TEATRO ROMANO

Eva

TEATRO ROMANO

 

He visitado muchas veces el Teatro Romano. Sola, en familia, en grupo. He acudido a visitas guiadas, a espectáculos increíbles, he escuchado a saxofonistas soltando sus notas musicales sobre, voy a decirlo con propiedad, la escultura TOGADO CAPITE VELATO. He caminado, soñado, perdido entre exposiciones temporales. Fue en una de esas exposiciones cuando aprendí a disfrutar de ese lugar mágico envuelto en historia, a escuchar a las piedras. ¿Culpable? El fotógrafo José Carlos Ñíguez, con su trabajo, Mirada Oculta.

Damos todo por hecho cuando entramos en lugares así. Caminamos por sus corredores sin inhalar lo que allí ocurrió hace tantísimos años. Este ritmo frenético nos distrae de la curiosidad y el disfrute. Por eso yo, soñadora y entusiasta, no pienso dejar de hacerlo. Y sobre todo valorar el enorme trabajo que hay detrás de cada proyecto, trabajo visible e invisible, horas y horas, para que hoy nosotros podamos sentirnos especiales caminando por lugares increíbles.

¿Nos ponemos en escena?

Año 1990. Por aquel entonces yo tenía 17 años. ¿La Cuesta de la Baronesa? ¿El local de copas Tragaluz? Lugar de encuentro de adolescentes los fines de semana. Me sentaba a reír en las escaleras que llegaban hasta nuestra catedral, mientras sonaba música en cada uno de los locales que nos inundaban de felicidad.

He tenido mucha suerte, porque hay una persona especial, cercana, sencilla y generosa que ha compartido unas horas conmigo. Elena Ruiz, directora del Teatro Romano de Cartagena. Y justo en esas escaleras de las que os hablo, la miro y le digo, Elena, la de cubatas y bailes que he disfrutado yo en ese local.

 

Se ríe y me contesta, ¿sabes que cuando ponías un pie en El Tragaluz ya estabas sobre este lugar increíble?

Y entonces me quedo pensativa. No sé si os pasará a vosotros, ante este lugar o tantos otros. Pero en mi memoria es como si siempre hubiera estado ahí. Bueno, estar estaba, pero me refiero visible para nosotros. Y no se inauguró hasta el año 2008, desde aquel 1990 en el que yo bailaba y Elena y muchos profesionales comenzaban a excavar, descubrir, celebrar…

 

 

Elena es arqueóloga, pero de devoción y pasión. Sólo hay que escucharla hablar de ese hijo adoptivo que tiene, al que junto con un gran grupo de profesionales le han devuelto a la vida, le han visto crecer, esbelto entre columnas presumidas con las que nosotros nos fotografiamos.

En 1988 comenzaron los trabajos de excavación en el casco antiguo de la ciudad. Iban a construir un Centro Regional de Artesanía, en aquel solar que ocupaba la Casa Palacio de la Condesa de Peralta, derruida en el 86.

Pero como tantas veces ocurre en esta ciudad trimilenaria, la vida nos da sorpresas. Y excavar en Cartagena… Un dintel dedicado a uno de los hijos adoptivos de Augusto confirmaba que había restos que nos traerían historias preciosas años más tarde.

Y así fue como se identificaron las partes de la estructura de un teatro. ¡Hasta 7000 espectadores recogía este lugar mágico! Eso sí, con la jerarquía de clases bien definida. ¡En eso hemos cambiado poco! Y bueno, el Centro Regional de Artesanía tuvo que cambiar su ubicación, pero mereció la pena.

Nuestro teatro tiene una entrada muy especial, el Palacio de Riquelme, desde donde podemos oler el mar y escuchar el reloj del Palacio Consistorial. Una puerta discreta, preludio de sorpresa y admiración a cada paso que damos por esos corredores increíbles.

Elena es fascinante, no sólo por lo que cuenta sino cómo lo hace. Nuestros pies caminan por una sala inmensa, la sala de Augusto, la sala de todos los que sueñan y reviven a modo de cuento nuestra historia. El primer emperador romano gobernó casi cuatro décadas, fue adoptado por su tío abuelo Julio Cesar. Y sí, aquí, en nuestra ciudad, nos dejó un regalo increíble. Arquitectura de ensueño, con unas fachadas monumentales con capiteles de época de Augusto de Mármol de Carrara, y que hoy por hoy, son únicas en la península ibérica.

 

Cuentan que el emperador Augusto quería de esta forma revalorizar su poder y el de Roma. Que tenía claro que nuestra ciudad fue el lugar desde donde partió Aníbal hacia Roma, la ciudad conquistada por Escipión y donde su tío abuelo Julio Cesar vino a impartir justicia. Quiso beneficiar a nuestra ciudad, porque en ella estaban los orígenes de Roma,  y porque una vez conquistados, nuestro bonito trocito de mar y murallas defensivas, de sol y luz, se convirtió en un emporio comercial.

 

¡Estamos inmersos en la historia romana! Así que cuando miréis hacia arriba, a más de siete metros y observéis la fachada escénica de este teatro, por favor, imaginar, soñar, sentir…

 

Y ya sabéis que soy curiosa, mucho. Y que Elena ya se ha dado cuenta. Siempre lo digo, la historia, el teatro, todo está documentado, pero las experiencias personales de alguien que ha sido testigo de cada descubrimiento, valen su peso en oro.

Por eso pregunto por aquel momento importante para ella. Y no duda ni un segundo, el descubrimiento de la TRIADA CAPITOLINA.  Aquel águila “patas arriba” fruto de una excavación enciende el brillo de su mirada. La lechuza y el pavo real llegaron los primeros, y ese águila un tiempo más tarde, les confirmó que allí estaban, Júpiter, Juno y Minerva, símbolos de la Triada Capitolina, religión oficial del Estado.

Y estamos ahí mismo, reviviendo su trabajo de entonces. Sólo el que ha descubierto algo así le da el valor cuando pasa a su lado.

 

 

Entonces nos adentramos en todo eso que a mí me gusta, la anécdota, las leyendas, los nuevos descubrimientos.

Y junto a Rea Silva y su cinturón de castidad, me cuelo en la leyenda romana donde cuentan que Marte, dios vengador, la viola. Fruto de ese acto, nacerían  Rómulo y Remo, los fundadores de Roma.

 

 

Paseamos, hablamos, y sin darnos cuenta llegamos al lugar más mágico envuelto en una joya paisajística indescriptible. La catedral, las copas de los árboles verdes de la bajada del Castillo de la Concepción, las gradas del teatro en las que si agudizas el oído puedes escuchar a aquellos que disfrutaban del espectáculo.

 

 

Y escucho un sonido de fondo, porque siguen trabajando de manera incansable para dar luz a un pórtico de capiteles corintios que me hace alcanzar la sonrisa infinita. Sé que hace años encontraron un conjunto pictórico de más de 2000 fragmentos que hoy le están dando vida… Y que hay una domus, la Domus del Pórtico una vivienda unifamiliar, de la época, que emana paz.

Elena me mira, y me dice, ¡venga, vamos!

¡Sí, estas cosas le dan sentido a todo, me llenan de alegría y emoción!

Observo cómo trabajan duro para recuperar un jardín porticado, una joya donde perderse en silencio.

 

 

Atravesamos una puerta que esconde mi sueño de aquella mañana. ¡La restitución de ese conjunto pictórico! Piezas ordenadas como puzles en mesas enormes, con un proceso de trabajo en equipo extraordinario.

 

 

 

 

Me quedo hipnotizada, porque estoy ante una evolución visible al ciudadano de a pie.

Dicen que “Roma no se construyó en un día”. No encuentro mejor frase para ensalzar el esfuerzo y la constancia de estas personas que hoy, hacen posible que todos caminemos por siglos pasados entre piedras que, como dijo mi amigo José Carlos Ñíguez, nos hablan.

 

FELIZ DOMINGO

EVA GARCÍA AGUILERA