la rondalla de los Molinos Marfagones, el Folclore de la Palma, el Teatro Apolo del Algar, el Mar Menor, Tallante y sus almendros en flor. El fervor de San Ginés de la Jara, la Virgen del Calvario, la entrada de Santiago Apóstol por el barrio de Santa Lucía. Somos el lavadero y los aljibes recuperados en los Díaz de Canteras. Somos el pequeño comercio, las luces en Navidad. Somos historia, tradición, gastronomía. Somos Arde Bogotá, somos María Teresa Cervantes para siempre…


Somos las quejas de lo que queda por hacer, pero la ilusión por lo hecho.
Somos los barrios, las diputaciones, los homenajes, el deporte, el comercio marítimo.
Somos Mediterráneo, el Salvemos el Mar Menor. Somos la Charito, Caridad la Negra, el Chipé, Antonio el lotero y Paco el de la Mufla.
Somos los que nos sentamos en un pico esquina a tomar una marinera y una Estrella de Levante, y pensamos, pues no estamos tan mal. Y nos comemos en El Pellizco el michirón de oro 2024.
Somos los que miramos hacia delante y confiamos en que todo saldrá bien. Los que celebramos los progresos y reivindicamos lo que queda pendiente. Somos los que queremos una Cartagena limpia, un tren que nos lleve a cada lugar donde poder soñar, y que traiga a todos aquellos turistas que quieren saber por qué decimos con orgullo que Somos Cartagena.
Los que aunque a veces nos salga la mala follaica y mezclemos sin sentido churras con meninas, miramos nuestra ciudad y decimos con orgullo, SOMOS CARTAGENA.
Somos… todo aquello que no he nombrado y que vosotros lo haréis por mí, mis queridos lectores, porque soy todo eso que vosotros habéis conseguido que sea yo.
Gracias.

LA VENTANA DE EVA
EVA GARCÍA AGUILERA