PENSANDO EN VOZ ALTA: PRESENTAR UN LIBRO

PENSANDO EN VOZ ALTA
PRESENTAR UN LIBRO
Hace más de siete años redacté para un diariouna columna con este título “Presentar un libro”; dicha columna comenzaba así: “Llevo unos días pensando, como consecuencia de una presentación reciente, si hoy día tiene sentido presentar en público un libro que acaba de ver la luz. ¿Le interesa realmente a alguien?”. Hoy vuelvo a escribir sobre dicho tema, después de asistir el pasado miércoles, día 3 del presente mes, al nacimiento de una obra, parto que me asombró y me dejó sin palabras. Más, antes de llegar al conocimiento del libro y presentación, divaguemos un poco.
Hace años, cuando no existían las redes sociales actuales, era la forma idónea de dar a conocer una obra recién publicada y una manera de comenzar la difusión de la misma. Alrededor del autor nos agrupábamos ávidos de conocer al neonato y de paso llevarnos la dedicatoria del padre. Pero hoy, la mayoría de las veces, lo sabemos casi todo del nuevo libro antes de tenerlo en nuestras manos.
Por otra parte, es posible que no interesen mucho las presentaciones por la forma y manera de realizarlas. El que esto escribe ha protagonizado, como conductor y como espectador, puestas de largo de diversas índoles: Como conductor he llegado a estar solo con el autor y he padecido la situación totalmente contrapuesta tal es estar con el salón correspondiente hasta la bandera y puertas cerradas para que no entrase nadie más, quedando público en la calle. Lógicamente lo normal es el intermedio… más bien tirando a pocos asistentes. Como espectador he presenciado de todo: muy buenas intervenciones, regulares, malas y pedorras. Casi siempre no por el autor sino por el acompañante; por ejemplo… presentación de una hora de duración en la que el presentador habla durante 55 minutos de la bueno que es y lo bien que hace las reseñas y yo, yo y yo y venga botafumeiro sobre su persona y los últimos 5 minutos finales dejó que el autor saludara. Si vas a una presentación en esa forma se te quitan las ganas de asistir a la próxima.
Otra cuestión es el lugar en el que se va a desarrollar el evento. Hay que hacerlas próximas, simpáticas, atrayentes e interactivas. No limitarnos únicamente al libro sino hacerlo extensible al autor para que los asistentes hagan tertulia y conozcan más y mejor al protagonista de la velada.
Si el autor es muy conocido, un primer espada, la concurrencia está garantizada (más por el autógrafo y la foto, menos por la obra); en este punto me hago y hago una pregunta “¿asistiría el personal si se cobrase una entrada?”. Si no es tan conocido o novel hay que aderezar el acto con complementos atrayentes o no acude ni el gato. Dicho aderezamiento estuvo presente en el acto del día 3. Elegir un local donde además de acompañar al autor y comprar el libro, por un poco más nos tomemos una cerveza o un café. Cerveza o café no, pero chupitos de Licor 43 si hubo. Amen de mesa con chucherías varias. Acompañamiento musical incluido. El lugar de la presentación fue el Salón de Actos de la Facultad de Ciencias de la Empresa de la UPCT, denominado “Isaac Peral”. Salón que puede albergar más de 400 personas. Mi asombro fue mayúsculo al comprobar que estaba totalmente lleno y con público de pie. Gran despliegue de prensa y fotógrafos. Asistencia de personas relevantes de la ciudad, alcaldesa incluida. En fin. En este caso presentaba una autora. ¿Conocida?, no. Libro autopublicado en Cartagena “La ventana de Eva” donde ha recogido los artículos que, con dicho nombre, publica los domingos en “Cartagena Actualidad”. Su nombre, Eva García Aguilera. Desde aquí la felicito por el trabajo que ha desarrollado y por la capacidad de convocatoria que ha tenido. Nada usual en estos tiempos.
Se vendieron todos los libros previstos. El importe de la venta, es de agradecer, iba dirigido a la asociación AFACMUR (…niños de oncología de la Región de Murcia)
Desde esta columna, pienso que no debemos de perder el acto de juntarnos, las personas que sean, con el autor y su libro y, hayamos leído o no la obra, charlemos con él y le preguntemos de todo: como escribe, cuando escribe, si tiene o no manías a la hora de escribir, por qué escribe, qué lee… lo que se nos ocurra. Por otro lado, busquemos esas ideas que se dan por supuestas en una presentación y pensemos que pasaría si, en lugar de cumplirse, se hiciesen las cosas de otra forma distinta. No aceptemos los límites impuestos e intentemos ir siempre más allá.¡Pero siempre presentemos en sociedad al recién impreso!