TENGO UNA MUÑECA VESTIDA DE …

TENGO UNA MUÑECA VESTIDA DE …
Llevo unos días mirando esa caja con un vestido de colección para mi muñeca. Mi muñeca. No porque fuera la única que tuve en mi infancia, sino porque ha sido la única que me ha provocado una unión especial con el paso de los años.
Tuvimos un flechazo en el inicio de la década de los ochenta, porque llegó a mi vida para quedarse. Una maleta de viaje y un armario repleto de ropa la acompañaba. ¿Cómo no iba a hacerle un hueco en mi habitación y en mi corazón?
Traía ropa muy bonita, sencilla, pero con personalidad. Y mi madre se encargó de que no le faltara una bata de casa y algún que otro vestido para ocasiones especiales, igualitos que los que cosía para mí. Vaya, que fue afortunada.

Su mirada tenía una luz especial, una naricita graciosa y un cuerpo de proporciones bonitas.
No era mi única muñeca. Tenía casi todas las de aquella época. Barriguitas, la Ricitos, la Dulzona, Nenuco, el Patoso, que creo que gateaba y si no recuerdo mal me prometieron mis padres que me lo comprarían cuando aprendiera a nadar sin flotador. No sin manguitos, como ahora, sino sin el flotador que llevaba incluido el cuello con cabeza de cisne o de pato.
También tenía la Peti Peque y me faltó la Rosaura, que medía casi como yo en aquella época. Y la antagónica a ella, lo digo por su tamaño, la famosa muñeca Barbie. Ya he contado en alguna ocasión que mi primera Barbie la tuve con más de 20 años, se resistió en llegar.

Nunca hablé con ellas. Y jugué lo justo. Pero desde que rescaté de una caja en el altillo del armario a mi muñeca Nancy, todo ha cambiado.
Estaba desnuda y con su pelo rubio con falta de un buen cepillado. Mi Nancy rubia de ojos azules. Ya no recuerdo si la elegí yo o había puesto el ojo en la morena o pelirroja. Da igual, está bonita así. Aunque yo no fui de esa moda de, me gustan los chicos rubios con ojos azules. Ni siquiera he tenido nunca la ilusión de teñirme de rubia.
Pero mira, así he podido confirmar que no es cierto eso que dicen de que las rubias son tontas. ¡Mira que nos gustan los topicazos! Discrepo con que la inteligencia vaya unida al color del cabello.
Y como iba contando. Bajé aquella caja que hacía años me había traído de casa de mis padres y fue como un flechazo. La cogí y le dije, ven aquí que te va a cambiar la vida en un segundo. Y así fue como por primera vez en toda nuestra vida, comencé a decirle cosas. Que tenía preparado un outfit precioso para ella con botas de charol que iba a flipar. Que iba a parecer una diva, y que no volvería a la caja nunca más.
Desde aquel día, que creo recordar que os lo conté, porque yo comparto con vosotros todos los momentos importantes, ha estado a mi lado, justo al lado de un pompero de la Barbie.

Nancy, no la mires de reojo. Sí, ella tiene unos pechos perfectos, una cintura de avispa y unas piernas eternas con unos muslos estilizados y el vientre plano. Pero tú eres preciosa, con tus curvas naturales, tus musletes simpáticos y tu culillo que no se ha hecho con un molde diminuto.
Ese pompero está ahí porque este es mi lugar favorito, donde todo nace, donde las historias toman forma. Un día me lo regaló alguien muy especial, iba dentro de una bolsa de todas aquellas cosas que me hacen sonreír. Yo las llamo el valor de las pequeñas cosas. Le pregunté, ¿por qué un pompero de la Barbie? Y él me contestó, porque siempre dices, yo no tengo el cuerpo de la Barbie.
Ni falta que me hace. Bueno, algo de falta sí, pero que yo vivo feliz así. Mientras que no haya personas que se encarguen de estar recordándomelo…
El caso es que la niña que nunca hablaba con sus muñecas, y que como máximo las llevaba a pasear por el barrio mientras reía con sus amigas y mordisqueaba un tanzanito comprado en la tienda de revistas, aquel paraíso inolvidable, comenzó a hacerlo hace muy poquito. Y es que os voy a contar un secreto, todavía lleva esa niña interior dentro, aunque de vez en cuando se le despista.
¡No te lo vas a creer, Nancy!, tengo un nuevo vestido de colección para ti. Me lo ha traído mi chico en uno de esos cartones enormes con un catálogo precioso y esta cajita que voy a abrir ahora mismo.
Por un momento he pensado que casi que íbamos a ir vestidas iguales, si nosotras queríamos, porque este es un vestido dulce en tonos claritos, con manguitas románticas. Y yo de ese estilo tengo más de uno.
A ver, una pierna por aquí, un bracito por allá…
La he mirado varias veces, y parece otra. De mujer empoderada, segura de sí misma, atractiva, se ha convertido en una niña dulce, tierna, con luz cálida y aspecto de persona tranquila y en paz. He estado a punto de quitárselo, me gusta la decidida de paso firme, pero luego me he dado cuenta de que ella sigue siendo la misma, sólo ha cambiado su vestido.
Y la he peinado con cariño, la he mirado varias veces y me he escuchado haciendo aquello que nunca hice de niña, hablarle despacito.
Mi querida muñeca, al principio he querido desvestirte. Me gustabas más con aspecto de pisar fuerte. Pero luego me he dado cuenta de que no hablaba de ti, sino de mí. Porque me encanta pisar fuerte, ponerme el vestido negro, las botas altas, los labios rojos y el pelo recién planchado. ¿Sabes, Nancy?, hace unos días me dijo un amigo que no es necesario ir siempre por la calle con los calzoncillos rojos por encima de la ropa y la capa, que lo de superheroina lo deje para las actuaciones teatrales. Aquello me hizo pensar mucho y creo que …
Que también me encantan esos vestidos románticos que me envuelven y me aportan calidez, esa paz que necesito y ese yo que espera con ilusión el abrazo de un amigo. Justo así como vas tú ahora.
Y últimamente me encanto con mi sudadera de pelito blanco y capucha de Snoopy con la que me siento achuchable y con todos los sentimientos expuestos para recibir los de las personas bonitas, mientras escribo.
¡Así que te voy a dejar así!
Sí, la voy a dejar así, hasta que un día vuelva a rebuscar en su caja de vestidos y encuentre uno con el que salir juntas a mordisquear un tanzanito y demostrar al mundo que somos increíbles.
Chicas y chicos, altos o bajos, extrovertidos o introvertidos, fuertes o débiles, rellenitos o delgados, pelo corto o pelo largo, de suficientes o de matrícula de honor, risueños o serios, atrevidos o miedosos… cada uno de nosotros aportamos mucho al mundo, para dotarlo entre todos de LUZ.

FELIZ DOMINGO
EVA GARCÍA AGUILERA
LA VENTANA DE EVA