Montanaro: “MI CALLE. MI BARRIO. MI GENTE“
MI CALLE. MI BARRIO. MI GENTE
No, no me he reunido con el verdadero Jefe del Estado pues no voy a ser Presidente, tampoco voy a ocupar un sillón en el Congreso ni en el Senado, pero además, no voy a recoger aceitunas, sería incapaz de sacar una gota de aceite de ellas, eso se lo dejo a mi buen amigo Pedro Pérez y a los profesionales de la almazara que lo hagan y en lo primero, en lo primero…, lo de la presidencia, se abandera en la indecencia y la denigración de nuestro sistema político democrático donde, 151 diputados de 350 que odian España…, tienen que defenderla, es que algo no funciona en este país, o en lo que queda de él.
No, no voy a hablar de un Iceta trastornado donde ve 8 o 9 naciones en España y tampoco, darle clases de geografía ni de historia a un tonto contemporáneo ya que es causa perdida y perder el tiempo y además, con el agravante de no controlar su estupidez, que no es pequeña por muchos arrumacos musicales en los que se quiera esconder y, a vueltas con los estúpidos, tampoco voy a hablar de la saga Bardem y la demagoga hipocresía en la que habitan, tampoco de su opresión a sus trabajadores en su restaurante, unos pobres los Bardem, sin un duro…, y tampoco de la deriva en sus impuestos sancionados, curioso, otros progres culturetas multimillonarios estafadores sociales, se ve que va con el sentimiento progre joder a los asalariados. Tampoco voy a mencionar al indecente okupa de la Moncloa y su afán de jodernos para perpetuarse, ni de la conspiración sediciosa en la que se está convirtiendo su posible investidura incluso, legitimando con sus acciones a los separatistas y terroristas haciéndonos con sus ridículas actuaciones y comportamientos por Europa un poco más quijotes a los españoles y sobre todo a un PSOE fagotizado por Iceta, este personaje de cuento tétrico y promiscuo. No quiero hablar de la legitimización de los etarras asesinos por parte de este gobierno nauseabundo permitiéndoles actuar como charlatanes en las universidades actuando como mártires y blanqueando sus asesinatos y a las verdaderas víctimas, estas mierdas son hoy socios de Sánchez y del PSOE, estos canallas asesinos que, por ejemplo, hace tres décadas sembraron de sangre la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza y quieren desmemoriarnos. Tampoco quiero hablar de la ministra Montero y el acoso vengativo mafioso al que han sometido al gobierno andaluz haciéndoles culpables de las ineptitudes del PSOE andaluz, ni siquiera del forajido decreto que anula el trasvase a Murcia, Alicante y Almería, ya sabemos que manda Sánchez en España.
Y claro está, tampoco quiero hablar de los sinvergüenzas del gobierno murciano que abandera en la sombra Pedro Antonio Sánchez y su alcahuete López Miras apoyados por su grupo de meretrices políticas y políticos que se dedican a prostituir como proxenetas políticos a Cartagena despreciándola e incluso atormentarla, una daga envenenada en el Puerto la que nos ha dejado con la presidenta, un puñal en el anfiteatro con una limosna por Navidad, pero dice el refrán; que ya pagará el inglés el agua que se bebió y el PP murciano y cartagenero se sigue cubriendo de mierda y será extinguido por VOX, o al menos ese es mi deseo político.
Pero si quiero hoy hablar de lo que de verdad importa, de mi calle, de sus gentes, de mis gentes, de mi barrio, de lo que de verdad importa y ahora en vísperas de Navidad siempre es reconfortante recordarlo y sobre todo, recordarlos.
Quiero hablar de mi calle y sus gentes, la de Montanaro, junto a la Plaza de Toros, en la Repla, dónde el Lago o Plaza de Jose Antonio pierde su sangre arterial. El prestigio de Nicolás Montanaro, Regidor perpetuo de Cartagena debió ser grande como para que el Ayuntamiento le dedicara una calle. Ya en 1717 aparece entre las calles de Cartagena la de Montanaro. Se definía en el callejero como calle de áspera subida a la que se entra por la de Luis Angosto (Duque) y se sale, subiendo 39 escalones, a la de la Linterna. En lo alto de ella, a la derecha, desemboca el callejón de Zabala. El vulgo llama Travesía de Montanaro al trayecto comprendido entre Zabala y Linterna, pero, puede ser en esta historia la calle de cualquiera que este leyendo esta misiva, aquí, en La Media Legua, La Unión o en Cádiz, en Madrid o en Pontevedra, era una calle con identidad, con aroma andaluz que le daba Rosita la del Cauto y su notable familia, Juan, Tte. de máquinas y sus tres retoños y hoy Antonio, el menor junto a su madre estará apoyando esta palabras desde el cielo. Enfrente Juan Antonio y Loli, la del estanco, este de Infantería de Marina, Loli, Juan Antonio junior, Maria del Mar, la más pequeña y la abuela, Dios, cuantas muñecas vestidas de infantería y cintas en las Juras de Bandera del España 18 han salido de esa estancia con solera y alma en la calle del Ángel. Luego Fernando el de Pili, increíble y añorada pareja que adoptaron para la calle a su sobrino Rafaelin, llegado del Campello y que nos ofrecía en las noches de verano el ocio con la televisión en la puerta de su casa, todo un cine fórum digno de una película de Buñuel. El maestro Amaro, creador de la mitad de las viviendas de la zona, hoy sería un arquitecto “influencer” de referencia. Fernando Navarro y su saga y Agustin el “Practicante”, ideólogo de las jeringuillas de cristal armado con sombrero de ala, también los de Gilabert, El señor Pepe de la imprenta y la señora Conchita, era la permanente alegría personificada de la calle, Isabel y Jose Rosendo la completaba, su familia más directa en la calle de al lado, Linterna pero sin distancia, a escasos 50 metros con Isa e Imo y su hermano pequeño, y en frente de mi humilde morada, un primer piso primero 49 y luego 53, soleado y largo, muy largo donde una larga saga comandada por la señora Andrea, que hubiéramos hecho sin ella, desde mi padre hasta el último nieto, en este caso Patricia, dio parte de la savia a la calle y estaba bordeado el piso al norte por el capitán Tomás y Lola, además de Corina, Amadeo y Tomasin, por el sur Paquita y Miguel, tener un policía Armada de vecino no era baladí, más tarde cambió de uniforme y habitado el bajo por mi hermana Pura, una jabata sufriendo las fracturas de la milicia de la Marina de Guerra en Paco, mi cuñado y hermano de Lola en el piso que limitaba al norte, en mi casa parecía mandar mi padre como en todas, Manolo el de Intendencia pero nada más lejos de la realidad, como todas nuestras madres lidiaban con la pereza y la austeridad de la época como verdaderas estrategas de la economía, ahí estaba la señora Andrea, verdadera lideresa y protagonista de esta saga familiar cuasi eterna.
Enfrente la saga Alarte, el Señor Alarte y doña Carmen, Comandante de Infantería este que imponía, joder si imponía, no podíamos jugar a la pelota cuando disfrutaba en su hamaca de las largas tardes de verano en el quicio del portón -un golpe de picaporte para el bajo, dos para el primero y tres para el segundo…, tecnología punta-, y de ahí otra saga de artistas y letrados, Pepe, Carmen, Trini, Cari y Leandro, con la deriva de Madrid, de su hija mayor, dónde Carmencita, María Dolores y Jose Luis pasaban todas las temporadas posibles en Cartagena, huían de la capital para disfrutar el verano en la ciudad, de las navidades y de la semana santa, parte del belén que hoy enamora a los cartageneros se gestó en esta calle, Paco Alarte era el sexto vástago, polifacético artista cartagenero que tenía su taller dos casas más arriba, una casa llena de obras medio creadas, lo mismo lo veías una tarde creando un busto, al día siguiente dando paletas a un cuadro o pintando una pieza del belén, esto sin contar las notables participaciones en la Cabalgata de Reyes, el que fue Coso Multicolor en la añoradas fiestas del Carmen y Santiago o en la malograda Velada Marítima. Y como buena calle castiza y familiar mi hermano José Luis vivía también enfrente en el segundo piso, si bien todos los domingos compartíamos liturgia casera, Antonio completaba el circulo con Manoli y Quitaría. Este repaso sucinto vecinal lo cierro con Juan Carlos y su morada doblando la esquina, Carlos, Tinita, sus padres y, sus hermanas Rosa y Montse, compañero de aventuras en la infancia, juventud e incluso en la madurez y espero que en las décadas venideras aunque el cabrón tiene un pacto con el diablo. Daniel Iglesias que nos amenizaba cualquier momento con un chiste fácil o la familia Ayestaran cerraban esa travesía.
Mi calle, como aquellas de entonces era una calle dónde las muchachas del lugar secaban sus cabellos mojados al sol y a sotavento de la casa de Rosita, la del Cauto, una vez lavado con aquellos famosos champús de huevo y brea de “anca” BASI, allí pasábamos las horas inventando lo no inventado y no inventable, o al menos, eso nos decían neutras madres, en la Repla, ms tarde disfrutábamos de los consejos de los mayores sitos en aquel bar con pedigrí llamado casa NONO pero en verdad era Casa Paco con una extensa familia de leyenda, con la tienda de Antolín y Antolina -sí-, Antolín y Antolina en la esquina haciendo frente. Más arriba, en la calle linterna estaba la de Gines y Ginesa -también-, el quiosco de Asunción, cariñosamente llamada la manca -anca la manca que decíamos- coronaba la calle del Ángel ante la plaza Hospital, la Repla y nadie vivía frustrado ni se incomodaba.
En épocas de vacaciones acompañábamos a nuestras madres por “imperativo legal” a acarrear la compra que se hacía en el mercado de Gisbert y en las tiendas al uso como el Colorao o la carnicería de Juanita, el pan lo portábamos en bolsas de tela para tal uso y el vino y la cerveza solo era canjeando el casco, joder, eso eran madres que reciclaban, de hecho, el agua la refrigerábamos en botellas de gaseosa y ahora las compramos en los bazares…, en Nochebuena y Nochevieja tocaba bajar los asados, repito, “los asados” a la panadería y poco antes de las 10.00 de la noche a recogerlos, y como pesaban y quemaban los condenaos. Lo de la Misa del Gallo en San Diego a las 12.00, sin ánimo de ofender tengo que reconocer que era cansino, no sabíamos cómo esquivarlo.
Por el barrio, en horarios francos los infinitos soldados que rendían cuentas en España18 ponían el bullicio. Las mulillas arañando las aceras de la calle del Ángel con la banda de música en tarde de toros ponían el folclore castizo en un coso con historia y solera, al mando Juan Cánovas y Pedro dirigiendo el cotarro, juntos lidiaron con la vida en la plaza, juntos murieron casualmente y más casualmente juntos perviven en Los Remedios. En mi calle se forjaron vidas de calidad y entidad, había verbenas en verano, carreras de sacos y cintas con chambi y corte en el Poli en el Lago, lo que creíamos infantilmente que eran primeros amores y no llegaron a nada, hubieron otros vecinos de paso, alguno que se me puede escapar pero que dejaron su impronta en la calle y en el barrio, parte de esta calle es parte de mí, nuestra, de mi familia, de todas ellas, hoy de mi mujer, Trinidad otra matriarca a la antigua usanza, y de mis dos hijas Nathalia y Patrizia con orgullo fundado, muy fundado.
Hoy, por Navidad, quiero dedicar estas palabras a lo que verdaderamente importa, a esas almas que se forjaron en nuestras calles en general y a los de la Calle Montanaro en particular, desde la confitería Cañizares hasta la Repla, pasando por Linterna, Zabala, Ángel y el barrio del Lago y hoy son ejemplo de mesura y han, y hemos, lidiado con el declive de la sociedad tal y como la conocemos, ¡mira que nos educaron bien!, nos enseñaron a optimizar los recursos y a dar los primeros pasos con la ingeniería económica casera, nos enseñaron con el más radical ejemplo a ser humildes y respetuosos con el prójimo, a ser educados, galantes y serviciales sin esperar nada a cambio y temo que no hemos estado a la altura, eran muy superiores a nosotros, esa era mi calle, esa era y es mi gente, la que de verdad importa, y la que nunca olvidamos. Feliz Navidad.
El presente no existe, es un punto entre la ilusión y la añoranza. (Lorenzo Villalonga, escritor mallorquín).
Andrés Hernández Martínez